Desde hace 13 años Juan Felipe trabaja con cadáveres
TORREÓN, COAH.- Antes de embalsamar cadáveres, Juan Felipe Sánchez Esquivel soldaba todo tipo de metales. No imaginaba siquiera que algún día sobre una mesa de acero inoxidable se dedicaría a vestir y maquillar difuntos.
Juan Felipe tiene 36 años de edad y desde hace 13 se desempeña en el oficio. Al principio era empírico, pero el interés por su trabajo lo llevó a conseguir un título como técnico embalsamador. Ahora, además de reconstruir el rostro de un cadáver, sabe resolver cualquier tipo de problema que se presente durante el proceso.
Para muchos, embalsamar un cadáver es un proceso por demás tenebroso, pero para Juan Felipe es un trabajo como cualquier otro.
Una vez que deposita al difunto sobre la mesa de acero inoxidable de la funeraria Serna, inicia el proceso con todo respeto. Después de dos o tres horas de trabajar con material quirúrgico, los maquilla y los viste.
Para Juan Felipe es muy importarte darle la mejor presentación al difunto: que todos crean que duerme. Así logra aliviar aunque sea un poco el dolor de los deudos.
—Me he capacitado tomando cursos aquí en la región y en otros estados. La preparación siempre es para aquél que quiere aprender y los que ya saben quieren pulirse más.
Sonríe cuando recuerda sus inicios como embalsamador:
—Las circunstancias de la vida me hicieron acercarme a este trabajo. Antes era soldador, pero se presentó la oportunidad de trabajar en una funeraria.
Lo que más le llamó la atención es el procedimiento para embalsamar los cuerpos. Y lejos de sentir miedo, comenzó a interesarse por el oficio.
—Abel Cortines Luévanos, quien era el médico legista del Ayuntamiento en el Hospital Universitario, fue quien me enseñó. Ahí empezamos, primero me dejó entrar a ver, luego a meter mano como dicen ellos, después aprendí lo demás.
No recuerda si fue hombre o mujer el primer cuerpo que embalsamó.
—La primera vez sentí mucha presión, estaba solo. Si es hombre o mujer, el trabajo es igual... al fin cadáver.
Los deudos son lo más importante para Juan Felipe:
—Trato de hacer mi trabajo lo mejor posible, sobre todo por la familia. Aparte de conservar el cuerpo es necesario darle la estética, el acabado, no hay que hacer el trabajo al ahí se va.
Lograr un buen trabajo depende de las circunstancias en que haya muerto la persona.
—Hay muerte natural y violenta, esta última es la más difícil porque intervienen los médicos legistas para hacer la necropsia y maltratan mucho los cuerpos, no se fijan en el trabajo que hacen.
La necropsia es un dolor de cabeza para los embalsamadores.
—Es importante la necropsia porque ayuda a esclarecer las muertes, pero dificulta nuestra labor, sabemos que es por Ley pero nos envían los cuerpos en condiciones pésimas, todos suturados.
Los comentarios sobre su trabajo siempre son los mismos: que si no le dio miedo la primera vez, que si no siente asco, que si sus manos huelen a muerto.
Con el tiempo ha aprendido a no hacer caso de esos comentarios y ninguno le ha afectado tanto al grado de pensar en dejar su trabajo.
—Es un trabajo noble porque a pesar de que los familiares tienen la pena de perder a un ser querido, en medio de su dolor agradecen y nos dicen: “qué bueno que lo dejaron como dormidito”.
Los rumores sobre los cadáveres también son insistentes: hay quienes aseguran que eructan o se mueven.
—Sí es cierto que hacen ruidos, se mueven, eructan, arrojan líquidos, pero todo dentro de lo normal. Están aventando todo lo que traen adentro, pero luego se asean y quedan muy bien. A veces les cierro los ojos y al rato los tienen abiertos.
Por eso reconoce que al principio de su trabajo sintió miedo, pero terminó por acostumbrarse.
—Siempre hay que hacer todo con respeto, no porque sea un cadáver hay que tratarlo de otra manera.
Pero hay algo a lo que no se logra acostumbrar:
—Es muy triste cuando tengo que embalsamar a un niño, prefiero a los adultos. Cuando se trata de un angelito lo siento en el alma porque tengo hijos, no puedo evitar acordarme de ellos y sentir mucha tristeza.
Hay ocasiones en que le cuesta trabajo embalsamar. A veces, sin saber por qué, Juan Felipe se deprime y siente que la tristeza lo agobia, pero el deber, dice, está primero.
Lo peor para él es cuando le toca embalsamar el cuerpo de un amigo o un familiar:
—Hace tiempo perdí un primo y tuve que embalsamarlo porque su familia no tenía dinero. No es lo mismo, sentí presión porque no sabía qué pensarían mis parientes de mí cuando terminara de embalsamarlo, también me ha tocado trabajar con los cuerpos de mis amigos.
Y a pesar de los comentarios, del sentimiento de tristeza y del miedo a embalsamar a un amigo o un familiar, Juan Felipe seguirá tratando a los muertos como si estuvieran vivos: vistiéndolos y maquillándolos lo mejor posible para cuando los deudos los vean en los ataúdes, crean que están dormidos.