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Un vínculo en común

Gilberto Serna

Algo está pasando allá arriba, en las esferas del poder, que puede indicar un posible cambio de actitud, al que los politólogos no le han dado la importancia que merece. Desde que el actual Gobierno Federal asumió la responsabilidad de dirigir al país se advirtió una simbiosis de poder en que por un lado había un Presidente que era vapuleado por su tibieza para ejercer el mando y por otro un partido detrás del cual había un líder moral que no ocultaba, altanero y rencoroso, su distanciamiento con el Presidente. El primer indicio de que su estrella tiende a declinar lo dio la conformación de una lista de candidatos plurinominales de la que fue excluido su escudero Antonio Lozano Gracia. Luego hubo una intensa campaña de desprestigio por el supuesto tráfico de influencias derivada de sus trabajos litigiosos donde se desempeñaba como cualquier abogado con despacho jurídico abierto a los particulares, criticándosele la dualidad de funciones en que, se dice, hacía uso de sus credenciales de legislador para influir en el sentido de fallos judiciales.

Se le acusó de poseer terrenos en una exclusiva zona de una ciudad costera del Pacífico, sin que a la postre se haya demostrado que la hubiera adquirido de manera ilegal. A raíz de que su despacho se hizo cargo de un litigio en que figuraba el corporativo al que pertenece Televisión Azteca se ha visto que este medio no lo pierde de vista. Tuvo un enfrentamiento con Andrés Manuel López Obrador en una entrevista televisiva que trajo consecuencias posteriores con la intervención de autoridades ministeriales encargadas de la persecución de delitos. Total que cuando no reparte trompadas a granel, la lengua no le para denostando a sus enemigos, reales o inventados. Era tal su popularidad y atrevimiento que por un momento se pensó que sería un estupendo candidato del partido albiceleste para el 2006. La noticia de que se hará un sesudo análisis por los 46 senadores de Acción Nacional cuyo resultado se determinará si la bancada albiceleste propone al Comité Ejecutivo Nacional del PAN que continúe el actual coordinador senatorial o, en su caso, que sea reemplazado, le da un sesgo diferente a su futuro.

El asunto no es de poca monta. Se trata ni más ni menos de un ex candidato a ocupar el despacho del Presidente, al que, como una manera de reconocerle su señorío, le llaman con el mote de Jefe Diego. Es una figura cuyo destino, si lo sacan de la coordinación, se volverá incierto. Pero al mismo tiempo demuestra que Vicente Fox Quesada no se ha quedado con los brazos cruzados. Tenemos un hombre en Los Pinos que había soportado empellones verbales, que si logra ese propósito se habrá sacado una piedra del zapato demostrando que es capaz, como el que más, de poner en su lugar a los que se han estado encargando, desde el principio de su mandato, de ponerle cáscaras de plátano por donde va caminando. Una vez que ponga orden en el partido que lo postuló el siguiente paso será recomponer sus relaciones con el poder legislativo. No habrá en la Cámara de Senadores quien coordine en su contra y en la Cámara de Diputados tendrá, lo más seguro, a quien le sucedió en el cargo de Gobernador en Guanajuato.

En ese contexto las cosas no pintan mal para el presidente Vicente Fox. Tardó un poquito en darse cuenta de como gobernar pero al parecer ya se le prendió el foco. Lo más urgente será, aprovechando su cercanía con dirigentes de otros partidos, darle a uno que otro gobernador un pescozón para que entiendan quien es quien en razón de jerarquías. Lo que le favorece es que a ambos les han hecho resistencia los mismos personajes. Si la coordinadora priista en la Cámara de Diputados resulta ser de quien se ha estado hablando, la profesora Elba Esther Gordillo, no debe ignorarse que habrá por encima de todos ellos, incluido Roberto Madrazo, un vínculo en común o sea Carlos Salinas de Gortari, que apoyó al actual dirigente priista cuando Ernesto Zedillo lo quería sacar del palacio de gobierno de Tabasco, que puso a Elba Esther como lideresa de los maestros, SNTE, y que derogó el precepto constitucional que impedía a hijos de extranjeros aspirar a la Presidencia de la República, en una reforma legal sin la cual Vicente Fox no hubiera sacado al PRI de Los Pinos.

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