Alrededor de 242 pesos cuesta disfrazarse.
TORREÓN, COAH.- Aunque no tengan para comprar un disfraz o una máscara látex con el rostro de personajes tenebrosos, Pedrito y Gerardito ya están pensando en el disfraz que habrán de inventar para ponerse el día de Halloween; un festejo completamente anglosajón, pero que la niñez y la juventud mexicana han adoptado.
Como en muchas partes del mundo, también en esta ciudad el 31 de octubre se celebra la Noche de Brujas. Pese a que se dice que no es una festividad mexicana, lo cierto es que esta tradición poco a poco ha ganado terreno gracias a la persistente promoción que le hace el cine, la televisión y las casas comerciales.
En la actualidad, este festejo tiene mayor popularidad entre la comunidad infantil y juvenil; sin embargo, hasta el momento las celebraciones no se realizan de la misma forma y fuerza que en los Estados Unidos, donde las tiendas atiborran sus locales de productos alusivos a la fecha y en donde se organizan desfiles, festejos en casas particulares espectacularmente adornadas con motivos propios a esta fiesta y en las calles, el peregrinar nocturno de los niños con sus disfraces, canastas en forma de calabazas y antifaces, parece no cesar.
Según Mario Efrén Perales, director del turno vespertino de la escuela primaria Jesús Agustín Castro, la celebración local de este festejo que se practica a la par que el Día de Muertos, “difiere de la estadounidense e inclusive está más marcada entre los jóvenes estudiantes de secundaria, preparatoria y profesional, que aprovechan el festejo para armar sus reventones”.
Sin embargo, éstos son muy distintos a los que se organizan en los Estados Unidos, “pues aquí, aunque sí se pueden ver adornos alusivos a la fecha, nunca faltan las piñatas, dulces para los niños, comida mexicana y música para bailar para los jóvenes”, dice Perales.
En la Comarca Lagunera y en el país en general, aún no tienen gran influencia las creencias sobre Jack, un irlandés tramposo, rechazado en el cielo y el infierno y que vagaba por la tierra buscando dónde descansar. Por eso los niños británicos e irlandeses hacían linternas en nabos o remolachas vaciadas para recordar a ese personaje. Al migrar hacia América, en los años 20, los irlandeses llevaron la tradición aunque las calabazas reemplazaron a los nabos.
Los recorridos nocturnos que en el país vecino acostumbran los niños disfrazados para tocar de puerta en puerta y pedir caramelos con la frase “trick or treat” (treta o trato), en las comunidades mexicanas aún no está tan marcada, aunque en algunos sectores de la población, con cada año, se observa que se desarrolla con mayor intensidad.
“Sin embargo, en las comunidades más pobres, podemos observar que son las madres de familia quienes influyen en los niños para que participen en este festejo y aunque no tengan para el disfraz, los pintan con sus cosméticos y de sus vestidos, les confeccionan capas, ellas lo hacen para que los niños se diviertan y sobre todo, para que consigan dulces, que muchas veces ellas no les pueden comprar”, dice el director.
Interés comercial
La falta de arraigo de Halloween también se observa en el sector comercial. En nuestra región, como en el país en general, las ventas en esta época no llegan a ser tan importantes como ocurre en los Estados Unidos, donde esa tradición es extraordinaria, ya que inclusive constituye la segunda temporada comercial más importante del año, después de la Navidad.
En la Comarca Lagunera, desde el mes de septiembre, en los diferentes establecimientos fueron colocados diversos artículos alusivos a la fecha para su promoción. En las tiendas trasnacionales es donde más productos pueden encontrarse, pero la realidad es que los costos están fuera del alcance, para ciertos sectores de la población.
Carmela Ríos Acosta dice que a ella sí le gusta disfrazar a sus niños con motivo de este festejo, “pues aunque no es parte de nuestra tradición, lo hago porque me gusta verlos alegres, aunque la verdad nunca les he comprado un disfraz o algo semejante, yo les improviso algo”.
Pero para Santos Leo Alvarado, quien es Testigo de Jehová, “esta festividad es algo que no trastoca nuestras vidas, pues no podemos rendirle culto a seres malignos, ni nada de eso”, comenta mientras realizaba unas compras en un conocido centro comercial.
Durante el recorrido por las principales tiendas, la promoción de objetos alusivos son variados. Las máscaras látex con el rostro del monje loco, drácula y demás seres de ultratumba oscilan entre los 60 a los 99 pesos. Aunque existe poca variedad de artículos, quienes celebran este día pueden encontrar disfraces con precios diversos. En uno de los establecimientos, el más caro señalaba el costo de 329 pesos.
Calabazas de plástico de varios tamaños —donde los niños depositan sus dulces—, son las que más abundan. Las tiendas manejan diferentes precios; en una, la pequeña costaba ocho 90, en otra, el precio era de nueve pesos con 50 centavos.
Así en diferentes partes de la ciudad, los vendedores ambulantes ofrecen calabacitas o cabezas con rostros tenebrosos, para colgarse en los parabrisas. Un puesto de máscaras de vinil y látex a la altura de la calle Juárez y bulevar Reforma, cuenta con precios accesibles para quienes sí festejarán Halloween, “la más cara es de 80 pesos, pero la gente siempre pide que le bajemos y la venimos dando a 65 pesos; pero aquí la más barata es de 20 pesos”, dice el encargado del local.
En las tiendas departamentales se pueden encontrar adornos para las casas: máscaras, servilletas, vasos y algunas prendas. Muchos de ellos son adquiridos para bailes de luz y sonido, fiestas infantiles y celebraciones en clubes sociales, donde los demandantes son personas que vivieron algún tiempo en los Estados Unidos o son del Distrito Federal, donde el snobismo está presente.
Carla Díaz de León, psicóloga de profesión, comenta: “Esta tradición extranjera ya está enraizada en la Comarca Lagunera, como ocurrió con otras costumbres foráneas, por ejemplo, el Día de San Valentín”.
Pero para otros entrevistados, la amenaza de que el Halloween desplace al Día de Muertos o le haga perder el significado religioso y cultural, “está muy lejos de suceder, porque para eso están las escuelas, que son las principales promotoras de nuestras raíces”.
Sin embargo, Pedrito y Gerardito, quienes son primos, ya le pidieron a Martha —mamá del primero— un disfraz de su personaje favorito.
“Yo quiero el del jinete sin cabeza”, comenta Pedrito. Según Martha, “le encanta desde que vio la película en casa de uno de sus primos”.
Por su parte, Gerardito quiere una capa larga como la de drácula, “para morder con mis grandes dientes a la Vanessa —su prima de tres años—, que la otra vez me hizo llorar...”, y todos ríen ante su comentario.
De Europa a La Laguna
El origen del Halloween se remonta al siglo XVII cuando el pueblo Celta dominaba gran parte de Europa y efectuaba una celebración que marcaba el fin de las siembras. Consideraban que esa noche llegaban los espíritus de las frutas y hortalizas y encendían hogueras para ahuyentarlos.
Con el paso del tiempo esa creencia se mezcló con ideas cristianas y otras influencias y terminó de deformarse en Estados Unidos hasta quedar en su condición actual.
Debido a la fuerte influencia que los Estados Unidos ejercen sobre la sociedad mexicana, esa tradición también se arraigó en la frontera norte, así como en el Distrito Federal, donde sí es posible observar sectores de la población que incluyen en el festejo los recorridos nocturnos de niños disfrazados de fantasmas, esqueletos, brujas, demonios, vampiros y cadáveres, para pedir caramelos.
En la Comarca Lagunera, aunque esta tradición todavía “no pega” entre los infantes tal como ocurre con la celebración de la Navidad, poco a poco va ganando más adeptos.
El costo de la fiesta
Para que los niños y jóvenes puedan festejar el Halloween, es necesario gastar en lo siguiente:
· Las máscaras látex con el rostro del “Monje Loco”, Drácula y demás seres de ultratumba, oscilan entre los 60 a los 99 pesos.
· Aunque existe poca variedad de artículos, quienes celebran este día pueden encontrar disfraces con precios diversos: oscilan de entre 150 a 329 pesos.
· Las tiendas manejan calabazas de plástico de varios tamaños así como diferentes precios: una pequeña vale casi nueve, las grandes tiene un precio aproximado a los 25 pesos.
· Si se toma en cuenta el costo de 150 pesos, una máscara de 99 pesos y una calabaza de 25 pesos, el total de un disfraz es de: $274.00.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón