POR RAFAEL IBARRA
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- Cuando por algún motivo los riñones de una persona dejan de funcionar comienza el martirio para la familia y para el propio enfermo, acudir dos o tres veces por semana a la clínica 71 del Instituto Mexicano del Seguro Social para recibir terapia de diálisis o hemodiálisis es algo penoso para el paciente.
Mientras recibe este doloroso tratamiento surge en el paciente la esperanza de recibir un transplante y de esta forma poder retomar su vida normal, sin embargo, en estos tiempos es muy difícil conseguir un donador y cada día que pasa el enfermo sufre las molestias de este padecimiento.
Pocas personas tienen la fortuna de Ricardo Nauriza Jaramillo de 36 años de edad, quien contó con el apoyo de sus hermanos y en dos ocasiones ha recibido la donación de un riñón que necesitaba para seguir vivo.
Ricardo trabaja en Ferromex y vive en la colonia Las Dalias, hace 24 días recibió su segundo transplante, su hermana Sandra Luz de 29 años de edad le donó un riñón.
Esta es la segunda operación que se le practica a Ricardo, el ocho de octubre de 1996 recibió el primer transplante, en aquella ocasión fue su hermano Gumersindo que actualmente tiene 32 años quien le donó uno de sus riñones.
A finales de 1995 Ricardo empezó a sentir molestias al orinar, había disminución en la orina, además se sentía cansado y débil.
“Ya venía envenenado cuando me trajeron, tenía en el cuerpo muchas toxinas que mí cuerpo no eliminaba, me puse muy malo y fue cuando me dializaron para limpiarme el cuerpo”, dice el paciente mientras espera en la sala de control que está ubicada en el séptimo piso de la clínica 71.
La enfermedad sirvió para que saliera a flote la solidaridad de la familia Nauriza, cinco personas se ofrecieron como voluntarios para donar su riñón y de esta forma apoyar a su familiar para que pudiera seguir viviendo.
“Esto te cambia totalmente la vida, sufres mucho, todos los tratamientos son muy dolorosos”, dice Ricardo, quien lleva puesto un tapabocas para evitar que los gérmenes le provoquen una enfermedad.
“Un mes antes de que me hicieran el primer transplante perdí la vista, después volví a ver pero tuve que estar un mes y medio aislado para que no contagiaran alguna enfermedad”, dice el entrevistado que espera su turno para que el médico lo revise por primera vez después de su segundo transplante.
Las manos le sudan, parece que Ricardo está nervioso mientras sigue recordando su historia, “cuando me pusieron el riñón de mi hermano todo iba muy bien, a los dos años empecé a tener problemas, mí cuerpo empezó a rechazar el riñón, los doctores me ayudaron mucho y con el medicamento hicieron que me volviera a funcionar”, dice.
En eso la platica se interrumpe, la enfermera le habla a Ricardo porqué es su turno para que el médico lo revise, el entrevistado se disculpa y se levanta de su asiento para dirigirse al consultorio del doctor.
Minutos después sale más tranquilo, todo salió muy bien, parece que su cuerpo está aceptando muy bien el riñón que su hermana Sandra Luz le regaló.
“Mira traigo la presión muy bien 130/80 es de lo más normal”, dice mientras enseña un documento que le entregó el doctor, “antes tenía la presión de 170/110, las presiones altas provocaron que se dañara el riñón que me habían donado”, agrega el paciente mientras se acomoda el tapaboca.
En octubre de 2002, de nueva cuenta las presiones altas y la falta de apetito volvieron al cuerpo de Ricardo, él sabía que algo andaba mal y de inmediato fue al médico a revisarse, el diagnóstico no fue nada halagador, el riñón había dejado de funcionar y de nueva cuenta los médicos tuvieron que dializar al enfermo.
“Son días en los que te sientes muy deprimidos, agobiado, no puedes salir, te limitan el agua porque tu cuerpo retiene líquidos que se pueden ir a los pulmones y te pueden provocar la muerte”, dice el entrevistado.
“Después cuando te transplantan sientes un alivio total, dejas de sufrir, por eso ahorita que el doctor me dijo que salí muy bien me da gusto, ellos ya hicieron lo suyo y ahora me toca a mí cuidarme, esta es otra oportunidad que me da Dios para seguir vivo”, dice Ricardo, que tiene reflejado en el rostro la alegría de seguir vivo.
Al despedirse Ricardo camina hacía una de sus hermanas que lo acompaña, emprende el regreso a su casa con la ilusión de recuperarse lo antes posible para reintegrarse a su trabajo en Ferromex, ahora goza de seis meses de incapacidad para recuperarse por completo, si su cuerpo acepta el riñón que acaba de recibir él podrá incorporarse a todas sus actividades normalmente.