Aunque derrotado, Iraq sigue siendo el eje de las noticias internacionales: antes por la guerra, ahora por su derrota. Son dos las cuestiones que más le interesan al mundo: la suerte de Hussein y la reconstrucción de Iraq. De éstas, la segunda es la más importante y escabrosa.
“Del vencedor son las ganancias”, dice un dicho inglés y, dado el triunfo de la coalición anglosajona en Iraq, no dudo que EU e Inglaterra pretendan reservarse la totalidad del botín de su guerra bipartita como compensación por los gastos incurridos. Hasta el momento de pergeñar estas líneas (domingo 13) nada se ha sabido por de boca de las potencias triunfadoras, y no sólo sobre Iraq, sino sobre cualesquiera motivos que pudieran justificar una guerra. La ocupación de Kuwait justificó sobradamente la primera Guerra del Golfo: nada, en cambio, puede justificar la matanza del actual conflicto. Pero en fin, quien crea en la buena voluntad del Presidente Bush es capaz de creer hasta en el purgatorio.
Perdone el lector: quiza el Bushito sí tenga el corazón en su lugar, pero el cerebro brilla por su ausencia. El daño asestado a la paz y gobernabilidad del mundo es incalculable. Al recién pasado siglo XX se le ha llamado “el siglo de las guerras”, pero debe abonársele el hecho que al salir de cada una de sus dos Guerras Mundiales, las potencias involucradas en sus respectivos armisticios demostraron estar conscientes de la necesidad de evitar más conflictos mundiales. Con ese fin, en 1918 el Presidente Woodrow Wilson promovió la Liga de las Naciones, con sede en la siempre neutral Suiza. Los firmantes del Tratado de Versalles aceptaron la fórmula de Wilson aunque EU nunca aceptó incorporarse a la Liga. En su crítica del Tratado de Versalles de 1918, John Maynard Keynes vaticinó que no duraría 20 años. Sólo le faltó decirnos el día y la hora de su deceso, puesto que en 1938 el mentado Tratado junto con su armisticio se esfumaron ante la bestialidad antisemítica de Hitler.
Así comenzó la II Guerra Mundial, al término de la cual se presentó una solución similar a la Liga de las Naciones: la Organización de Naciones Unidas, la ONU, cuya Carta fue firmada en 1945, con su sede ya no en Suiza sino en Nueva York. El año siguiente, en 1946, la Liga de las Naciones se declaró muerta por inoperante, dejando huérfano su espléndido palacio en Suiza. La ONU, a pesar de muchos tumbos y reclamaciones, había más o menos cumplido con su razón de ser desde su fundación. En el caso de Kuwait, la ONU le dio a Estados Unidos su pase de abordar simplemente porque Iraq había invadido a su vecino sin ningún motivo legítimo. Ahora que los americanos han hecho otro tanto, la ONU justificó plenamente su existencia al negarle su anuencia al agresor, ora Bush II, cuya bandera y lema de “Guerra Preventiva” es, como debe ser, inaceptable por irracional en un mundo civilizado y profundamente necesitado de paz. Semejante aborto conceptual le daría carta blanca a los EU, o a cualquier Estado de la ONU, para cometer actos de piratería o simplemente invadir al país que le convenga por un capricho de su mandatario.
Gracias a la televisión y demás medios, el Presidente Bush ya no puede tapar el sol con un dedo alegando que esa guerra dizque preventiva era la voluntad del pueblo. No: fueron públicas y notorias las protestas populares en su propio país contra esta aventura comercial del petrolero señor Bush. Este alegaba que el pueblo iraquí anhelaba su intervención, pero la resistencia de los iraquíes a su invasión militar pone en evidencia lo espurio de su alegato.
Ahora la pregunta ineludible es quién se va a hacer cargo de la reconstrucción del país. Claro que Estados Unidos ya tiene todo previsto y acomodado para hacerse cargo de reconstruir las ciudades afectadas y, al mismo tiempo, supervisar la implantación de un gobierno democrático. Pero Alemania, Su Santidad Juan Pablo II y una enorme multitud de ciudadanos del mundo, queremos que EU se retire y la ONU se haga cargo de lo demás. Vanos sueños: EU es gavilán que no suelta, y menos un premio como el subsuelo iraquí.