BARCELONA, ESPAÑA.- A un día de que las clavadistas mexicanas Paola Espinosa y Laura Sánchez consiguieran la medalla de bronce en los décimos Campeonatos Mundiales de Natación, su rostro refleja inocencia aún después de haber competido con campeonas olímpicas y mundiales.
Pese a su edad, no rebasan los 18 años, las juveniles Espinosa y Sánchez se adjudicaron la presea de bronce en la prueba de trampolín de tres metros en la modalidad de sincronizados durante los mundiales celebrados en esta ciudad y aseguraron su pase a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
Están a unas horas de dejar Barcelona y hacen fila para su documentación en la línea aérea que las llevará, primero a París, luego a México, y no sienten presión alguna de cómo será su llegada a tierras aztecas.
Los medios de comunicación se aglomerarán a su alrededor, ya lo saben y sonríen. Juguetean entre sí, se une a la charla otro de las jóvenes promesas de los clavados nacionales: Rommel Pacheco.
A su vez, el entrenador Francisco Rueda se muestra feliz, pero aún no digiere lo realizado por sus alumnos en los mundiales, en donde Paola, Laura y Rommel lograron lo que el experimentado grupo de Fernando Platas no pudo: su pase a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
El sitio jamás se les borrará de la mente, la fosa de la Piscina Municipal de Montjuic, sede hace 11 años de unos Juegos Olímpicos, permanecerá siempre como una imagen viva.
Se le pregunta si está contento, enmudece y sin aspavientos, Rueda señala que es la recompensa al sacrificio: sus alumnos han comenzado a crecer y eso lo llena de orgullo.
Todavía recuerda cómo llegó Paola Espinosa por primera vez a un entrenamiento de clavados, era casi una niña que tiene su historia, una historia que hace llorar.
Por un instante, Paola se queda sola y es cuando inicia la charla y regresa al domingo 20 de julio en la fosa de Montjuic evoca a 20 saltadoras que aprietan el cuerpo y deslizan sus manos en el aire antes de entrar a la competencia en el trampolín de tres metros.
De un momento a otro se dará la salida. Las campeonas mundiales de Fukuoka 2001, las chinas Minxia Wu y Jingjing Gou vienen por el título, las mexicanas lo saben, y de igual manera, se ve a las rusas Vera Ilyna y Julia Pakhalina ansiosas por salir.
Unas y otras aguardan, impacientes, saltar al trampolín y comenzar el vuelo vespertino. Paola mira a su compañera de toda la vida, Laura Sánchez, y se alientan entre sí para ir a la conquista.
Paola, de 16 años de edad, se muestra imperiosa y a la vez certera, sabe que debe meterse entre las tres primeras de la contienda y hacer lo que hace un año hicieron para obtener una presea en la categoría juvenil.
"Debemos dar gracias a Dios por esta oportunidad", señala Paola, la más pequeña del grupo de Francisco Rueda. Su piel ha adquirido un tono ébano por el intenso sol catalán.
Una vez más Paola se aferra a la oportunidad de llegar a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, se ganó su lugar sin estar considerada para ello, tal como lo hizo hace 16 años cuando la clavadista nació de "milagro".
A su madre, Fina Espinosa, se le había detectado un tumor en la matriz que ponía en riesgo su embarazo.
La vida fue generosa para Paola, a los ocho meses vio la luz del mundo entre una ráfaga que iluminó a aquella personita que estaba a punto de no llegar al mundo y mucho menos al de los saltos ornamentales.
Había nacido con un mes de antelación y el médico pronosticó a los padres que sería riesgoso. Eso no importó a Paola, quien si había llegado con buena salud en ese momento era porque la pequeña se aferró a la vida.
Fue una alegría inmensa que inundó a sus padres, quienes a partir de ese momento se olvidaron de cualquier cosa y se dedicaron a verla crecer. De ahí que el segundo nombre de la clavadista sea "Milagros" porque para doña Fina y su esposo fue un milagro que haya nacido.
Sus logros en el deporte son considerados como únicos: "Para nosotros, su familia, es un orgullo ver y compartir sus triunfos en los clavados, porque ella se puede decir que no hubiera nacido sino fuera por un milagro", mencionó, en una ocasión, doña Fina.