en unos días más, en cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 69 de la Constitución Política Federal, el Presidente de la República deberá asistir a la apertura de sesiones ordinarias del primer período del Congreso, a presentar un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país.
Será la tercera vez que acude Vicente Fox Quesada, en su carácter de Presidente, a esa ceremonia. No habrá desacato a la figura del Poder Ejecutivo, como cuando, años atrás, Vicente Fox abandonó el salón de sesiones en plena lectura de un Informe.
Acudirán quienes deben estar más uno que otro colado, de los que nunca faltan. ¡Ah,! no olvidar a la primera dama quien se presentará acompañada por un séquito de distinguidas señoras, reiterando, ¡de una vez por todas!, que no aspira a ocupar el lugar de su esposo en Los Pinos.
Harán acto de presencia los guardias de seguridad. No, no creemos que pueda acceder al recinto el guardaespaldas de la cantante Lucero, aunque su rapidez para empuñar la pistola se estará desaprovechando.
Algo que ha sucedido desde que el actual Presidente tomó posesión del cargo es demostrar que no es de los que se ciñen a un rígido protocolo por lo que, después de saludar a sus vástagos, a su madrecita, a sus hermanos y demás parentela, hará un breve recuento de los avances que ha alcanzado en el desempeño de su trabajo como Presidente.
La mera verdad es que no ha sido brillante su actuación percibiéndose que tendrá que hacer de tripas corazón para decirnos, una vez más, lo que proyecta hacer en los años que le restan, quejándose, como el año pasado, de que ha estado ocupado remendando y parchando los estropicios de los priistas, por lo que no ha tenido tiempo de ocuparse de los asuntos que conciernen al país.
La realidad es que se le ve cansado, ojeroso, quizá con menos pelo en el mechón que usa como copete. Y no es para menos. Los problemas que enfrenta no se arreglan con ignorarlos. La economía del país se le ha estado yendo de las manos. Hay dos asuntos que no se pueden desasociar: la pobreza y la inseguridad pública. Ambos, puedo asegurar, sin temor a equivocarme, no lo dejan dormir a placer, a pierna suelta, como cuando estaba en su rancho de San Cristóbal.
En el poco tiempo que dormita se oye su respiración agitada, empezando a dibujarse una figura onírica recurrente, noche a noche, sueña que se cae del caballo, despertando abruptamente, con la frente perlada de sudor.
Si hiciera un balance de este último año diría que es poco encomiable el trabajo que el Presidente ha hecho. La situación económica que se vive en el país es alarmante por lo que tratará de maquillar las cifras que le son adversas. Ha sido pillado en dos que tres embustes que han afectado su credibilidad. Si bien sigue gozando de popularidad, los ciudadanos ponen en tela de duda su capacidad para conducir, como es debido, los asuntos públicos.
Tampoco le ha ayudado a su imagen insistir en conservar en su equipo de trabajo a personas que no parecen las más indicadas para ayudarlo a gobernar. Bastaría señalar como ejemplo al ex gobernador de Nuevo León que le hace un flaco favor con sus desatinadas observaciones desde la secretaría de Economía. Deberían ponerle una cremallera en la boca para evitar que siga diciendo sandeces, ya que lo único que logra es enfurecer a la opinión pública.
Esto demuestra que se ha seguido con la pésima costumbre de nombrar en los cargos públicos a personas carentes de la capacidad necesaria para desempeñar su responsabilidad, presumiendo de sabelotodos, igual que cuando el PRI, su odiado enemigo, estaba en el poder. Eso es algo que se llama corrupción que no solamente es disponer de fondos, sin derecho a ello, si no aceptar un cargo en el que se carece de experiencia.
Total que el Presidente llega a la mitad de su período con un brutal desgaste y, lo peor, sin querer aceptar los malos resultados. Quién iba a pensarlo cuando se le veía incisivo prometiendo un cambio que no acaba de llegar. La ciudadanía, por angas o por mangas, le ha estado volteando la espalda. Los resultados de las pasadas elecciones intermedias así lo indican. No se alcanza a divisar cómo podrá salir del agujero en que se ha metido. Los días que seguirán a este Informe están preñados de malos augurios.