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Transporte urbano/Nuestro entorno

Alan Acoyani

la apatía que por muchos años han demostrado las autoridades municipales tratándose del transporte público urbano y suburbano, ha traído como consecuencia que en Torreón se viva una total anarquía y que el llamado “Pulpo Camionero” se haya apoderado de las calles, calzadas, avenidas y bulevares de esta ciudad, en la cual ya es un grave riesgo manejar.

Al vapor, sin contar con la supervisión y menos aún el permiso del Departamento del Autotransporte, Desarrollo Urbano, Tránsito y Vialidad y ni de ninguna otra autoridad, los concesionarios del transporte público han elegido las calles que a ellos mejor les conviene para el desplazamiento de sus destartaladas unidades.

Como consecuencia de lo anterior se tienen arterias como el bulevar Revolución, que se encuentra totalmente saturado porque es la vía de circulación de casi todas las rutas urbanas y suburbanas, lo que ha causado que esa arteria sea una de las más peligrosas de la ciudad, severos daños a la carpeta asfáltica y un aumento considerable en los índices de contaminación ambiental.

Desde el sector Alianza, hasta la calzada Saltillo 400, es común ver las unidades de todas las rutas urbanas transitando a lo largo del bulevar Revolución, siempre a altas velocidades, rebasándose para ganar pasaje y sin importar que otro tipo de vehículos también tienen derecho a transitar por esa vía y lo más grave de todo es que los señalamientos con límites de velocidad no se encuentran homologados y no se tiene vigilancia por parte del Departamento de Vialidad.

Otras arterias por las cuales se tiene una circulación importante de unidades del transporte público, son la avenida Juárez, Hidalgo, Presidente Carranza y los llamados ejes viales como son la calle Mariano López Ortiz y calzada Cuauhtémoc, las calles La Opinión y El Siglo de Torreón, la Ildefonso Fuentes y Leandro Valle, además de los bulevares Independencia y Constitución.

Todas las anteriores arterias se han considerado desde hace tiempo como vías rápidas y para el desfogue del tráfico vehicular, sin embargo esa pretensión se ve frenada desde el momento en que las diferentes rutas las han invadido, adueñándose prácticamente de ellas.

En una ciudad moderna, con un programa de desarrollo perfectamente elaborado, uno de los principales aspectos que se cubren es el referente al transporte urbano, el cual siempre se busca que sea adecuado, seguro, higiénico y planeado con la finalidad de que proporcione el servicio que la comunidad demanda en todos los sectores de la población y privilegiando a los núcleos sociales que menos tienen, ya que son ellos los que más necesitan del servicio de transporte para el desempeño de sus actividades diarias.

En Torreón, todo parece indicar que o no se tiene ese programa de desarrollo municipal o que no hay quién lo haga cumplir porque en esta ciudad quienes definen las rutas son los concesionarios, quienes deciden a qué núcleos poblacionales proporcionan el servicio son los concesionarios y quienes determinan a qué colonias llegan y los horarios de trabajo son los mismos concesionarios, por lo que se hace necesario que cuanto antes las autoridades correspondientes tomen cartas en el asunto.

Mucho se ha declarado, mucho más se ha comentado, pero desgraciadamente, hasta el momento el equipo de Guillermo Anaya en materia de transporte público es poco lo que ha concretado y se mantiene la anarquía en la prestación del servicio y los únicos afectados son los usuarios que deben soportar entre otras cosas, largos recorridos, rutas complicadas, unidades en malas condiciones, suspensión del servicio cuando al chofer se le antoja, recorte de recorridos por la noche, bajando a muchos usuarios a considerables distancias de sus respectivos destinos y la no prestación de servicio en varias colonias populares.

Lo que se menciona en esta columna ya se ha dicho en muchas ocasiones y posiblemente al Presidente Municipal le parezcan exageraciones, pero la realidad es que el problema de las obsoletas rutas de transporte público, las malas condiciones de las unidades y en general el pésimo servicio, lo padecen todos los torreonenses y la única forma en que el Alcalde logre sensibilizarse sobre el tema, sería tratando de llegar a bordo de un camión del servicio público a alguna de las colonias proletarias en donde lleva a cabo sus “Miércoles Ciudadanos”, pero tratando de pasar de incógnito, para que se dé cuenta del estado de las unidades, de la limpieza que guardan, del amplio y florido vocabulario de los choferes, además de la forma en que se trata a los usuarios durante el kilométrico recorrido que esas unidades hacen.

Sin duda que sería un buen ejercicio y permitiría al presidente Anaya Llamas tomar decisiones más apegadas a la realidad en cuanto al transporte público urbano y sobre todo, más rápido, porque este es un problema que ya no puede esperar las planeaciones, organizaciones, proyectos y proyecciones que se han anunciado a mediano y largo plazo.

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