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Transgénicos

Sergio Sarmiento

“Los temores a las máquinas —justificados o no— se mezclan con nuestra nostalgia del paraíso”.

Rodolfo Mata

En el siglo XIX un grupo de intelectuales, artesanos y obreros ingleses se organizaron para atacar instalaciones industriales —particularmente textiles— en las que se utilizaba maquinaria. Se llamaban a sí mismos “luditas”, en homenaje a un hombre llamado Ned Ludd que probablemente nunca existió. Quienes participaban en este movimiento argumentaban que las máquinas estaban dejando sin empleo a artesanos y trabajadores y que por lo tanto debían ser destruidas. Como muchos otros movimientos populistas, éste contaba con un significativo apoyo popular. El pronóstico ludita parecía inevitable: las máquinas reemplazarían a los seres humanos en las fábricas y dejarían sin sustento a millones de trabajadores. Poca gente entendió que se estaba iniciando un proceso exactamente contrario. Las máquinas que impulsaron la Revolución Industrial y cuyo uso pronto se extendería de Inglaterra al resto del mundo, aumentaron de manera radical la productividad de las fábricas y con el tiempo llevarían a los trabajadores a obtener un nivel de vida muy superior al de las más ambiciosas utopías.

El recuerdo de los luditas debe estar presente en la mente de los mexicanos en un momento en que se genera un movimiento similar contra la introducción de los transgénicos o productos genéticamente modificados. Como las máquinas industriales del siglo XIX, estos productos están logrando una verdadera revolución en la producción de alimentos. Pero contra su introducción se ha levantado una poderosa alianza de fuerzas conservadoras que busca detener el avance de la tecnología. Los transgénicos son ya una realidad en la agricultura moderna y sus beneficios han sido muy importantes. Los genetistas han logrado impulsar en muy poco tiempo procesos que antes se llevaban a cabo mediante repetidos injertos. Los transgénicos tienen períodos más rápidos de maduración, mayor flexibilidad ante los cambios de temperatura, características más atractivas para el consumidor o mayor resistencia a las plagas.

Uno de los mayores logros de los transgénicos ha sido la dramática reducción del uso de pesticidas en el campo, lo cual ha tenido enormes beneficios para la ecología. Los luditas que en esta ocasión se oponen al avance de la ciencia pueden clasificarse en dos grandes grupos. Por una parte están los que buscan simplemente protegerse de la competencia de otros países. Los productores agropecuarios europeos, efectivamente, lograron que se prohibiera la entrada de transgénicos estadounidenses a sus países, en tanto ellos adoptaban prácticas de modificación genética.

El otro gran grupo de opositores se encuentra en organizaciones ecologistas. Esto es paradójico porque si algo ha logrado la producción de transgénicos es disminuir el uso de pesticidas nocivos para el ambiente. Greenpeace —quizá la mayor organización ecologista internacional— le da un sentido casi religioso a su lucha contra los transgénicos. “Los humanos estamos modificando el curso de la vida”, señala un texto en la página de Internet de esta organización en México. Greenpeace afirma que está aplicando un “principio precautorio”, según el cual es mejor detener procesos que pudieran llegar a producir daños antes que tratar de remediarlos una vez generados. Esta filosofía, sin embargo, detendría toda investigación científica y avance tecnológico, porque no hay proceso innovador que no implique riesgos.

El desarrollo de los automóviles se habría detenido por la posibilidad de accidentes y no se habrían producido medicinas por el riesgo de efectos secundarios. El Estado debe mantener sin duda una vigilancia sobre el desarrollo de productos transgénicos. Pero de eso a detener el avance de una ciencia que está logrando aumentar de manera espectacular la producción de alimentos hay un gran trecho. Los luditas del siglo XIX no pudieron impedir el desarrollo de la tecnología industrial en el siglo XIX; si lo hubieran hecho, los trabajadores modernos seguirían viviendo en las terribles condiciones que describían novelistas decimonónicos como Charles Dickens y Émile Zola. Esperemos que la nueva generación de luditas tampoco pueda detener a una ciencia que está generando mejoras impresionantes en la producción de alimentos.

Embarazos

Según estadísticas del Fondo de Población de las Naciones Unidas, en América Latina la mitad de los jóvenes de menos de 17 años tiene relaciones sexuales. Entre 35 y 52 por ciento de las jóvenes registran embarazos no deseados y una tercera parte terminan en abortos. Por eso es tan necesario promover las prácticas de anticoncepción entre los adolescentes y especialmente el uso del condón.

Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com

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