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¿Un tiro de Informe?

René Delgado

Como si estos días de revancha no llamaran a la prudencia, el jefe del Ejecutivo no pudo contenerse y, fiel a la costumbre, ya lanzó una gracejada sobre su Informe de Gobierno. Dijo que “va a ser un tiro”. Lo mejor que se le puede desear al mandatario es que ojalá -como muchas otras veces- se haya equivocado al decir eso.

Tiros ha hecho muchos el jefe del Ejecutivo, pero muy pocos de ellos han pegado en el blanco. Si el Informe es un tiro más, un disparo al aire más, el mandatario estará quemando absurdamente sus últimos cartuchos y poniendo en riesgo no sólo el curso final de su administración sino el sentido mismo de la alternancia política.

La importancia de este Informe radicará no en lo que reporte o deje de reportar el mandatario sino en la atmósfera que deje esa ceremonia. Si ese ambiente es el mismo que ahora se respira -el de la frivolidad presidencial y el del revanchismo caníbal de la clase política-, dentro y fuera del país se tomará nota de que México es una nación sin dirección ni rumbo. Una nación a la deriva, sin brújula ni compás y con una tripulación amotinada, interesada en hacerse del timón sin saber a qué puerto llevar el barco y el pasaje.

Los poderes Ejecutivo y Legislativo así como los partidos políticos deberían advertir lo que se juegan a partir del próximo lunes.

*** Llega el presidente Vicente Fox a su tercer Informe en condiciones adversas.

Los indicadores económicos advierten el estancamiento. El índice de confianza está ya en el umbral del pesimismo, las cifras del desempleo no encuentran amparo en la changarrización de la economía, las expectativas del crecimiento están a la baja, las amenazas de salida de capitales al alza y, acaso, como alivio, se reportan ligeras, muy ligeras mejoras en los indicadores sociales que, por lo demás, responden a políticas no sólo de este sexenio.

El resumen de la economía es ése, el de la política es peor. Los indicadores de ese quehacer son terribles. La práctica más deleznable de la política de cañería -el espionaje y la violación de la privacidad- ahora se presenta como libro, donde espías y espiados se confunden. Los pleitos entre y dentro de los partidos políticos se convierten en la rutina de un espectáculo que, de repetido, resulta cada vez más insoportable. La sucesión presidencial, desatada en un mar de demagogia y ambiciones, mostrando en su precipitación el relleno del vacío donde flota de muertito la administración presente.

El campo social complementa el paisaje. Un día sí y otro también este o aquel otro estallido amenaza con detonar los canales institucionales de participación y deja expuesta la posibilidad de que un día, cualquier día resulte bueno para que un incidente se convierta en la precipitación de una crisis no exenta de violencia. El crimen convertido en una industria que tiene por rehén a la sociedad y la desesperación social en el campo y la ciudad en la mecha de un conflicto.

A esas estampas que perfilan un desastre, se agrega el desorden y la desorganización de la administración. Del gabinete de Los Pinos ya quedan muy pocos: Ramón Muñoz, Eduardo Sojo, Alfonso Durazo y, desde luego, la primera dama que un día se declara precandidata presidencial y, al día siguiente, pregunta por qué se especula con eso. De aquel gabinete se han ido Carlos Rojas, José Sarukhán, Rafael Rangel Sostmann, Adolfo Aguilar Zínser, Rodolfo Elizondo, Xóchitl Gálvez y Juan Hernández. De aquel gabinete queda muy poco.

Y, pese a la reiterada declaración de que al presidente Fox no le gusta operar cambios en el gabinete presidencial, cinco son ya las Secretarías que han sufrido cambios que no responden a las necesidades del Gobierno. Relaciones Exteriores, Economía, Función Pública, Reforma Agraria y Turismo son las dependencias que han visto la mudanza de sus originales titulares.

Lo curioso de esos cambios es que, en rigor, el mandatario no ha hecho cambios. Esos ajustes se los han impuesto sus propios colaboradores, su propio partido o las presiones de dentro y de fuera del Gobierno. Vamos, la decisión no ha sido del mandatario. Jorge Castañeda fue el que avisó que se iba, Mauricio Fernández fue el que pidió hacerle un hueco a Fernando Canales, Luis Ernesto Derbez se corrió a la cancillería señalando que se iba, siempre y cuando se llevara el comercio internacional, María Teresa Herrera ya no quería estar en la Reforma Agraria y a Leticia Navarro la presionaron, al menos se presume, desde una televisora y desde dentro de Los Pinos para que se fuera.

El mandatario ha formalizado solamente los cambios que él no ha decidido. La cereza del cóctel de cambios no decididos, es que el mandatario ya va en el cuarto portavoz de su Gobierno como si todo fuera un problema de imagen y comunicación.

En otras palabras, los cambios en el gabinete han sido producto de las necesidades, los quiebres o caprichos personales de los colaboradores, de las necesidades electorales del partido en el Gobierno, o de los intereses y las presiones de grandes corporaciones ante las que se doblegan en Los Pinos. Los cambios no han obedecido, pues, a la decisión y la necesidad presidencial de llevarlos a cabo.

Con aquel paisaje y en esas condiciones irá el mandatario a San Lázaro. Hoy ahí estará y por eso asombra que, cuando lo que se requiere es prudencia y certidumbre política, Vicente Fox anuncie que habrá sorpresas. Con expresiones como ésa el mandatario no genera curiosidad, sino miedo. ¿Más sorpresas, después de todo lo visto?

*** El Gobierno se encuentra a la mitad del camino. El Informe de hoy marcará, por un lado, la clausura de la primera mitad del sexenio y marcará, por otro lado, el inicio de una nueva legislatura. En la atmósfera que derive de esa simbólica ceremonia, se cifra el destino de un Gobierno que, a casi tres años de estar en el poder, no ha logrado hacer de la alternancia una alternativa. Y, en esa atmósfera, se cifra también la posibilidad de darle una oportunidad a la República.

En su primer Informe, el mandatario convocó a las fuerzas políticas “a convertir un Acuerdo Político Nacional para la Reforma del Estado en una palanca estratégica de este proceso de modernización”. En la ilusión política que se practica en Gobernación se elaboró un catálogo de buenos propósitos y, con bombo y platillo, se presentó el catálogo como aquel acuerdo que, a la fecha, no tiene traducción en hechos.

En el segundo Informe, el mandatario repitió el primero: “Es tiempo de fortalecer la política, de darle naturalidad e intensidad al diálogo y al acuerdo. No debemos permitir -dijo- que la confrontación se multiplique. La sociedad no quiere ver que la defensa legítima de nuestras propuestas se traduzca en enfrentamientos, ni que la lucha por legítimos intereses derive en conflictos.” La convocatoria sin trabajo político y, desde luego, sin resultados comenzó a enseñorearse como la forma de Gobierno y el conflicto y la confrontación como el modus vivendi de una clase política que ha hecho de la revancha su mejor conducta.

En rigor, el mejor resultado que arroja el sexenio es que no ha ocurrido nada grave. El cambio significa ahora no provocar que ocurran cosas, sino en impedir que sucedan.

*** Hoy lunes, el mandatario irá a su tercer Informe que marcará la última oportunidad para darle sentido al Gobierno de la alternancia y marcará la madurez o inmadurez del conjunto de la clase política para acordar, en la pluralidad y la diversidad, aquello que el país requiere para su desarrollo.

En esta ceremonia se verá si tanto el Gobierno como los partidos políticos entendieron el reclamo ciudadano del pasado mes de julio. Con pequeños matices de por medio, reiteró lo que ya había establecido tres años atrás: el deseo de consolidar la democracia y posibilitar el desarrollo sobre la base de un Gobierno sujeto a pesos y contrapesos, al debate con acuerdos marcados por el equilibrio.

Quienes votaron expresaron eso y quienes no votaron dejaron bien claro su descreimiento en una élite política que de profesional tiene muy poco.

Por eso, hoy lunes, no importará qué informe o deje de informar el mandatario como tampoco qué tan crítica o no se muestra la oposición. Importará el planteamiento que uno y otro poder hagan de cara al tiempo que le resta el sexenio. Ahí se verá si la clase política en su conjunto escuchó y entendió el reclamo que reiteradamente le ha hecho la nación.

*** Desde esa perspectiva, si el Informe de hoy es la reedición de los anteriores informes; la reedición de las acusaciones mutuas y el intercambio de descalificaciones; la reedición de las promesas sin respaldo ni sustento; la reedición del catálogo de cambios que no tienen registro en el bienestar político y social; la reedición de revanchas que vulneran los cimientos de la convivencia política; la reedición de los innumerables proyectos que, en su cantidad, revelan ausencia de prioridades; la reedición de números que no ocultan la realidad que lastima a la ciudadanía, ambos poderes y la clase política en su conjunto enviarán una muy mala señal dentro y fuera del país, a inversores y ciudadanos.

A tres años de haber generado una enorme expectativa económica y política, el entusiasmo se ha convertido en desánimo, la esperanza en desilusión, la necesidad en urgencia.

Si los poderes Ejecutivo y Legislativo así como los partidos políticos no dan muestran de madurez y sensatez y hacen de la ceremonia un espectáculo que -de repetido- fastidia, tendrán que reconocer que han puesto en juego su propia sobrevivencia y asumir, entonces, que cualquier incidente puede descarrilar la consolidación de una democracia que se desdibuja más cada día.

Es hora de salir de la frivolidad y el revanchismo para escuchar y atender el reclamo de la nación y darle una oportunidad al desarrollo.

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