Andábamos de vacaciones el jueves 9 de octubre cuando nos enteramos del triunfo del forzudo de Hollywood, Arnold Schwarzenegger, en las elecciones extraordinarias para ocupar la gubernatura del estado de California, USA y aunque el tema sea anacrónico, puede que valga la pena abordarlo, dada la importancia que tiene esa entidad, antes nuestra y ahora ajena...
Casi todos los periódicos de México y del mundo dieron a conocer oportunamente la mala noticia, junto a la biografía del triunfador. A nosotros, como a otros comentaristas, ni siquiera nos había pasado por el caletre la posibilidad de que este personaje del séptimo arte, con apellido de trabalenguas, pudiera sustituir a Gray Davis, que sucedió a aquel otro gobernador, de cuyo nombre no queremos acordarnos por su mal trato a nuestos migrantes, pues canceló la enseñanza del español como segunda lengua en California y privó de privilegios escolares y servicios de salud a los hijos de los indocumentados. Nos animaba, además, la remota esperanza de que un político de sangre mexicana, Cruz Bustamante, tuviera más apoyo que el musculoso Arnold.
Cosas de Chespirito, diremos, nadie contó con la astucia de George W. Bush, el mandatario estadounidense, quien aprendió más del viejo PRI mexicano que nuestos mismos paisanos, según se constató en el fraude electoral del estado de Florida contra Al Gore que, dudosamente, ganó el neocruzado fundamentalista cristiano George W. Bush.
Mas no es el tema que deseábamos abordar. Mejor averigüemos who is Schwarzenegger y cómo fué que se hizo de mulas Pedro para llegar a gobernar a 35 millones de californianos, tarea en la cual posiblemente vaya a asumir una especial encomienda presidencial: asegundar con la política discriminatoria y antimigratoria del recontra anterior gobernador Wilson contra los migrantes mexicanos...
Según narra Monserrat Radigales en “El Periódico” de Barcelona, A.S. inicializamos su vocativo ante la dificil articulación de su apellido es nativo de Austria. Vino al mundo en Thal, cerca de Graz, un 30 de julio de 1947 y sus primeros años no fueron felices; sus padres eran pobres y él parecía un becerro mamón cuando su madre le ofrecía los pechos. En su casa no tenían agua corriente ni corriente eléctrica. Pero su papá, que se conformaba con poco, hubiera querido que su robusto heredero le cumpliera el sueño de tener un hijo futbolista de contrato millonario, pues su economía familiar andaba de la patada.
Pero a AS, en cambio, le pegó la chifladura de cultivar el cuerpo y admirarse en el espejo desde que tuvo 13 años. Después de los 16 ya no había espejo en casa que lo reflejara por completo y se puso a competir localmente, en musculatura. Sudando y narciseando fue conocido Arnold como Mister Europa Jr., y más tarde, con apenas 20 años de edad y un lustro de levantar pesas en este loco mundo, ganaría el título de Mister Universo, siendo el más joven de toda la historia en tenerlo y con clara tendencia a conservarlo por muchos años, pues lo obtuvo en cinco ocasiones consecutivas. Ya sabrán los californianos a qué atenerse si a este Schwerzetc,etc, se encapricha en perpetuarse como gobernador.
En la vida de cada inmigrante se repite la vieja manida leyenda del sueño americano, contada desde los años en que las colonias británicas decidieron convertirse en un país independiente. AS no fue una excepción: cuando arribó en 1968 a Estados Unidos colgó de su fuerte cuello un sobrenombre cursilón: “El roble austriaco”. Tenía 21 años y era adinerado, pues los premios a su estructura física le habían rendido considerables ganancias. Mientras levantaba pesas también recogía pesos en la venta de casas. Al mismo tiempo se convertía en competidor de aquel otro Charles Atlas, vendiendo por correo su programa de ejercicio físico.
Luego se le abrieron las puertas de la meca estadounidense de la cinematografía: Hollywood. AS tenía pocas cualidades para entrar al cine: había en él demasiado músculo, una voz nasal más grave el que conflicto de Iraq, el acento austriaco tornaba indescifrable su inglés de migrante y su apellido provocaba dificultades de pronunciación entre los yanquis.
Sin embargo, los productores cinematográficos le diseñaron dos personajes del celuloide de acuerdo a su figura física: “Omán, El Bárbaro” y “Terminator”, los cuales consolidaron su popularidad, incrementaron su cuenta bancaria y sublimaron su más alto atractivo: la fuerza bruta.
No faltó algún observador agudo que le endilgara el calificativo de “arribista” con cierta razón. No sólo había ganado dinero, posición y popularidad; también había logrado enamorar a una sobrina del ex presidente demócrata John F. Kennedy, a la sazón lectora de noticias en la CBS y en la BBC. María Shriver se prendó de las cualidades físicas de AS y con él contrajo nupcias. Los Kennedy, todos lo sabemos, son políticos por naturaleza y han vivido pegados a las ventajas del poder público desde tiempo inmemorial, pero los artistas de Hollywood tienen la manía de derivar hacia la política. Alguien de la estirpe bostoniana le vendió la idea y AS la compró encantado. Admiraba a Ronald Reagan como icono en esta materia, igual a Clint Eastwood, quien fue Mayor en Monterrey, California. Con menos cerebro que el austriaco nacionalizado estadounidense destacaba en Italia una Cicciolina, bailarina porno y en Inglaterra la primera actriz británica Glenda Jackson lucía como militante laborista.
Por lo pronto el gobernador Gray Davis, que en dos semanas más le entregará el poder, lo envió a Washington a conseguir dinero con Bush para apagar dos incendios: el que azota a los bosques californianos y la situación de quiebra pública con que le entregará el gobierno de la entidad.
Vamos a esperar a ver cómo actúa Terminator. Diremos ante lo impredecible del porvenir: Que Dios coja confesados a nuestros paisanos residentes en la Alta California...