En primera plana de un diario capitalino, 07/05/03 e insistentemente repetida durante ese mismo día por los más populares noticieros del radio, nos enteramos de la soberana pachanga que protagonizaron el diputado federal y máximo líder de Pemex acompañado de su cuate nada menos que senador y por supuesto también alto funcionario de la saqueada y vuelta a saquear empresa dizque de todos los mexicanos.
No me lo contaron, yo misma tuve la oportunidad de escuchar en diferentes horarios la repetición del detallado informe que desde la ciudad de La Habana transmitió un cubanito sobre la forma en que bastante ebrios y acompañados de dos cubanotas buenísimas, los dos señorones de Pemex, se apersonaron en el cabaret -creo que dijo “La casa de la música” y de cómo, pasando por la etapa de yo soy tu hermano, llegaron a la de yo soy tu padre y de ahí a las mentadas de madre que desembocaron en una tupida sesión de trompadas y botellazos hasta que en calidad de bultos, los rijosos tuvieron que ser remitidos a la sección de Urgencias la Clínica Central “Cira García”, donde después de atenderlos, el médico ordenó que quedaran en observación, aunque ellos, por sus purititas pistolas ¡faltaba más! abandonaron la clínica argumentando que volverían a México en un avión particular.
Pues resulta que al día siguiente de que se hizo pública la travesura e imagino que en medio de las terribles lagunas mentales que debe haberle causado la cruda física y moral, el máximo líder de Pemex aclaró: -Ni estuvimos en Cuba, ni nos emborrachamos, ni nos pegamos, ni fuimos a dar a ninguna clínica y aquí no ha pasado nada. He dicho. ¿¿??
Y cuando uno esperaría que alguien diera una explicación lógica al asunto, todo se vuelve silencio y el mundo sigue girando sin el menor tropiezo. Lo terrible de todo esto es que al menos yo, que soy la persona menos confiable que conozco, de inmediato me pongo a dudar: ¿Realmente escuché al cubanito que informó los desmanes de los borrachines o todo ha sido un invento de mi imaginación sin límites? Pero no, menos mal mucha gente escuchó lo mismo que yo, aunque habituados como estamos a bromear con la idea de que el surrealismo que proponía André Bretón -algo así como hacer estallar al mundo y sus buenas conciencias- entre nosotros se reduce a un puro y cotidiano costumbrismo, cualquier cosa nos parece natural.
Es mejor así porque de otro modo no podríamos entender que sucesos como el relatado quedaran sin una explicación. ¿Y qué otra cosa podría ser sino el más puro surrealismo, el excesivo y tumultuario homenaje con que los mexicanos festejamos a las “cabecitas blancas”? Yo no sé si estalle el mundo pero lo que es esta capital que bien poco necesita para estallar, encuentra en el festejo materno su momento más propicio.
Pasado el gran día, todo ese inmenso amor filial se mete en una caja de zapatos y se guarda en algún rincón para volver a sacarlo el año próximo en la misma fecha, entretanto, nos vale madres, que quiere decir algo así como mucho menos que nada. Y ahí lo dejo porque seguir enumerando casos de surrealismo nuestro de cada día, resulta un poco ocioso, aunque siempre es un alivio saber que mientras no perdamos la habilidad de procesar el llanto para convertirlo en canto, estaremos salvados. Ay, ay ay ay, canta y no llores... adelace@avantel.net