Intentos por rescatar el aspecto cultural del “Día de muertos”
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- Pleno otoño. Final de octubre, principio de noviembre. Los primeros fríos se dejan sentir entre calaveras, misas y calabazas, entre el culto fúnebre de la tumba, el festivo del altar y el disfraz alegórico del espanto; entre la tradición, el luto y el consumo.
La noche cae el 31, los canales de la televisión cerrada se llenan de caricaturas y programas especiales de “terror”, las máscaras, capas y los dulces volaron en las tiendas de autoservicio y en las calles corren de un lado a otro seres extraños, pequeños y no tan pequeños: es el día del Halloween; o mejor dicho, en el norte de México, es el “jaloguí”.
Para el primero se realizan las misas en los templos católicos en conmemoración de Todos los Santos, los primeros mártires cristianos. Para el segundo día del penúltimo mes del año, aparecen los altares y las calaveras de azúcar y de versos, los tahoneros expenden los panes de muerto, los panteones se llenan de gente, cempasúchil, comida, música, risas, llantos y silencios.
Raíz y consumo
Para Lerins Varela Castro, miembro del área de investigación social de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila, la juventud y modernidad relativas del área conurbada de la Comarca Lagunera así como la cercanía con la frontera con Norteamérica genera una inclinación hacia la cultura estadounidense, dentro de la cual aparece el Halloween.
“No obstante, ésta se da principalmente en las tiendas, con un sentido no de apropiación o pertenencia de la gente sino más bien de consumo, del interés de las cadenas comerciales de vender, ganar dinero”.
Varela Castro considera que el fenómeno del Halloween impacta a todos los estratos socioeconómicos de La Laguna, pero, sobre todo a los de clase media hacia arriba.
Lo anterior lo atribuye en parte a la capacidad de consumo que tienen los miembros de estos últimos sectores, quienes, además, presentan una mayor atracción hacia, e influencia de, todo lo norteamericano. Esto, a través de los canales de la televisión de paga o vía satélite transmitidos desde el otro lado de la frontera.
El desarraigo juega un papel importante en esta penetración. “Esta gente no tiene una relación directa con fenómenos como el Día de Muertos, no van a los panteones a limpiar las tumbas, a lo mejor sólo va la abuelita a dejar unas flores y ya”.
Sugiere que ante la falta de apego a estas tradiciones en gran parte de las clases pudientes, se presenta una sustitución, una transculturación. En colonias como Campestre La Rosita, Torreón Jardín, San Isidro, Los Ángeles, Las Rosas, es posible observar a los niños con sus disfraces yendo de casa en casa con los vecinos a pedir “su Halloween”.
“Los chavos de las secundarias y prepas privadas son los que hacen fiestas en la Noche de Brujas, o los de universitarios que se van a la disco, a los concursos de disfraces; estamos viendo que ésa es la parte por donde llega”.
Lerins Varela reconoce que en los jóvenes y niños de niveles socioeconómicos bajos no se da de esta manera el fenómeno y explica: “como el consumo no es fuerte, entonces ahí no impacta tanto”.
Sin embargo, eso no implica que no repercuta de alguna u otra manera. Es común ver en la noche del 31 madres de familias de escasos recursos acompañando a sus hijos, aprovechando la ocasión para pedir golosinas que ellas no pueden comprarles.
Al respecto, Varela Castro comenta: “tampoco tienen el sentido de pertenencia del Halloween, pero saben que ese día pueden ir a pedir dulces”. Mas no está generalizada esta práctica.
Según el integrante del área de investigación social de la FCPyS, los habitantes de las colonias populares, así como de los ejidos, son quienes el Dos de Noviembre en mayor medida acuden a los cementerios a rendir tributo a sus difuntos.
El fenómeno del Día de Muertos encuentra una resonancia mayor conforme se avanza hacia el sur de la República Mexicana; “en los estados del norte, esta tradición existe pero a veces se confunde precisamente con el Halloween, el cual ha ido ganando terreno por estos lugares”.
Acerca del aparato mercadotécnico que respalda y fomenta el festejo de la Noche de Brujas, situación, la cual no sucede con el Dos de Noviembre, Lerins Varela comenta: “es que no se presta, el Día de Muertos es completamente distinto, en éste se trata de rendir tributo a la memoria de los difuntos, es estar con la familia, no hablar de fantasmas, duendes y brujas”.
No obstante, señala que el aspecto de ventas se da en ambas celebraciones, con sus marcadas diferencias.
Sobre la relación entre las dos tradiciones en términos de significados, el sociólogo expresa que nada tiene que ver una con otra, “ni siquiera pudiera hablarse de que están enfrentadas, lo que confluye es que son casi en los mismos días”.
Señala que en los últimos años se ha observado un esfuerzo por “rescatar” la tradición del Día de Muertos frente a la penetración del Halloween. “Pero, más que tratarse de una revaloración del sentido religioso, ha sido en términos del aspecto cultural, de la costumbre, de ahí el auge que han tenido los altares en honor a hombres y mujeres que han trascendido”.
La pachanga y el recato
Por su parte, Carlos Gerardo Casas Martínez, cura de la orden de los jesuitas y coordinador del Centro de Pastoral Universitaria, considera que la celebración del 31 de octubre nada tiene qué ver con lo místico, religioso o espiritual; más bien responde a la necesidad de festejo que tiene el ser humano y a un fenómeno de mercado.
“Es una costumbre muy norteamericana que se ha asumido la región un tanto acríticamente, que responde más a un reforzamiento del aparato consumista... es también una forma de festejar algo que no se sabe bien qué es ni qué significa; como un querer identificarse con el ‘American Way of Life’ ”.
Para Casas Martínez, la adopción sin trasfondo del fenómeno anglosajón, podría resultar negativa en los términos de que llegara a implicar una pérdida de identidad o uno de sus rasgos, como lo es el Dos de Noviembre.
“Tampoco se trata de decir que Día de Muertos es lo mejor y que sea muy bien manejado en México, pero lo que es evidente es la pérdida de un aspecto de nuestra cultura; el Halloween es más la oportunidad de hacer fiesta, lo cual no es malo, pero para nosotros como mexicanos no tiene sentido”.
Respecto a la tradición en torno a los difuntos, Carlos Casas reconoce en ella el matiz religioso de los indígenas hacia los muertos antes de la imposición del cristianismo, pero también, la coincidencia que alcanza con la visión de los evangelizadores y el aporte de estos mismos. Existe un sincretismo.
“Para los indígenas era el cuidado y la ayuda al alma, una vez finalizada la vida en la Tierra, en su tránsito hacia otro lugar donde se encuentra la felicidad; (...) para el cristiano es la resurrección, la esperanza de una vida nueva; ahí existe una posible coincidencia”.
En la fusión de ambas creencias se mezcla la visión del culto al difunto para empujarlo a esa otra vida y la encomienda para que ayude al que todavía está en la Tierra.
Pero la celebración puede asumirse de otras formas: “Muchos se quedan en el recuerdo, en hacer presente al ausente; otros van más allá y buscan el responso del cura para darle el empujón...”, comenta Casas Martínez.
Acerca de los altares, menciona la presencia de dos concepciones fundamentales. “Está lo indígena: la ofrenda, el poner lo que le gustaba, lo que quería, lo que le hace falta para el camino y está lo cristiano: la encomienda, ya sabemos que el muerto no va a venir pero hay que rezarle”.
Más adelante, comenta que toda manifestación religiosa se expresa a través de lo simbólico, por lo que no se puede marcar una frontera muy clara con lo fantástico, aunque ésta exista.
La Iglesia, según dice, pondera el día primero, el de la Comunión con Todos los Santos, el cual, reconoce, no tiene la misma importancia para los mexicanos que el Día de Muertos.
Por otra parte, aunque no se llegue a los niveles del Halloween, las celebraciones de los dos primeros días de noviembre no están exentas del factor dinero. “Hay que ser muy honestos y duele decirlo, en muchos casos, no en todos, lo que priva es lo económico: habrá muchas misas de difuntos”.
Según el coordinador del Centro de Pastoral Universitaria, el catolicismo no ha recogido aún el aspecto indígena de la festividad en torno a la muerte. “Acá es más un sentido de recato por luto, de recogimiento, por tristeza”.
Por último, Carlos Gerardo Casas Martínez plasma su punto de vista respecto a la repercusión social de las celebraciones de estos días, “hay tres grupos diferentes: el que celebra básicamente el Halloween sin saber de qué se trata; otro, compuesto por personas mayores de todos los niveles socioeconómicos, que tienen la tradición del culto a la muerte y de luto, del acudir a misa y el que va surgiendo ahora, que trata de rescatar el aspecto festivo de los altares, no tanto lo religioso”.
A través de los años
En el tercer año del tercer milenio, La Laguna se debate entre las calabazas y las calaveras. El camino de las tradiciones del Halloween y el Día de Muertos ha sido largo.
“All hallows eve”
· Siglos antes de nuestra era, en la Europa prerromana, el pueblo Celta —que ocupaba lo que ahora conocemos como Irlanda, la Gran Bretaña y el norte de Francia— celebraba por estas fechas el fin del verano y de las cosechas con una fiesta denominada “Samhain” (o La Samon).
· Al parecer, los celtas asociaban la llegada del frío y la oscuridad en esta época con el arribo de los espíritus de los muertos, quienes trataban de poseer los cuerpos de los vivos; de alguna manera, la fecha marcaba una especie de límite entre el mundo de ultratumba y el terrenal.
· En el siglo I de nuestra era, el Imperio Romano ya se extendía por gran parte de Europa, incluso, sobre los propios territorios celtas. Se tienen registros de que los romanos practicaban una celebración conocida como Feralia, llevada a cabo también al principio del otoño y en la cual recordaban a sus muertos.
· Siete siglos más tarde, cuando la religión cristiana se encontraba en proceso avanzado de expansión, alcanzando a los pueblos celtas que sobrevivieron al yugo de la Roma Imperial, el Papa Bonifacio IV designó el primero de noviembre como el Día de Todos los Santos, el cual venía a reemplazar lo que quedaba del “Samhain”, con la intención de incrementar la conversión.
· Para los siglos XVIII y XIX, inmigrantes europeos, sobre todo irlandeses, introdujeron una tradición ya muy similar al Halloween de hoy a los Estados Unidos. Incluso, uno de los elementos más representativos, las calabazas resplandecientes, proviene del folclor irlandés: son las “Jack´s Lanter” o linternas de Jack, sujeto al cual, según la leyenda, al ser condenado a las tinieblas, el espíritu del mal le proporcionó un nabo hueco y perforado con un cirio dentro para que pudiera caminar entre las sombras.
· El nombre del festejo viene del “All hallows eve” o noche de la víspera de Todos los Santos, que es precisamente el 31 de octubre.
Culto a los muertos
· El Dos de Noviembre en México tiene como raíz el encuentro hispano-mexica.
· El pueblo azteca, antes de la llegada de los españoles, ya practicaba un culto a la muerte de raíces profundamente religiosas. Creían en la existencia de un inframundo y en la vida posterior a la muerte terrenal.
· Dos eran las fiestas que celebraban en torno a los difuntos: la micahuitontli, dedicada a los niños, iniciaba el ocho de agosto y la de los adultos, que comenzaba el 28 del mismo mes.
· En términos generales, las ceremonias consistían en colocar un madero en la entrada de la población y en el patio del templo. Dicho madero era adornado y acompañado con una ofrenda de comida y bebida; la música jugaba un papel importante.
· Ya para el siglo XVI, los conquistadores del “Viejo Mundo”, habían introducido la visita al panteón en el mes de noviembre como una costumbre. La solemnidad en los sepelios, el alumbramiento de las tumbas y la utilización de agua contenida en vasijas data de aquella época.
· Tradicionalmente se reconoce al religioso Sebastián de Aparicio como el primero que colocó una ofrenda de muertos un dos de noviembre. Se dice que esto fue en la Hacienda de Careaga, en 1563.
· 440 años después, el Día de Muertos y la Noche de las Brujas comparten el “escenario” en la Comarca Lagunera.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón.