El miedo se ha apoderado del mundo. Todos los países se han quedado callados. Los más se han agazapado sobre si mismos esperando que los amos del universo no se fijen en ellos. No se atreven a respirar fuerte. Han transcurrido cinco días en los que el gobierno de los Estados Unidos de América ha estado arrojando bombas sobre la milenaria Bagdad y no hay gobierno que se haya manifestado públicamente condenando los hechos. La Organización de las Naciones Unidas agoniza, como pez sacado del agua, abriendo y cerrando su boca, tratando de llevar aire a sus pulmones, cuidándose de no hacer ruido al parecer para no molestar al que la ha puesto en esa situación. Hasta ahora nadie ha alzado su voz para condenar la atrocidad que está rompiendo todos los cánones de la convivencia pacífica. Los líderes de otrora poderosas naciones se pasean de un lado a otro de sus oficinas tronándose los dedos sin saber qué hacer, ni qué decir.
En estos días hay un espléndido aislacionismo como nunca se había visto en los tiempos modernos. Las murallas se levantan silenciosas manteniendo sus puentes levadizos en lo más alto. En las almenas de sus fortalezas nadie asoma las narices. Da la impresión de que el globo terráqueo bebió un tósigo que lo tiene paralizado. Se escuchan los ayes de dolor que poco después se transforman en estertores sin que alguno se atreva a socorrer al desdichado. El aire se vuelve irrespirable por el humo de las explosiones que provocan incendios apocalípticos sin que la humareda logre sacar de su apatía a los que se han contentado con cerrar los ojos para no ver. Los países del orbe matan el tiempo haciendo sacrificios a sus dioses esperando no los alcance la furia del Atila contemporáneo al que se le podría decir, parodiando aquello que donde su caballo pisaba no volvía a crecer la hierba, que donde pegan las bombas se acabará todo hálito de vida. ¿No se dan cuenta, los muy pelmazos, de que cualquiera de ellos puede ser el siguiente bocado?
Los países árabes se están convirtiendo en “una especie de tremenda, gruesa y valiosa vaca, atada para atraer al animal de rapiña” al igual que el Londres descrito por Winston Churchill en el verano de l939, cuando Adolfo Hitler hacía de las suyas. A propósito del autor de Mein Kampf ¿estaremos presenciando el nacimiento de un nuevo Führer? Es una locura permanecer ajenos a lo que acontece en el Medio Oriente. Tarde o temprano cuando las hormigas se les suban a la entrepierna tendrán que sacudirse saliendo de la modorra que ahora los mantiene atolondrados. La inestabilidad en las relaciones internacionales será consecuencia de que se ha roto el equilibrio del poder. Los que no hacen alianza para protestar no esperen compasión del poderoso que espera el momento de hundir las garras en sus gargantas. Es la ley del más fuerte lo que de aquí en adelante prevalecerá. Lo raro, lo extraño es que no se den por enterados de que sus pueblos salen en masa a las calles a expresar su repudio pidiendo la terminación de las hostilidades.
Hay dos métodos: el de la violencia y el de la cooperación democrática, basada en el reconocimiento del principio de igualdad de los pueblos y de los intereses legítimos de los Estados, sean grandes o pequeños. Estados Unidos, al desafiar a las naciones integradas a la ONU decidiendo, obviamente sin consenso de la comunidad internacional, proceder al uso de la fuerza para desarmar a Iraq, escogió el primero de los métodos. En cambio, la Carta de las Naciones Unidas tiende a darle primacía al uso de la diplomacia, aunque reconoce el derecho de los pueblos de defenderse ante una agresión. En todas las épocas ha existido cuando menos una gran potencia que provoca espanto al resto de los miembros de una sociedad internacional. Bien, lo que estamos oyendo es que el invasor alega que su pretensión es salvar al pueblo de Iraq de un dictador y preservar la seguridad futura de los Estados Unidos. El rictus de la cara lo delata, sus argumentos no convencen. Tan es así que no se expuso a un rechazo de las demás naciones prefiriendo la acción bélica a las negociaciones. ¿Será que sus quehaceres están motivados única y exclusivamente por la codicia?