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Tres muertas ¡¡¡más!!!

Guadalupe Loaeza

Después de haber escrito la crónica titulada Vergüenza Nacional acerca de las muertas de Juárez, a las 18:24 PM me entero que a las 18.16 P.M., la Procuraduría General de Justicia del Estado, encontró sin vida en el desierto de San Isidro, en el estado mexicano de Chihuahua (norte) tres cuerpos de mujeres. Fueron halladas en un coche quemado y semienterrado en la zona desértica. Sus cuerpos estaban baleados. Eran muy jóvenes. La mayor tenía 22, le seguía una de 21 y la más joven era de 20 años.

No sé qué pensar. Estoy horrorizada. Me duelen las encías. ¿Qué carajos está pasando? ¿Por qué se encuentran estos cadáveres precisamente al otro día de que el gobierno mexicano firmó un acuerdo entre los tres poderes para combatir los asesinatos de las mujeres de Ciudad Juárez y Chihuahua? Los tres cadáveres estaban junto a un hombre de 23 años, que sigue desaparecido. Dicen que tiene antecedentes de delitos contra la salud.

No sé que pensar y ya son 19:02 PM. ¿Qué carajos está pasando? ¿Cómo se llamaban? ¿A dónde iban? ¿Cómo están sus mamás? ¿Están desesperadas? Apenas ayer, pensaba con un nudo en la garganta, que no hay nada que desquicie más que la pérdida de una hija o hijo. Pero si se trata de una hija desaparecida con esa violencia, no hay la menor duda que el dolor ha de ser indescriptible. ¿Qué está pasando, carajos? ¿Por qué hay tanta violencia en mi país?

Apenas, Josefina Vázquez Mota citaba a Sergio González Rodríguez autor de un libro imprescindible, sin el cual no se entiende qué carajos está pasando en Ciudad Juárez, Huesos en el Desierto. La Secretaria de Desarrollo Social, leyó con mucho cuidado como parte de su discurso: Antes las personas se perdían en los senderos naturales, en el mar, la montaña. Ahora tienden a perderse en el camino a las ciudades, en las carreteras, los arrabales, los basureros, los lotes baldíos, o en las esquinas céntricas.

Pero actualmente nuestras compatriotas de Chihuahua se pierden para siempre, enterradas en el desierto. Allí están sus huesos, todos regados. Si no me creen vayan a cualquier lugar de la zona desértica para encontrarlos. Por allí encontraron apenas el 29 de marzo, a los 27 días de haber desaparecido, los huesos de Paloma Angélica Escobar de 16 años. ¿Saben dónde estaba su cuerpo? Arrojado en el monte rumbo a la carretera a Aldama. Pero unos días antes la policía se había encontrado con los huesos de Claudia Yudith Urdias de 14 años. Ella era estudiante de la secundaria de la Colonia Villa. El día en que desapareció fue al salir de su casa. Voy a visitar a mi abuelita, le anunció a su mamá. Dicen que en ese preciso instante, la señora Urdias, tuvo un mal presentimiento, pero se lo guardó y se despidió de su hija, como si nada. Ya no la volvió a ver más en vida, la autoridades nada más le enseñaron sus huesos.

Y un mes y medio después, el 26 de mayo, también se toparon con otros huesos, los de Viviana Rayas de 16 años. Esa tarde de domingo, Viviana había hecho su tarea junto a sus compañeras en el Parque Lerdo. Dicen sus amigas que como era la más aplicada, todas le copiaban y que ella siempre se dejaba. Eran las 17:30 PM cuando la acompañaron a tomar su camión. A partir de ese momento nunca más la volvieron a ver.

Pero me falta contarles la historia de Erika Noemí Carrillo Enríquez. Ella tenía 20 años. Era estudiante del primer semestre en Ingeniería. Además estudiaba computación en la Escuela Ecco. Si algo le gustaba era pasarse horas y más horas frente a una computadora que su madre había comprado en abonos. Pero más feliz era cuando navegaba. Un día su madre le dijo que ya tenía el pelo muy largo, si quieres te acompaño al salón del multimercado, le dijo. Erika era muy independiente. Decidió ir sola a cortarse el pelo. Llevaba consigo la foto de una modelo, lo quería igual de cortito. La última vez que la escuchó su madre hasta la cocina, fue el 12 de diciembre delo 2000. Eran las seis de la tarde. Erika tiene el expediente 384/00. En él aparecen las fotografías de sus huesos.

¿Qué carajos está pasando? ¿Cuántas toneladas de huesos se tendrán que encontrar para saber quién o quiénes son los responsables?

Son las 19:32 PM afuera está lloviendo. Me duelen las encías y tengo ganas de llorar. De llorar de vergüenza. Llorar porque no entiendo. Llorar por las mamás de las desparecidas. Y llorar por los tres cuerpos que encontraron a las 18:16 PM.

Hace unos días Sergio González Rodríguez ofreció una ponencia en la Barra de Abogados de México frente a especialistas en Derechos Humanos en donde se cuestiona el manejo que ha hecho el gobierno actual sobre las muertas de Juárez. Según el periodista e investigador: Antes que nada, el asunto de los homicidios “en serie” contra mujeres en Ciudad Juárez se vincula en forma directa e indirecta con el narcotráfico allá asentado y su enorme poder corruptor, económico y político. El llamado Cártel de Juárez. Tanto las autoridades del estado de Chihuahua como las federales han buscado encubrir este hecho, sobre el que abundan indicios, datos y testimonios precisos de diversas personas, que están en manos de funcionarios como el subprocurador federal José Luis Santiago Vasconcelos.

Como todo en México el aspecto legal que se da en Chihuahua, está muy ligado a la vieja práctica de la subcultura gubernativa, es decir para todo quieren darle “solución política” a los problemas. Esto lo hacen naturalmente para que se hable de estos asuntos en los medios masivos de comunicación. Asimismo, proliferan las relaciones públicas para convencer acerca de las bondades de algo que sería inaceptable de antemano en un Estado de Derecho.

Dice González Rodríguez que en 1998, al término de la gubernatura de Francisco Barrio Terrazas (PAN), hubo una destrucción de evidencias, ropas, objetos y restos de las víctimas de los homicidios que nos ocupan. El gobierno actual de Patricio Martínez García (PRI) asegura que recibió de su antecesor “expedientes inconclusos y costales de osamentas”. Sin embargo, no se ha sabido nada acerca de una denuncia formal por estos hechos. Resulta evidente que la burocracia y la “grilla” lo complican todo aún mucho más.

Por ejemplo en los últimos meses, se ha publicitado un forcejeo declarativo entre la Procuraduría General de Justicia del Estado de Chihuahua (PGJECH) y la Procuraduría General de la República (PGR). Mientras la primera declara que la segunda ya tiene acceso a una serie de expedientes sobre homicidios de mujeres con los qué indagar casos de 2003 y de 2001, la segunda se queja de que esto no es así, es decir, que sólo tiene seis expedientes atraídos pertenecientes a víctimas de este año de 2003. El ir y venir de estas versiones se ve adornado por diversos contenidos, que indican que la PGR investiga también el móvil de “tráfico de órganos” en el hallazgo de ocho los cuerpos encontrados en un campo de algodón de Ciudad Juárez en noviembre de 2001.

¿Qué carajos pasa? ¿Por qué volvieron aparecer esos tres cuerpos de mujeres ya desaparecidas, precisamente, después de todo lo que pasó? ¿De quién vendrá todo ese desafío sin nombre? ¿Quién es autor o los autores de toda esa montaña de cinismo?

Son las 20:00 PM. ¿Quién mató a Mayté cuyo cuerpo fue violado y tirado en el arroyo a las afueras de Ciudad Juárez? De Mayté no se sabe ni su apellido ni su edad. Lo único que sí se sabe es que en su pantalón llevaba un poema de amor. Por eso la policía de Chihuahua concluyó que se había suicidado. Pero, eso sí, jamás mostraron evidencias de sus conjeturas. Ah, sí, perdón, el poema de amor en donde Mayté le decía a su novio, que lo quería con todo su corazón.

Con un carajo, me siguen doliendo las encías.

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