En Morelos se baila la danza del chinelo, en la que se usan vestidos extravagantes
CONACULTA
HUITZILAC, MOR.- “El chinelo no es una danza, sino una forma de bailar, de estar alegre y de convocar a la fiesta”, dice don Juan Romero Jiménez, capitán de la comparsa San Juan Bautista de Huitzilac, pequeña población montañesa ubicada mil metros encima del Valle de Cuernavaca.
Don Juan, campesino y comerciante, poco sabe de los orígenes del chinelo. Apenas vino de Tlayacapan, y hoy ya forma parte de la tradición popular de todo Morelos, en la que uno de los componentes que lo hace más atractivo es su vestido estrafalario de colores fuertes, brillantes y contrastantes.
De su mérito originario de figura festiva, -junto con su vocación por el juego locuaz y su relación secular con la religión católica a través del Carnaval- al chinelo le vienen otras características no menores que lleva a sus intérpretes a hacer gastos con dinero que no tienen y a realizar labores que nunca harían de estar en “sus cabales”.
“Porque un disfraz de chinelo -explica Romero- cuesta entre mil 500 y mil 800 pesos, horas y distancias para andar buscando telas, adornos y complementos. Y sobre todo, ponerse uno mismo o a la mujer y los hijos a coser, bordar y pegar lentejuelas, chaquiras, canutillo, alforces y perlas chicas.
Todo eso tiene su compensación con el baile y el andar metido en la fiesta con la gente, que se divierte de uno y con uno, como uno con ellos y la música. Lo que el hábito es para el monje, es el disfraz grande y extravagante para el chinelo”, añade Juan Romero, quien baila desde niño.
Un traje de chinelo -de la palabra náhuatl “zinelohque”, de significado similar a “huéhuetl” (viejo o viejito), aunque también se le relaciona con “chinolohuatl” (el que mueve las caderas)- implica la manipulación artesanal de no menos de 15 componentes distintos que hay que combinar con extrema paciencia.
La túnica que va de pies a cabeza, por ejemplo, se elabora con terciopelo de distintos colores, cada parte con diferentes aplicaciones y adornos: dibujos con perlas chicas, lentejuelas, chaquira, marabú, canutillo, alforces, plumas, paliacates. Todo zurcido y pegado al gran saco con mucha delicadeza y cuidado.
Las máscaras no constituyen ningún problema para los chinelos -salvo el de su costo, a veces muy alto por la gran demanda que existe en Morelos- porque en Cuernavaca y otros municipios grandes del estado hay muchas tiendas que las venden.
Los 75 danzantes de la Comparsa de Chinelos de San Juan Bautista, fundada en 1991 por vecinos del pueblo, portan en la espalda el escudo de Huitzilac (la figura de San Juan bautizando a Jesús) que alternan con imágenes de la Virgen de Guadalupe o la China Poblana grabadas en el pecho con lentejuela o chaquira.
El enorme sombrero cúbico no es menos laborioso: se hace con palma, pero dentro está forrado con tres capas de papel periódico para que dure y por fuera está cubiertos con terciopelo. En la parte frontal lleva un espejo y en el casquete, plumas de diferentes colores que sugieren los rayos del Sol.
El baile chinelo también tiene su “chiste”, dice don Juan Romero, pues quienes lo inventaron en Tlayacapan “agarraron” estilos de todas las coreografías a su alcance, aunque el ritmo regular es a paso de marcha con brinco. “Nosotros a bailar le llamamos brincar, porque generalmente estamos saltando”, dice.
Y en efecto, una muestra que la comparsa hizo en el atrio de la iglesia de San Bautista evidenció influencias del pasito de marcha, siempre en línea hacia delante, saltado, formando figuras en círculo, alternando pasos punteados y largos con giros rápidos en redondo sobre la marcha y taconeos o zapateados.
“Se baila lo que la banda de metales traiga -aclara don Juan: sones, jarabes, chilenas, jotas, corridos, valses y hasta rock, si se da el caso, porque el chiste es brincar para alegrar a la gente, porque los chinelos le damos realce a todas las fiestas patronales, no sólo al Carnaval y a la feria de San Juan”.
La Comparsa de Chinelos de Huitzilac estrenó vestuario en el carnaval de abril pasado y “dio remojo” el 24 de junio, durante la fiesta patronal del pueblo, gracias al avituallamiento de la tercera parte de sus integrantes por cuenta del Programa de Apoyo a Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) de Conaculta y el Instituto de Cultura de Morelos (ICM).
El estado de salud pública del chinelo, de acuerdo a don Juan Romero, es muy bueno porque cada día hay más gente que lo baila y no hay pueblo de Morelos, especialmente de las regiones central, norte, oriente y poniente que no tenga por lo menos dos comparsas. “Es que también es una forma de ser morelense”, dijo finalmente.