Tercera y última Parte
En la noche la baja autoestima encuentra alivio
Torreón, Coah.- La noche del sábado parece ser la preferida por los adoradores del perpetuo beat, los neones y las tachas. El viaje del fin de semana continúa.
Después de pagar el cover los pasos hay que dirigirlos hasta el fondo del lugar, atravesar el infierno y sólo observar las escaleras al cielo para entrar al patio del antro donde los danzantes purgan las penas laborales y universitarias de la semana, dirigidos por el venerado gurú mister DJ.
El calor que emana de los cuerpos agitados y excitados, el latir del corazón alienado al ritmo que dictan las consolas, las miradas perdidas y nubladas de los que se mueven y la atención de los que sólo ven, hacen del momento una atmósfera especial.
| TORREÓN DE NOCHE. DROGAS, LA INVASIÓN SILENCIOSA |
Un joven de sombrero negro y rubia cabellera rizada lanza puñetazos al viento, su vecino prefiere agitar más los pies, otros dos se sientan a descansar y rehidratarse, y en medio de la escena aparece el chico de la noche anterior, el que aseguró conseguir el conecte.
—No ha llegado, pero ya no debe de tardar... no se apuren, cuenten con eso.
Y la música invita a aguardar el negocio de la sustancia enervante bailando. Luego de unos cuantos minutos, el joven vuelve a aparecer. Avanza entre la multitud. Se abre paso. Mira a su alrededor y luego dirige sus ojos a su objetivo. Su mirada lo dice todo. El “dealer” ha llegado.
—Aquí está ya, vamos para que lo veas... no trae “tacha” pero trae algo muy bueno... MDMA—dice con gran confianza en sus palabras.
La secuencia electrónica es cada vez más rápida, lo mismo que los cuerpos que alrededor se agitan. En medio de la pista del ritual se asoma un hombre de rostro casi adolescente con una mano en una bolsa. Clava la mirada en su cliente y extiende su mano para saludarlo.
—Hola, mucho gusto... —aprieta un poco y deja una pequeña bolsa de plástico en la palma del comparador que de inmediato deposita en su pantalón.
—¿Qué es?—se le cuestiona.
—MDMA, es chido, te pone arriba, vas a bailar, pero necesitas hidratarte, tomar líquidos—responde y agrega: “Son 200 pesos”.
—¿Aquí mismo?
—Entre más natural y abierto lo hagas hay menos problema...
El que ahora tiene una capsulita mitad azul mitad blanca envuelta en hule en uno de sus bolsillos, saca la cartera, la abre y extrae un billete verde con el rostro de Sor Juana Inés de la Cruz impreso en uno de los lados y se lo extiende al vendedor quien sin ningún cuidado lo toma y se lo guarda. La transacción está hecha y los participantes se despiden.
—Buen viaje... chido—y el rostro juvenil del “dealer” se pierde entre los fieles del posmodernismo y no se le vuelve a ver en toda la noche.
Las causas
Juan Carlos Alonso, psicólogo del Centro de Integración Juvenil, afirma que el cien por ciento de los consumidores de drogas tienen una baja autoestima. También algún trastorno psicológico puede ser el origen.
“El hecho de que alguien se acerque a probar alguna droga tiene su razón, no es simplemente la curiosidad de los jóvenes o la influencia de los medios de comunicación, estos factores ejercen influencia pero no son contundentes. De hecho ningún factor es determinante. El medio en que se desenvuelven las personas también es importante, nosotros manejamos un tema que llamamos Normalización del Consumo ya que existen colonias donde es una actividad cotidiana”.
María Luisa Madero, psicóloga de la Universidad Iberoamericana, comenta que a lo largo de la historia de la humanidad han existido problemas de soledad, baja autoestima; sin embargo la pregunta es ¿cuáles alternativas tienen hoy los jóvenes para solucionar estos problemas?
“El discurso es ‘ahí está la droga, al alcance de tus manos, tómala, esto te puede resolver tu vida, esto te puede hacer sentir mejor’ ”.
Ante este panorama la psicóloga se cuestiona sobre el ¿qué ha faltado de formación en los jóvenes para que estos recurran a vías más sanas para solucionar sus problemas?
“No sé hasta qué punto los papás estemos conscientes del problema, de que tu hijo está dentro de las drogas. Para muchos es preferible pensar que no sucede en tu casa antes que enfrentar el problema.
¿Será que también nosotros como padres estamos viviendo en el individualismo?”.
La sociedad moderna obliga a dedicarle más tiempo al trabajo que a la vida familiar, la hora de comida ya no es sagrada como en antaño y la televisión la mayoría de las veces es la mejor y única compañía.
En diferentes establecimientos de la ciudad, de diferentes estratos sociales se venden drogas. Los lugares son un secreto a voces, muchos los conocen, sin embargo para las autoridades es difícil combatir a los vendedores que operan en “antros”.
Gerardo Pérez, delegado de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Coahuila, comenta que es prácticamente imposible entrar a estos lugares, si no es con permiso de los propietarios o una orden de cateo.
“Es una propiedad privada, entonces no te puedes tú meter así. La gente que tenga alguna noticia le pedimos que la haga llegar en forma anónima, porque en este problema no podemos dar palos de ciego, si uno quiere realizar las acciones, si uno quiere aprovechar la oportunidad, pues hay que hacerlo con elementos probatorios. ¿De qué sirve que vaya a un tugurio si el día que vamos no agarramos nada?”.
Siempre los taxis
Las mesas se encuentran llenas de caballeros que admiran los cuerpos semidesnudos que se contornean al ritmo de diferentes estilos musicales. Una a una, las chicas toman el escenario por asalto para recrear las fantasías de todos los presentes. Algunos de los parroquianos comenta que son unos “verdaderos cueros”.
Samantha tiene 29 años, desde muy joven comenzó a bailar en los table dance. Conoce a la perfección los negocios de la región, así como todas la historias que corren entretelones.
Accede a platicar con una sola condición: invitarle constantemente una michelada, cuyo valor es de 70 pesos.
Samantha afirma que nunca ha probado alguna sustancia prohibida, pero la mayoría de sus compañeras sí.
“Aquí está tranquilo, pero donde trabajaba antes, ahí por la Cuauhtémoc, el camerino siempre olía a mariguana o veías a chicas inhalando cocaína. De hecho una vez me peleé con una de ellas porque me molestaba el humo”.
Samantha bebe con rapidez, lleva una pequeña comisión por cada michelada. Pide otra y aprovecha para contar algunas de sus historias vividas en otras ciudades de la República, la experiencia la hace afirmar, que “aquí en Torreón todavía está tranquilo pero...”, otro trago, “bueno ya no tanto, cada vez está más pesado”.
—¿Y aquí con quién pudiera conseguir algo?
—-¿A poco quieres droga?—cuestiona la chica que prefiere hacer sus rutinas con canciones de Metallica.
—Los meseros deben traer algo, ellos siempre venden.
—Fíjate que aquí no, donde antes trabajaba algunos sí le vendían a las chicas, pero eran pocos. Los que siempre la conseguían eran los taxistas.
—¿Cómo?
—Mira, los meseros conocen a choferes que distribuyen, entonces como cliente le pides al mesero y él ya le llama por celular a algún taxista de su confianza.
—Bueno, ¿a qué mesero le puedo decir?
—Aquí no sé de nadie, te digo que en el negocio de la Cuauhtémoc es donde se mueve mucha droga, ¿no te acuerdas que una vez agarraron al taquero de al lado porque también vendía?
Samantha se despide tan pronto como se acaba la disposición de invitarle más micheladas, pero no se va sin antes decir, “allá cualquier mesero te puede conectar”.
El viaje termina cuando faltan pocas horas para amanecer, cuando Torreón muestra el rostro de una ciudad en pleno desarrollo que contrasta con la invasión de las drogas por la noche.
El reventón
Después de una primera experiencia con las “tachas” es muy difícil no querer repetirla. Sandra algún tiempo pasó por esto, hoy estudia en una universidad privada y evita volver a caer en el consumo de sustancias prohibidas.
No hace mucho tiempo Sandra acostumbraba asistir a fiestas o “reventones” en donde los mismos DJ distribuían los estupefacientes entre los asistentes.
Muchas veces se enteraba de los eventos por medio de la Internet. Los e-mails en cadena son una herramienta útil para asegurar asistentes en los “raves”.
“Los organizadores hacen con tiempo todos los preparativos, para lo cual primero se trasladan a Monterrey donde consiguen de todo. “Tachas”, ácidos, cocaína, anfetaminas, opio, mariguana e incluso “key”, que no es otra cosa que la Ketamina 50, un anestésico para animales y se puede conseguir en cualquier farmacia veterinaria sin receta”, afirma Sandra.
Pero el fenómeno de la droga no es exclusivo de las fiestas electrónicas. En las discos de la localidad la cocaína es la reina.
Sandra comenta que en los lugares exclusivos donde lo más selecto de la juventud lagunera acude a divertirse, también es posible comprar. En las noches de barra libre o bien en las denominadas VIP es un secreto a voces que en el baño se localiza el vendedor de flores. La clave es muy sencilla.
—¿Quiere una rosa “arreglada”?
En la flor se guarda la cocaína. Sandra recuerda que es común ver en el baño a mujeres “polveándose” la nariz.
El negocio de las drogas alcanza todos los niveles. Sobre el bulevar Independencia es común ver, cada viernes, estacionados en doble fila, camionetas cuyos ocupantes son los conocidos “guaruras”.
“Ahí los meseros no están involucrados. Más bien en las afueras del lugar se hacen los conectes, si en ese momento no traen no tardan mucho es conseguirla, lo importante es no perder el mercado”.