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Tirones agrarios/Plaza Pública

Miguel Angel Granados Chapa

A tirones hoy comienza a plenitud el diálogo por una política de Estado para el campo. Ha tenido dos comienzos fallidos, y hoy se produce el tercero y quizá verdadero, resultado de negociaciones, de un estira y afloja que evidencia intereses y talantes diversos en las autoridades y en los agrupamientos rurales.

Es posible en realidad, por lo tanto, que antes del 15 de marzo, como ayer anunció el presidente Fox, se firme el Acuerdo nacional para el desarrollo rural. Sólo es posible, no seguro, porque en el Gobierno Federal mismo se debaten posiciones diferentes y encontradas. Véase si no.

Hace cuarenta días, el dos de enero, el secretario Javier Usabiaga anunció el compromiso a que llegaron él mismo y el secretario de Economía Luis Ernesto Derbez con las organizaciones campesinas que en las semanas recientes se habían movilizado para expresar, como se llama una de las tendencias que estaban agitadas, que El campo no aguanta más. En las semanas siguientes, las de enero, se reunirían mesas de trabajo, cuyas conclusiones serían las de una convención nacional agropecuaria a efectuarse el cinco de febrero, en que se suscribiría aquel acuerdo. Diez días después de anunciado aquel compromiso, el diez de enero, Derbez fue trasladado a la cancillería. Mientras lo sustituía Fernando Canales, Usabiaga quedó a cargo del asunto y no lo llevó adelante, al punto de que Gobernación lo tomó como propio. Así, el 26 de enero se convocó al diálogo, en un documento firmado por Canales, Creel y Usabiaga, y velozmente rechazado por las organizaciones que suscitaron la necesidad del diálogo a que se convocaba.

Además de las gracejadas informáticas que provocaron risa y meneos de cabeza (de ésos con que se dice: no tienen remedio), la convocatoria no había sido emitida por dos partes sino por una, y no desembocaba ni en la convención nacional ni en el acuerdo previstos. De modo que algunas agrupaciones rechazaron de plano la invitación mientras que otras, las afiliadas al PRI (que no guardan entre sí la más armónica de las relaciones) pidieron precisiones. Cuando las obtuvieron, condicionaron su participación a que las mesas de trabajo comenzaran el diez de enero, no el seis, como terquearon Canales y Usabiaga.

Creel tomó de nuevo el asunto y de hecho la convocatoria fue relanzada. Se convirtió en una iniciativa bilateral, pues se integró una comisión organizadora con amplia representación de los involucrados, se estipuló inequívocamente que la meta sería firmar un Acuerdo nacional, resumen de la nueva política hacia el campo, y se partió en dos, si cabe decirlo, la inauguración, para que quedaran satisfechos los del seis y los del diez: en ese jueves se instalarían formalmente los trabajos y en ese lunes comenzarían la presentación de ponencias y las discusiones. Esas decisiones fueron ya tomadas por la comisión organizadora, que acordó que las sesiones se efectuaran no en los locales previstos en la convocatoria fallida sino en Lecumberri, en el Archivo General de la Nación. Quedó por definirse si allí se iniciarían los trabajos, anteayer lunes.

Usabiaga pasó por alto a la comisión y decidió que la primera mesa se realizara en su terreno propio, un campo deportivo de los trabajadores de Agricultura. La comisión se consideró ofendida y la mayor parte de sus integrantes rehusó acudir a ese local, para desautorizar la nueva, la repetida unilateralidad del titular de la Sagarpa. En cambio, el presidente Fox, que se abstuvo de asistir a la plenaria inaugural el jueves, se presentó a la reunión desairada por algunos de los convidados principales. Por añadidura, el formato de la sesión matutina del lunes castigó a quienes por considerarlo necesario o por congraciarse con la autoridad se presentaron en Culhuacán: el diálogo comenzó con varios monólogos, del Presidente, de Usabiaga, de varios gobernadores. Cuando los productores pidieron la palabra, el propio Fox tuvo que negarla: no era todavía la hora de comenzar a discutir. Cuando esa hora llegó, el Presidente ya no estaba allí.

El saldo del lunes arrojó pérdidas para las dos posiciones. Los ausentes de Culhuacán vieron el riesgo de que otros interlocutores tomaran su lugar, pues la reunión no fue tan desolada como creyeron. Y el Gobierno, aunque contó con público, no cumplía su propósito explícito de dialogar con todos.

De modo que fue pertinente llegar a otro compromiso, que se cumple esta mañana. En vez de sólo asistir al AGN a partir del jueves, cuando comience la mesa dos, las agrupaciones renuentes se presentan hoy en Culhuacán, todavía a tiempo de enriquecer el debate de la uno, que versa sobre el papel del campo en el proyecto de nación.

Estos tirones revelan que, simultáneamente con la discusión sobre el campo, se libran también disputas en las dos grandes porciones del diálogo. No hay posiciones homogéneas ni en el Gobierno ni en las organizaciones. Es normal que entre ellas ocurra esa diversidad, pues sus orígenes, su implantación, su papel, su fuerza, su potencial, sus intereses en suma, y los de sus dirigentes, los han colocado a veces en posiciones antagónicas. Un subproducto político de gran importancia, resultado del procedimiento para convocar al diálogo, podría ser la integración de un frente, que se fije propósitos unitarios, en la acción aunque no necesariamente en la organización.

Asombra, en cambio, que existan desacuerdos en el equipo gubernamental, pues se supondría a sus miembros firmes en torno a su jefe y a éste leal a sus colaboradores.

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