Estamos a punto de recibir un nuevo año. Estrenaremos una estación primaveral en que el campo se vestirá de escaramujos, gudelias y lantanas silvestres; luego vendrá un verano ardiente, donde usted puede freír un huevo en el capó de su coche; llegará un otoño que dejará las banquetas cubiertas por una alfombra de hojas amarillentas y por último, un invierno cada vez más gélido, producto de la insania del hombre que lucha denodadamente por acabar con su medio ambiente. Será un año igual al que se nos va de las manos, sin que podamos hacer algo para detenerlo, y, sin embargo, con características diferentes. Muchos de nuestros amigos se habrán ido calladamente al término de su ciclo y otros, desconocidos, iniciándose en el misterio de la vida, arribarán gozosos y lloricones a abordar esta nave planetaria que se desplaza lentamente por los espacios siderales. Quizá echemos una ojeada a los días que han pasado recordando viejos tiempos, en que éramos jóvenes y sentíamos el ritmo de la vida latir en las venas, justo cuando queríamos precipitar los días por que nos parecía que se movían con demasiada parsimonia. En esos días el fumar era un reto, una demostración de hombría.
Dicen año nuevo, vida nueva. Queriendo significar que haremos las cosas distintas aunque sigamos siendo los mismos. Bien, son tiempos de buenos propósitos de los que, para nuestra desgracia, nos olvidamos apenas empieza el mes siguiente. Verbigracia ¿en cuántas ocasiones hemos intentado dejar de fumar? Casi siempre determinamos hacerlo el año que viene, como si el sólo prometerlo en estas fechas fuera un buen augurio. Estamos conscientes del daño a las vías respiratorias, cuando la nicotina, el alquitrán y demás substancias nocivas que contiene el humo de los cigarrillos llega a nuestro organismo, y seguimos impertérritos ¡dándole duro al chacuaco! Se han tomado medidas drásticas como impedir que se fume en lugares públicos, para proteger a los fumadores pasivos puesto que quienes aspiran el humo de quien prende un cigarrillo cerca se exponen al mismo peligro de enfermar. Las compañías tabacaleras, por su parte, accedieron a no alentar a consumidores retirando la publicidad en televisión, periódicos, espectaculares, aparadores y revistas, atendiendo a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Este producto es nocivo a la salud, pusieron ese letrero, por primera vez, en las cajetillas.
Este tema, vale la pena ahondar en él, viene a colación por que los diputados federales hace algunos días aprobaron, en una cerrada votación, un nuevo impuesto de 20 por ciento a la venta de cajetillas de cigarros. Los senadores, aun sabiendo que alrededor de 50 mil mexicanos mueren al año de cáncer, enfisema y demás enfermedades asociadas al tabaquismo, rechazaron la medida. El gobierno gasta, miles de millones de pesos al año, en la prevención y tratamiento de enfermedades vinculadas al tabaquismo. Los argumentos de quienes manejan las industria tabacalera, Cigatam, (¿Carlos Slim?) fabricante de Marlboro y BAT, del Viceroy y Raleigh, es que el impuesto pondría en riesgo más de 12 mil empleos, aunado a que un mayor precio en la venta podría llevar a los consumidores a recurrir al producto “pirata”, más barato. Indican que su baja rentabilidad ha llevado a que se dejen de cultivar cerca de 14 mil hectáreas, obligando, se dice, a que las empresas productoras de cigarros se abastezcan de la materia prima en otros países.
Lo que se sabía es que había un intenso cabildeo para frenar el nuevo impuesto. El sábado pasado los senadores eliminaron de la Ley del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios el gravamen del 20 por ciento adicional a las cajetillas de cigarros. Lo que provocó cambios a la Ley de Ingresos que implican una reducción en los ingresos del Gobierno Federal. La Cámara de origen recibió de la Cámara de Senadores, dichas modificaciones, lo que dio por resultado que el domingo, o sea anteayer, los diputados, ni tardos ni perezosos, aceptaran los cambios y colorín colorado este cuento se ha acabado. La medida era positiva pues el Gobierno recibiría un buen bonche de centavos en tanto los fumadores, dado el mayor costo de los cigarrillos, antes de comprar, lo pensarían dos veces. Bien, lo menos que pueden hacer los senadores y diputados, en defensa de la salud del pueblo, es decretar que las empresas cigarreras compartan gastos con el Gobierno para la atención médica de las víctimas del tabaquismo, como ya se hace en muchos otros países. En fin, el que tenga buen olfato, podrá oler que hay algo más que humo proveniente de la combustión del tabaco. ¿Tiene usted una tos persistente y cavernosa?, ¿la boca le sabe a demonios?, ¿carraspea y expulsa asquerosas flemas?, ¿le duele el pecho?, es llegada la hora de dejar ese hábito pernicioso.