20 duranguenses distinguidos lucharon por la creaciónde una compañía en 1884
DURANGO, DGO.- Por muchos años, el servicio de tranvías unió los barrios de la ciudad. La escena en la que hombres, mujeres y niños se trasladaban en el pequeño ferrocarril de tracción animal, resulta difícil de concebir para los duranguenses de hoy, pues ni siquiera habían nacido.
No obstante, en tiempos en que la tecnología ha acaparado todas las esferas de la sociedad, se hace necesario recordar los sucesos que llevaron a la creación de una línea de tranvías que comunicara las principales calles de la ciudad. Pero que, sobre todo, se convirtiera en el medio de transporte de los que no podían pagar la renta de una carretela o de un landó.
Aunque los responsables de lograr que esta ciudad capital contara con tranvías, ya vigilan desde el más allá el desarrollo de la tierra que los vio nacer, el reconocimiento es para sus descendientes, y el recuerdo es para todos aquéllos que no conozcan la historia.
En el año en que iniciaba la dictadura del Gobernador del Estado, Juan Manuel Flores (1884) se firmaba el acta constitutiva de la Compañía Limitada de Tranvías de Durango.
El documento signado por el presidente de la compañía, Toribio Bracho y por el secretario, Antonio de Juambelz y Redo, forma parte del archivo familiar de Rafael y Humberto de la Parra Viesca, porque su abuelo, don Leonardo de la Parra, fue uno de los actores principales en estos acontecimientos.
El inicio de una travesía
Un año antes de llegar a firmar el citado documento, en 1883, un grupo de duranguenses se reunió en el domicilio de don Juan B. Olhagaray. Su intención era concretar el servicio de tranvías.
No obstante, no fueron los primeros intentos, pues en 1875, el norteamericano Thomas William Browder obtuvo el permiso del Gobierno del Estado para establecer una línea férrea en las calles de la ciudad, que él considerara las más apropiadas. Así lo relata el escritor José Gallegos, en su libro Compendio de Historia de Durango. Pero este asunto no prosperó.
Años más tarde, en 1882, un mazatleco de nombre Jesús Escobar constituyó, con la aprobación del Ayuntamiento, la Compañía del Ferrocarril Urbano de la ciudad de Durango. Aunque ésta no llegó a funcionar, al momento de concretarse la Compañía Limitada de Tranvías de Durango, los accionistas tuvieron que pagar la concesión en un monto de dos mil 946 pesos con 90 centavos. En dicha cantidad, se incluían los gastos que se hicieron en tirar rieles y durmientes en algunas calles.
La sociedad se formó meses antes de que se estableciera formalmente la compañía, el seis de mayo de 1884. Ese día, firmaron ante el Notario Público Jesús Cincúnegui, 20 accionistas, quienes compraron en 500 pesos cada una de éstas. Lo que daba un total de 60 mil pesos.
Finalmente, el Ayuntamiento concedió a la Compañía Limitada de Tranvías de Durango, la autorización en la que se solicitaba construir las líneas férreas, que atravesarían las principales arterias de la ciudad en aquel entonces. La Cinco de Febrero, la Veinte de Noviembre, la Independencia y la Constitución fueron algunas de las calles por las que pasaron los tranvías, arrastrados por animales.
Aunque la concesión establecía un trazo definido para las líneas, al poner en servicio sus coches la compañía hizo algunas modificaciones. Por ejemplo, no se tiró la que partiendo de la Plaza de Armas iría por la calle Veinte de Noviembre hasta frente al Mercado Municipal. Tampoco se tiró la que iría por Independencia hacia el sur, volteando por la calle Aquiles Serdán.
Desde fines del Siglo XIX y hasta principios del XX, los tranvías fueron el medio de transporte de la sociedad duranguense. Muy especialmente, de aquéllos que no podían pagar la renta de una carroza, y mucho menos ser dueños de una. El pequeño ferrocarril se acomodaba a sus posibilidades, además de que representaba la oportunidad de convivir. De sentir de cerca ese espíritu que siempre ha caracterizado a los duranguenses.
El fin del tranvía en esta capital llegó en 1924. Los socios, considerando que ya resultaba incosteable sostener este servicio, lo liquidaron para sustituirlo por los modernos automóviles.
El documento...
Pocas estirpes tienen la fortuna de contar con un archivo familiar y más aún, si éste se remonta hasta el Siglo XVI. Éste el caso de la familia De la Parra.
Rafael de la Parra Viesca encontró entre los documentos originales de los que consta su archivo familiar, uno de singular valor: El título correspondiente a la acción No. 105, en la que se asentaba la compra de una acción de la Compañía Limitada de Tranvías de Durango.
Don Leonardo de la Parra adquirió por la cantidad de 500 pesos dicha acción, el primero de noviembre de 1884. El documento está firmado por el presidente de la compañía, Toribio Bracho y el secretario, Antonio de Juambelz y Redo; y es registrado por Maximiliano Damm.
En el acta se incluyen al reverso los artículos tercero, cuarto, quinto, octavo y onceavo de los estatutos, que establecen el correcto funcionamiento de la sociedad.
Al igual que don Leonardo, otros 19 accionistas compraron una parte de la compañía, y con ello cristalizaron el sueño de brindarle a Durango un nuevo medio de transporte: Los tranvías.
El acervo cultural que posee Rafael de la Parra Viesca está compuesto de documentos coloniales y contemporáneos; escrituras, testamentos, litigios, cartas, títulos, fotografías, planos y más. Estos escritos involucran a Durango y otros municipios, como Nombre de Dios y Poanas. Algunos se refieren a Sombrerete, Zacatecas y contienen la historia de nueve generaciones de la familia De la Parra.
LA SOCIEDAD
Los accionistas fundadores de la sociedad que se formó para la entrada del tranvía a Durango, fueron:
-Rafael Bracho.
-Juan Olhagaray.
-José María Álvarez.
-Maximiliano Damm.
-Ladislao López Negrete.
-Francisco Gómez Palacio.
-Francisco O. Arce.
-Manuel Curbelo.
-Cristóbal Rodríguez.
-Juan Hody.
-Bernardo de la Torre.
-Toribio Bracho.
-Juan Romero.
-Juan M. Flores.
-Juan Castillo de Valle.
-Gregorio de la Parra.
-López Hnos.
-Gurza Hnos.
-Leonardo de la Parra.
-Juambelz Hnos.
-Felipe Pérez Gavilán.
-Hugo Dormann.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón
LOS ESTATUTOS
Al reverso del documento de compra de las acciones de la compañía, se incluían los siguientes artículos.
Tercero: Las acciones serán de quinientos pesos; se expedirán nominalmente y la representación de cada una es indivisible. Podrán trasmitirse por los medios legales; pero su tenedor solamente será reconocido accionista, si en el título de la acción consta anotado que la trasmisión fue registrada en los libros de la compañía con autorización de la Junta Directiva.
Cuarto: Cada acción, desde el día en que haya sido adquirida, da derecho a igual participación en el capital y en las utilidades que obtenga la compañía, después de separado un cinco por ciento del importe de ellas para formar un fondo de reserva.
Quinto: Todo el que adquiera legítimamente una o más acciones en esta compañía, queda sujeto a las obligaciones y en posesión de los derechos, que se establecen para los socios en los presentes estatutos.
Octavo: Si se acordare la emisión de nuevas acciones, tendrán preferencia para adquirir a la par, los socios fundadores, en proporción a su representación de acciones fundadoras. Si alguno de ellos no hiciese uso de esta facultad, podrán los otros socios fundadores pedir las acciones que hayan resultado sobrantes guardándose la proporción dicha. Si estas acciones no alcanzaren a satisfacer los pedidos, las que hubiere se licitarán entre los pretendientes, fincando en quien ofrezca mayor precio. Las acciones que no fueren tomadas por los socios fundadores, de la manera expresada, se pondrán en venta al público.
Onceavo: Todo accionista residente fuera de esta capital tiene obligación de constituir un representante domiciliado en ella, con quien haya de entenderse la compañía en todos los negocios; y tanto los representantes como los accionistas residentes en esta ciudad, tienen obligación de avisar al secretario de la Junta Directiva el lugar de su domicilio.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón
LAS LÍNEAS
El Ayuntamiento de Durango concedió a la Compañía Limitada de Tranvías la autorización para construir las siguientes líneas:
-Una que, partiendo del Panteón de Oriente rumbo al poniente, entre a la ciudad por la calle de Carretas (este nombre se le daba a una parte de la que hoy es Cinco de Febrero, entre Voladores y Reforma).
-La línea debía continuar en línea recta por las calles que forman la Real o del Comercio (hoy Cinco de Febrero), cruzar la Plaza de la Constitución en su lado sur y dar vuelta en la esquina de los Diamantes por la del Baluarte (así se llamaba una parte de la hoy calle de la Constitución, comprendida entre la Cinco de Febrero y Veinte de Noviembre).
-Asimismo, debía continuar por la calle Lonja (nombre que llevaba la hoy calle de la Constitución, en su cuadra comprendida entre las hoy calles de Veinte de Noviembre y Negrete), y seguir por la de la Caja (que corresponde a la parte de la hoy calle Aquiles Serdán, comprendida entre las Juárez y Bruno Martínez).
-Luego, voltearía al poniente y continuaría en línea recta hasta el Partidor (nombre que llevaba la hoy calle Aquiles Serdán, en las cuadras comprendidas entre las calles de Independencia y Fénix), donde tendrá dos ramales.
-Estos ramales o bifurcaciones se extenderían hasta Canoas, por el callejón del mismo nombre, y el otro daría vuelta por la calle de la Alcantarilla (nombre que se le daba a la calle Independencia, entre las cuadras comprendidas por Aquiles Serdán y Gabino Barreda) hasta el Santuario o Ferrería Helstein.
-Dicha línea, para sus cambios, tendrá por escape un ramal de la esquina de la casa habitación del señor Juan B. Olhagaray (esta finca estuvo en el crucero de las calles Cinco de Febrero y Veinte de Noviembre, esquina noroeste), por frente a Catedral, dando vuelta por el costado oriente de la Plaza de la Constitución, a reunirse con la línea principal en la esquina sur oriente de la misma plaza.
-También, se tiró una línea que partía de la Plaza de Armas por toda la calle Cinco de Febrero, rumbo al poniente hasta las Alamedas, donde se detenía al llegar al Puente Fugueman (hoy Puente Ariel).
-Y una más que partía de la Plaza de Armas rumbo al norte, por la calle de la Constitución, hasta llegar a la estación de los Ferrocarriles.
FUENTE: Compendio de Historia de Durango