Luis Felipe no deja de soñar: dice que un día tendrá una tienda, estudiará electrónica y sembrará su parcela. Pero su historia no es tan fácil. Dice que llegó a un hospital del IMSS con dos piernas, y que por un error médico, simplemente, se las tuvieron que amputar...
“Hasta que otro médico me vio, fue cuando me dijo que ya tenía las piernas gangrenadas”, dice Luis Felipe Guzmán Murillo, de 26 años de edad, casado y padre de un hijo de 4 años y futuro de otro que viene en camino. Nunca pensó que unas cervezas, un viejo automóvil 1975 y el exceso de velocidad que conducía su compañero Aldo Moreno Peralta, también de 26 años, se conjugaran para que el destino le jugara una mala pasada: la pérdida de ambas piernas.
Luis Guzmán sostiene que sufrió la amputación de sus dos extremidades por negligencia médica. Señala directamente al IMSS. De acuerdo con los hechos narrados por él, hubo irregularidades cuando un médico dejó pasar varios días sin intervenirlo, y eso le provocó gangrena... y la realidad que hoy vive.
El accidente
Luis Felipe vive en el poblado La Loma, municipio de Durango. En su silla de ruedas, mostró lo que le queda de ambas piernas, aún con cicatrices que están sanando. Accedió de inmediato a la entrevista, en dos sillas y un bote, debajo de un huizache, junto al corral donde tiene dos vacas y algunos gallos y pollas.
Sorpresivamente, a pesar de la tragedia, detrás de Luis Felipe hay un hombre entero y centrado, dispuesto a enfrentar la vida. Explica que durante casi 5 años trabajó en la Coca-Cola como jardinero e intendente. No hace mucho, cuenta, se casó con Claudia Sofía Quintanilla, con quien tiene un hijo de 4 años, Juan Felipe Guzmán Quintanilla.
“Él es el único que me partió el alma”, dice el señor Guzmán. “Siempre jugábamos al golito”, agrega.
Pero hoy todo eso terminó para ambos. No más futbol para Juan Felipe, ni para los otros hijos que vienen en camino. Espera uno más: su mujer tiene cuatro meses de embarazo.
Guzmán Murillo ganaba 890 pesos semanales en la Coca-Cola. Hoy, el Seguro le paga 80% de su sueldo y la empresa otro 40, por el ahorro que había acumulado. En suma, entonces, recibe 80 pesos diarios del IMSS; y 120 semanales de la empresa.
Su caso ya está en tribunales. Pero aún así la vida no ha sido fácil para un hombre que lo tiene todo y un día, por negligencia de unos o de otros, lo pierde.
Luis Felipe, sin embargo, mantiene sus esperanzas en la defensa de la CTM en Durango. A través de sus representantes, Raúl Ramírez Gamero, secretario de Previsión Social, así como Benjamín Ávila Guzmán, miembro del Consejo Consultivo ante el Seguro Social, lleva a cabo un jucio en busca de que se reconozca el error que, sostiene, se cometió en su contra, y se le indemnice conforme a derecho.
La parte acusadora señala al médico Eusebio Martínez Lizalde, y a quien resulte responsable. Pide no sólo una justa pensión, sino también que se le indemnice la pérdida de sus piernas, pues, dice, la amputación llegó justo antes de la mitad de su vida productiva.
Ávila, quien representa a la CTM en el Consejo Técnico Consultivo del IMSS, llamó “criminales” a los médicos. Contó que la Unión Nacional de Trabajadores está defendiendo al doctor, principal señalado por la denuncia de negligencia.
El más dañado
Aquel 8 de marzo, él iba como copiloto. Aldo Moreno, el conductor, estaba ebrio; atrás viajaba José Luis González, de 29, en igual estado. Luis Felipe confiesa que ya andaban “entonados” y que, en un momento dado, se perdió el control del Datsun. El automóvil se impactó por Veterinaria contra un árbol, en forma lateral, cuenta.
Por el impacto, sus compañeros quedaron inconscientes; él pudo romper un vidrio, sacó una mano, con su cachucha trató de llamar la atención, gritó y pidió ayuda.
Para su fortuna, pasó un amigo, Enrique, en una camioneta. Se trata de un vecino del poblado 28 de Septiembre. Le prestó ayuda. Enrique trató de mover el chasis retorcido del carro, pero desafortunadamente el señor Guzmán Murillo estaba prensado.
La Cruz Roja tardó una hora en sacarlos del auto. Los compañeros de Luis Felipe también resultaron lesionados, pero él fue el más grave.
Ingresó al IMSS como a las 22:00 ó 22:30 horas a la sala de urgencias del IMSS. No tenía dolor, dice, pero iba casi inconsciente; despertó como a las 01:00 horas del día 9 de marzo. Subió a piso a las 03:30 de este mismo día.
Los médicos le pusieron férulas y vendas en las piernas. El lunes llegó el médico (hoy rescindido) Eusebio Martínez Lizalde; vio las radiografías, y le comentó que su situación era complicada: “en la pierna derecha tienes fractura de tibia y peroné; la izquierda tardará más en su recuperación”, le dijo, pues tenía atrofiados los ligamentos. Pero aseguró que tenía remedio.
Eusebio Martínez regresó el martes, narra Luis Felipe. Le ratificó que no había peligro de perder las piernas; que era un caso difícil pero que tenía remedio. Le dijo que lo operarían el viernes. Para el miércoles, sólo le cambiaron las vendas. El jueves le pusieron unas gasas por las ampollas que comenzaron a salirle; el viernes no se dio la operación.
El doctor Eusebio Martínez, según el afectado, vio nuevamente las radiografías este día; le dijo que él lo operaría. Pero no se hizo nada. Guzmán Murillo indicó que un doctor al que identifica como “Didier”, y que va los sábados y domingos, se interesó sobre su caso. Al darse cuenta de que no lo habían operado, se mostró molesto: “las piernas están más que infectadas; las tienes gangrenadas”, le dijo.
Hablaron con el angiólogo Manuel Medina; fue la misma opinión: había urgencia de amputar por la presencia de infección. Luis Felipe autorizó, y avisaron a su esposa.
Y así, los doctores procedieron.
Luis Felipe perdió una pierna.
La querella
Fue el 15 de marzo cuando le amputaron la pierna derecha. Luis Felipe se quejó ante la Subdirección del hospital; le dieron la razón.
Pero lo peor no había pasado. Los médicos se dieron cuenta de que la pierna izquierda, también con daños graves, estaba gangrenada. El estudio de arteriología determinó que su circulación sanguínea era insuficiente. Se le amputó la segunda pierna el 18 de marzo. “Mi padre Dios decidió que así fuera y por qué no voy a seguir viviendo así”, explica ahora Luis Felipe.
El ex trabajador de la Coca-Cola avisó al Sindicato; la CTM intervino. “Demandamos penalmente; Raúl Ramírez Gamero hizo la demanda y se la entregaron a los del IMSS”, dice el afectado.
Moviendo su cachucha y peinándose, agarrándose una pierna y luego otra, tal vez para sentir movilidad entre ambas, continúo: “Espero que se indemnice correctamente, pues aunque yo sé que mi vida continúa y que tengo todavía mucho por vivir, ya no es lo mismo”.
Plan de vida truncado
La pérdida de ambas piernas ha significado mucho para Luis Felipe, pero su vida no acaba: tiene muchos planes todavía. Espera su segundo hijo; no termina de construir su casa, que hoy es de 2 cuartitos. Quiere instalar una tienda, sembrar algo de hortalizas en el patio de su casa y, tal vez, en un futuro no muy lejano, estudiar electrónica. Los 3 meses que han pasado desde el accidente han sido reflexivos para él, afirma cuando desgrana unas mazorcas a algunos pollos que se acercan a comer algo de maíz.
La silla de ruedas en la que se mueve se la prestó un amigo del pueblo y denunció que las autoridades del IMSS no le han dado apoyo en este aspecto. Espera sus prótesis y el programa de rehabilitación física que le seguirá.
Sin embargo, el ánimo por mantener su vida normal se topa con realidades muy concretas. Sus sueños de agricultor, oficio al que se dedicó desde niño, están truncados. Luis Felipe estuvo acostumbrado a trabajar el tractor, a desvelarse en “el monte”, junto con su padre y su hermano, explica. Desde que ingresó a la Coca-Cola, llegaba a las 4 ó 5 de la madrugada para ir a su chamba de su trabajo en la Coca-Cola, dice que entraba a las 7 de la mañana. “A eso está acostumbrado uno”, cuenta.
Con ánimo y entereza, afirma que desea continuar viviendo, que seguirá trabajando en el pueblo. Agrega: “no quiero ser un estorbo y voy a demostrar que aún quiero vivir y que puedo hacer muchas cosas todavía”.