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Transporte público, experiencia nada grata

Autobuses Torreón-Gómez-Lerdo se encuentran en pésimas condiciones

COMARCA LAGUNERA.- Trasladarse en camión usando las rutas Torreón- Gómez- Lerdo, puede resultar una experiencia no muy grata.

Por las calles Acuña y Falcón del centro torreonense, circulan y hacen sus paradas las unidades de Autobuses Moctezuma de La Laguna y los Transportes del Nazas, mejor conocidos como “los verdes y los rojos”, respectivamente.

Sobre todo en la primera rúa, la aglomeración de camiones ocasiona un caos y parece que compiten por ganar el pasaje que pacientemente espera y aguanta en la acerca.

En el exterior, la mayor parte de los vehículos muestran signos de marcado deterioro. Aunque la pintura intenta disimular, el desgaste de las viejas carrocerías es evidente: láminas despegadas, fierros sueltos, defensas chuecas, trompas descuadradas y un escape tiznado por el que salen turbias nubes de humo.

Al subir los escalones, un rostro serio y hosco recibe al pasajero. Una mano se extiende y sobre ella hay que depositar cinco pesos. Antes de poder ver dónde sentarse, el jaloneo del acelere hace apresurar los pasos. Hay que traer manos desocupadas para poder sostenerse de un tubo y evitar caerse.

Los asientos naranjas son incómodos y se advierten sucios, rayados y hasta rotos. Cuando el vehículo adquiere una cierta velocidad, un temblor cada vez más fuerte se apodera de los cuerpos.

En una verdadera sonaja se convierte el interior: la base de los asientos golpea con el manchado piso y las maltratadas paredes y las ventanas comienzan a vibrar. Los cristales de estas últimas se ven turbios y estrellados.

La melodía de los fierros alcanza su clímax cuando el camión empieza a frenar para detenerse en la próxima esquina. Un agudo y estridente sonido sale de la parte baja y llega hasta las entrañas de los viajantes.

Pero a este sonido a veces le hace competencia el de los cláxones de aire: verdaderas cornetas infernales.

Por fin el armatoste se detiene y apenas pone un pie encima el nuevo pasajero, arranca de nuevo la máquina.

El olor a diesel quemado también viene incluido en el costo del pasaje, al igual que las frenadas repentinas, el exceso de velocidad, la falta de respeto de los que conducen y la suciedad general de la unidad.

Cuando se anuncia la bajada hay que gritar, golpear el metal o acercarse pronto a la puerta, que comúnmente es la misma que de entrada, ya que la trasera suele estar descompuesta, atorada o simplemente no existe.

Al abandonar la unidad, algunas veces es necesario asomar primero la cabeza para ver si no viene ningún otro vehículo que pueda arrollar, ya que al chofer se le ocurre detenerse bastante lejos de la banqueta.

El ciudadano que usa este servicio parece haberse acostumbrado a estas condiciones o, quizá, no le queda de otra más que aguantarse. Son años de rezago.

En un sondeo elaborado por El Siglo de Torreón a unos cuantos usuarios de las líneas Torreón Gómez Lerdo, las molestias salen a relucir.

“A veces dan el servicio completo, otras no”; “las unidades están muy viejas y feas”; “se maneja a exceso de velocidad”, son algunos de los comentarios.

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