El martes pasado tuvo lugar en la Presidencia Municipal de Torreón, una manifestación de protesta por parte de sexoservidoras que ejercen su oficio en nuestra ciudad, en la que presentaron un pliego petitorio a las autoridades. Misma que forma parte de los ajustes de los inicios de cada Gobierno y en el caso de Torreón con mayor razón, por la alternancia que se da entre dos partidos políticos distintos.
El evento que transcurrió entre los extremos de lo festivo, lo grotesco y lo dramático, culminó con una escena de baile sobre una mesa que protagonizó una de las manifestantes, como medio para atraer la atención. Al margen de lo anterior, procede analizar la postura de las reclamantes que así replantean su relación con el Ayuntamiento y por ende con la Sociedad de la que son parte, de cara al nuevo Gobierno Municipal.
Entre otras cosas, las mujeres de la llamada vida galante piden se les permita bailar y beber alcohol en los lugares en los que trabajan como meseras y el establecimiento de una zona de tolerancia. Las Señoras merecen el apoyo y el respeto a que todo humano tiene derecho, sin embargo, la prostitución no debe ser promovida por el Gobierno y como tal, sólo amerita ser objeto de control y vigilancia para evitar males mayores.
La actual administración debe ofrecer un programa de control sanitario aparejado a la apertura de oportunidades de desarrollo humano y profesional, que ayuden a las mujeres y sus familias a escapar de la prostitución o al menos a atemperar sus efectos. Más allá de los intereses políticos inmediatos el problema debe ser atendido en sus causas, en beneficio de los involucrados directos y de la sociedad en su conjunto.