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Tonterías tributrias

salvador kalifa

El debate sobre la Reforma Tributaria da lugar a todo tipo de opiniones. Abundan declaraciones y propuestas de columnistas, políticos, empresarios, legisladores, gobernadores, líderes obreros, ?intelectuales?, etcétera.? sobre un asunto acerca del cual la gran mayoría de ellos carece de la preparación más elemental. Muchos de sus argumentos muestran la gran cantidad de tonterías que se pueden decir sobre el tema fiscal.

No debe extrañarnos, por tanto, que proliferen sugerencias de nuevos impuestos y modificaciones de los existentes, así como llamados para que aparezcan planteamientos ?imaginativos? que tengan ?viabilidad política?, amplíen la base de contribuyentes, reduzcan la evasión y elusión, aumenten la recaudación y promuevan el crecimiento, pero sin afectar a los intereses creados ni a los consumidores.

La semana pasada señalé que cuando los ?consensos? se fincan en la búsqueda de esa utopía, lo que resulta son ?reformas? económicamente desastrosas. Eso ocurrió con las ?deliberaciones? de las legislaturas anteriores y todo parece indicar que la actual cometerá los mismos errores.

Los distintos planteamientos de nuestros políticos carecen de bases conceptuales. En consecuencia, no sólo es evidente que no consultaron escritos especializados sobre asuntos tributarios, sino que tampoco se asesoraron con profesionales del tema. Lo que sí está claro es la ignorancia y terquedad detrás de las propuestas. Estas características constituyen una mezcla que nada bueno puede traer al país.

Preocupa que nuestros legisladores, en vez de recurrir a las enseñanzas de la ciencia económica y la experiencia en materia de impuestos, se aferren a promesas insensatas de campaña que como en muchos otros países, se usan para ganar votos. En otros lados, sin embargo, los que ganan las elecciones entienden la diferencia entre estar en campaña y gobernar, y muchas veces se ven obligados a dar marcha atrás a sus ofrecimientos, en particular los relacionados con los impuestos.

Nuestros legisladores, sin embargo, insisten en divagar en la búsqueda de ?alternativas? tributarias que, según ellos, sean fruto del ?talento? de sus integrantes, en vez de aceptar los consejos de la ciencia y la experiencia en cuanto, por ejemplo, a la homologación del Impuesto al Valor Agregado y la desaparición de los tratos preferentes y las exenciones.

La improvisación de impuestos no es algo nuevo. Los gobernantes en todas las épocas han tenido ?ideas geniales? para recaudar impuestos. Por ejemplo, el Gobierno de Esparta en la antigua Grecia decretó que todos los habitantes, incluyendo los esclavos y el ganado, ayunaran por un día completo y pagarán luego un impuesto de 100 por ciento de los alimentos que hubieran consumido. En el Imperio Romano el senado penalizó a la gente por liberar esclavos. Gravó con un ?impuesto de libertad? que oscilaba entre dos y cinco por ciento del valor de cada esclavo a los dueños que los liberaran.

Un ejemplo más reciente ocurrió en Europa. En varios países europeos existen casas antiguas con muy pocas ventanas. Las personas que ahí habitaron tenían una probabilidad mayor de enfermarse y morir por falta de luz y ventilación. ¿Por qué miles de personas vivían en ellas? Porque a algunos idiotas ?creativos? se les ocurrió poner un impuesto al número y tamaño de las ventanas. Hoy día cuando uno viaja por Europa puede todavía encontrar casas de la época del impuesto a las ventanas, un testimonio elocuente, aunque silencioso, de las estupideces que pueden cometer los gobernantes.

Estas anécdotas muestran que la imaginación de los gobernantes es el límite a la variedad de impuestos con los que pueden gravar a una sociedad. Afortunadamente, la ciencia económica ha avanzado lo suficiente como para ahorrarnos a los habitantes del siglo 21 los costos tan enormes de la improvisación en asuntos tributarios.

A pesar de ello, en años recientes hemos sido testigos y víctimas de tonterías impositivas a la mexicana, con improvisaciones apresuradas de los congresistas, que van desde gravar los artículos de ?lujo? hasta el Impuesto Sustitutivo del Crédito al Salario. Sólo Dios sabe con qué estupidez nos saldrán ahora.

El problema en nuestro caso, sin embargo, no se limita a la ceguera con la que el Congreso atiende el diseño de los impuestos, sino que va todavía más lejos, cuando en un continuo afán de lograr victorias políticas, los legisladores reparten con gran ?generosidad? los recursos públicos mediante subsidios y apoyos, mientras que al mismo tiempo, al mantener privilegios y tratos fiscales preferentes, obstaculizan y limitan la generación de ingresos para financiarlos.

México necesita una estructura tributaria que promueva el ahorro, entorpezca lo menos posible su potencial de crecimiento y disminuya la fragilidad actual de su presupuesto. Esto no se logrará a base de improvisaciones y decisiones viscerales, ni con la defensa de privilegios o la proliferación de tratos preferentes, como pretenden los legisladores del PRI y del PRD.

Los mexicanos ganaríamos bastante si nuestros legisladores hicieran a un lado su obsesión por el ?costo político? (para sus partidos) de cuanto hacen y dicen, para dedicarse en cambio a evaluar el ?costo económico? (para los mexicanos) de su inacción, o peor aún, de su irresponsabilidad al rechazar neciamente una propuesta tributaria como la homologación del IVA que se caracteriza por tener bases conceptuales y prácticas mucho más sólidas que cualquiera de las alternativas que sus mentes ?brillantes? puedan diseñar.

E-mail: salvadorkalifa@prodigy.net.mx

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