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Un cardenal en ascuas

Gilberto Serna

En un avispero se está convirtiendo la averiguación que inició la Procuraduría General de la República en contra del cardenal Juan Sandoval Íñiguez, de lo cual se desprende a), que nadie se preocupa dentro del equipo de Vicente Fox de ponerlo al tanto de lo que está sucediendo, lo cual puede derivarse del desapego con el que el Presidente ve las cuestiones gubernamentales, ocupado como está en rehacer su popularidad, o b), que teniendo conocimiento del asunto otorgó su venia para que se siga adelante tope donde tope. En la primera hipótesis, no se duda pueda ser así en un estilo de gobernar en que cada secretario de Estado está autorizado para obrar como su buen juicio le dé a entender, sin que esté obligado a tener previo acuerdo con el titular del Poder Ejecutivo. En la segunda suposición, cabría preguntar si se dará cuenta del berenjenal en que se está metiendo o quizá, provisto de la rodela de don Quijote de la Mancha, está dispuesto a ser el primer político, desde que el turco Plutarco Elías Calles mandaba en el país, que se atreve a poner en entredicho la reputación de un prominente miembro de la clerecía, lo cual indica, por simple lógica, que las autoridades del ramo deben tener suficientes indicios. De otro modo no se explica este escándalo.

Uno de las 16 personas implicadas en este asunto es nuestro conocido José María Guardia López, que hace algunos años abrió una local, sin éxito, dedicado a las apuestas, estableciéndose en la calzada Paseo de la Rosita, en Torreón. Es o ha sido concesionario del hipódromo-galgódromo de Ciudad Juárez, Chihuahua y dueño de varios books (casas de juego) ubicados en territorio nacional. De origen filipino, nacionalizado mexicano, se le relaciona con Cardenales, Arzobispos, Obispos, Sacerdotes y políticos de altos vuelos. Su foto, acompañado del cardenal Juan Sandoval Íñiguez quien bendijo algunos de sus clubes, apareció en varios periódicos. Se comenta que en la actualidad sus negocios están en bancarrota, según la nota informativa que aparece en un rotativo que se edita en la Ciudad de México, le debe al Seguro Social, al Infonavit, a Hacienda, a socios y ex socios, lo que “le ha acarreado numerosos juicios”. Es un audaz empresario que al regresar de Roma a donde acudió acompañado del obispo Onésimo Cepeda, llegó diciendo que el Papa Juan Pablo II apoyaba la apertura de casinos en México. Hay la sospecha de lavado de dinero, proveniente de casas de apuesta, por medio de la iglesia, que es lo que investiga la procuraduría.

El prelado alega que su único pecado ha sido su terquedad en declarar que al cardenal Juan José Posadas le quitaron la vida a consecuencia de un complot, es decir, que no murió en una confusión, ni en un fuego cruzado entre narcotraficantes. Manifiesta que la PGR está a merced de quienes encubren ese crimen. En fin, lo que yo logro advertir, a simple vista, es que los que investigan al dignatario religioso han de tener en su poder pruebas contundentes, ya que este asunto tiene más púas que un erizo, por lo que si dicen que la burra es parda es por que deben tener los pelos en la mano. De eso no quepa la menor duda; sería monstruoso que no fuera así. En efecto, si resulta que a la hora de la hora las autoridades concluyen que no hay delito que perseguir, en menudo lío se habrán metido. Por un lado el daño moral que está sufriendo su eminencia, por otro, el repudio popular contra las autoridades que la medida puede generar. Lo peor que le puede pasar a un político es hacer el ridículo y en este caso sería de antología, dado el rango eclesiástico que ostenta el perseguido por la justicia. Estaremos acordes, querido lector, en que no es lo mismo “atorar” a un humilde ciudadano, dejándole ir con el clásico usted perdone, que incoar un procedimiento criminal sin pruebas nada menos que a todo un príncipe de la Iglesia.

Los presuntos inculpados han presentado una queja ante el alto comisionado de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, aduciendo que se están violando sus garantías constitucionales. Lo que ha de suceder en este embrollo tiene que ocurrir pronto. O se le da carpetazo al asunto, echándole tierra, o se procede consignando el caso a un juez federal. Diré para concluir, que el jefe de la Nación, remedando al caballero de la triste figura, podría decir, en una frase que dice todo y no dice nada más que lo que está en su texto: con la iglesia hemos topado, Sancho.

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