Sus habitantes se dedican a ser albañiles, jornaleros, obreros y vendedores ambulantes
CD. LERDO, DGO.- La historia de El Huarache parece perderse en una nube de polvo similar a la que se genera al recorrer sus calles aterradas. Sus habitantes no recuerdan a ciencia cierta cuándo y cómo se formó la comunidad, mas sí tienen muy presentes las carencias y problemas que hoy enfrentan.
A unos cuantos metros de la colonia torreonense San Joaquín, sobre la deteriorada carretera a Ciudad Juárez, Durango, se observa el letrero que anuncia el nombre del citado asentamiento.
A la altura de éste, algo de escombro y basura se aprecia a los lados y justo donde los vehículos pueden bajar de la carretera para entrar en la colonia.
El polvo, las piedras, los baches y charcos, forman parte del paisaje en un primer vistazo. Antes de concluir la primera cuadra, frente al pequeño y verde jardín de niños, vive a quien muchos de los pobladores señalan como quien puede dar alguna seña del pasado del lugar: David Varela, de 73 años de edad, quien asegura haber nacido en El Huarache, pero “en el viejo, en el primero”.
Y es que, según cuenta, cuando “a mí me ‘traiban’ de brazos todavía, el pueblo no era más que una cuadrita, unos corrales y dos bodegas, ahí donde estaba el casco de la hacienda de Ángel Negrete”, pegado a los cerros de la Sierra de las Noas.
En esta propiedad, nunca se trabajó la tierra, sino que se vivía de la crianza de animales como vacas, marranos y cabras.
David afirma que el reparto de 1936 no llegó a El Huarache, por lo que nunca llegó a constituirse como ejido.
“Toda la demás tierra era de Carlos Real, ése sí era ejido, acá nomás había hacienda, pero no había tierras”, comenta rascando las grietas y canas de su anciano rostro.
Como nunca fue ejido, El Huarache se regía, “y eso no siempre”, por “Jefes de Cuartel” y no por el Comisariado. Según David y con esto concluye su plática, desde hace poco más de un lustro, la comunidad dejó de ser rural y pasó a convertirse en parte de Ciudad Lerdo.
A pesar de lo anterior, las carencias son evidentes.
Vecinos de diferentes puntos de El Huarache señalan los principales problemas con los que viven.
Aunque el servicio del drenaje ya está instalado, no todos los hogares se encuentran conectados al colector. Algunos todavía usan fosas y otros dejan fluir los líquidos pestilentes por un tubo que da a las calles, en donde se forman pequeños canales de aguas negras.
Las fugas en la tubería de vital líquido potable son muy frecuentes, a pesar de que muchas de ellas son reparadas, vuelven a presentarse en los mismos lugares. La presencia de charcos evidencia lo anterior.
Además, en algunos sectores de la comunidad se reporta que el agua de pronto sale con arena. “Parece que la noria está caída y por eso pasa... nos ocasiona muchos problemas”, establece una señora.
Las calles son de tierra y piedras todas. Cuando llueve, lodo y piedra se confunden.
Un adulto mayor, habitante de la calle Independencia, informa que el pavimento fue prometido hace seis meses por el Alcalde. “Pero dijo que primero la gente debía conectarse al drenaje para que ya no echaran el agua a las calles... yo creo nunca van a pavimentar”, declara.
Gran cantidad de basura y escombro se observan sobre todo a las salidas de El Huarache. En menor medida, fuera de las casas. “Ya ahí también es cuestión de uno, de mantener limpio y barrer”, exclama una mujer de edad madura.
Y esta misma se queja de la existencia de varias marraneras, las cuales generan fuertes pestilencias. “Sobre todo cuando llueve, la hediondez es insoportable”.
En fin, así se vive en El Huarache, esta comunidad lerdense de población considerable, en donde, quienes la conforman sobreviven haciéndola de albañiles, jornaleros, obreros y vendedores ambulantes, como David Varela.
Viven sin Ley
“Aquí nunca ha habido Ley”, dice una delgada y morena anciana habitante de El Huarache. Mientras sostiene un bulto en sus brazos comenta: “hace como dos o tres años pusieron una caseta de policía porque aquí a cada rato se andaban peleando los muchachos”.
La violencia es cosa de todos los días. Una mujer menor que le acompaña, informa que antes los pleitos se daban entre pandillas de otras colonias y los jóvenes de El Huarache, ahora, “los de aquí entre ellos mismos se pelean”.
La pequeña caseta se observa hoy abandonada, con los cristales rotos y las paredes rayadas. “No duró ni un año”, afirman las señoras.
Otros de los problemas que señalan son los relacionados a la venta clandestina de alcohol y al abuso en el consumo de droga.
“La policía ahora entra nomás para pedir su moche y hasta se hablan de tú a tú con los que venden”, expresa la mujer de menor edad.
La anciana interviene: “hasta ellos mismos (los policías) vienen a meter su porquería”.
Según dicen, es frecuente que, a pesar de que las calles no estén pavimentadas, los autos pasen “como el diablo, sin respetar si va un viejito o un niño caminando... parece que van en carreras”.
Una pareja de adultos mayores que bajo la sombra de un árbol descansan sobre dos sillas en la entrada de su casa, consideran que los agentes que ocupaban la caseta se fueron “porque no pudieron con los chamacos, pues qué van a hacer tres policías contra treinta”.
La señora explica que los pleitos no son sólo a golpes, sino que muchas veces “vuelan las piedras de un lado a otro... hasta a los policías les tocó, se subían al cerro los muchachos y desde ahí les tiraban”.
Ambos coinciden en que por estos meses “han estado calmadas las cosas aquí en El Huarache, así es, al ratito se vuelve a desatar”.
Necesidades
La comunidad de El Huarache presenta los siguientes problemas:
- Calles sin pavimentar.
- Constantes fugas en la red de agua potable.
- Agua con arena en algunos puntos.
- Aguas negras por las calles.
- Criaderos de marranos que ocasionan malos olores.
- Riñas frecuentes.
- Venta clandestina de alcohol y abuso en el consumo de drogas.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón