A veces una sola letra hace toda la diferencia. Y en esta ocasión no me voy a referir a la “a” (muy útil a la hora de nombrar lo femenino: Jefa, gerenta, etc), sino a la “s”. Y es que el plural de algunos sustantivos marca en realidad una importante diferencia. Vera usted:
Casi nadie lo sabe, pero el 15 de mayo –además del Día del maestro (y la maestra: Le digo que la “a” es útil)- se conmemora el Día Internacional de las Familias. Este día fue proclamado en 1993 por la Organización de las Naciones Unidas con el fin de resaltar el valor que éstas tienen como unidades básicas de la sociedad. La riqueza de esta proclama, en principio, radica en el uso de la “s”. Nótese que no dijeron Día Internacional de la Familia, sino de las Familias. Y esa diferencia, al parecer sin relevancia, es trascendental. Me explico:
En mucha mayor medida de lo que se admite, el modelo tradicional de familia ha venido registrando en los últimos años decisivas transformaciones. Las recurrentes crisis económicas, el auge de ideales democráticos, los cambios promovidos por las luchas feministas, son algunos de los factores que han repercutido de manera directa en la estructura familiar, en los roles históricamente asignados a sus miembros y en los patrones tradicionales de autoridad familiar.
El ingreso masivo de mujeres al mercado laboral y la consecuente aportación económica que realizamos en el hogar, por ejemplo, han resquebrajado para siempre los patrones tradicionales de poder al interior de la familia. Por un lado, con cada vez mayor frecuencia, el poder se comparte, y por otro va en aumento el número de hogares encabezados sólo por mujeres. Hoy, en el mundo, 25 de cada 100 hogares están encabezados por mujeres. En México el dato es de uno de cada cinco hogares. Esta cifra por sí sola no nos dice mucho, hasta que “la miramos con lupa” porque entonces encontramos composiciones familiares distintas. Miremos: De cada 100 familias nucleares (conformadas por el padre, la madre y los hijos/as), 15 reciben el salario principal o únicamente de la mujer (datos de INEGI publicados por CIMACnoticias, mayo seis de 2002). De cada 100 hogares jefaturados por mujeres, 43 son nucleares incompletos con hijos (la madre y sus hijos/as), 38 ampliados incompletos (la mujer, hijos/as y otros parientes cercanos) y el resto se divide entre unipersonales y ampliados sin hijos/as (Julio Boltvinik, La Jornada, “Economía Moral” noviembre diez de 2000).
Estas cifras nos permiten apreciar que ya no podemos hablar de “LA” familia mexicana. Baste ver las categorías en que se han dividido las familias para su análisis. Una de ellas es la del prestigiado economista Julio Boltvinik, investigador del Colegio de México. Hogares nucleares: La pareja y los hijos; ampliados: Pareja, hijos y otros parientes; nucleares incompletos: sin cónyuge; más sus combinaciones con o sin hijos/as como vimos en el párrafo anterior. De modo que es un error referirse a “La familia” mexicana como si el único tipo fueran las nucleares. De hecho, para 1995 casi la mitad de la población vivía en familias conformadas de distintas maneras, incluidas las parejas de homosexuales.
En este siglo, sin duda, continuaremos asistiendo a cambios sin precedentes en las relaciones familiares. Por ello es de suma importancia valorar los distintos tipos de familias, y dejar de considerar a los hogares no nucleares en el sentido tradicional como un error más o menos tolerable, o peor, como una desviación intolerable. Esta concepción, por ejemplo, es la que coadyuva a que muchas mujeres que viven en hogares violentos no rompan el vínculo. “La familia es lo primero”, les dicen, sin tomar en cuenta que familia no es sólo la conformada por la pareja y los hijos/as. Estoy de acuerdo en que una estructura familiar sólida beneficia a sus miembros y a la sociedad en su conjunto. El punto es que la estructura familiar puede conformarse de muchas maneras.
La diversidad familiar mexicana es una realidad creciente, y su no validación impide reconocer una serie de distintas posibilidades, a la vez que obstaculiza el crecimiento individual y familiar. De modo que colocar la “s” y conmemorar el Día Internacional de las Familias es un acierto, porque de manera explícita se reconoce la gran diversidad de estructuras familiares que imperan en el mundo. Bien haríamos en corregir cuando digan que “La familia es la base de la sociedad”. Pongámosle la “s” y digamos: “Las familias son la base de la sociedad”. De entrada, estaríamos reconociendo una realidad que no tiene marcha atrás.
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