Estamos por entrar a la semana considerada como “mayor” o “santa” para los cristianos católicos; tiempo en que los líderes espirituales dedican todos sus esfuerzos a recordar el proceso de salvación de los hombres por medio de la entrega del Hijo de Dios a través del sacrificio cruento.
Sin embargo, los historiadores y arqueólogos bíblicos tratan el tema analizándolo desde sus propias áreas de especialidad, haciendo notar que la ejecución, la más cruel por cierto, del líder Jesús de Nazareth tuvo un fuerte fondo político.
Además de las descripciones escritas en los evangelios, queda la esencia del tiempo y la cultura que se vivía en el medio oriente, dominados por la Roma Antigua, debiendo cumplir con sus principios sociales y religiosos, además atender las ordenanzas del representante del Emperador.
La presencia de distintos líderes sociales entre el pueblo Judío, incluyo la de verdaderos guerrilleros que trataban de resolver por sus medios la problemática del pueblo a partir de la violencia (¡desde entonces!) llamando a la rebeldía y la sublevación al pueblo, provocaban serias tensiones de los judíos administradores y gobernantes, con la autoridad Romana.
Los intereses de los gobernantes judíos y líderes religiosos, tal y como ahora los observamos, se imponían a los del pueblo, que era el que padecía las penurias de la dominación Romana.
En ese ambiente social y político apareció un hombre que hablaba de una conspiración de amor, que muchos interpretaron como política y de violencia física; era Jesús que enfrentaba a “lo establecido” y se oponía a algunas imposiciones de los sacerdotes, tales como la interpretación dura de los ordenamientos de Dios, anteponiéndolas a los principios de amor y bondad (por ejemplo respetar el sábado por encima de cualquier necesidad de actuar y hacer el bien). No es extraño que otros inconformes con dotes de liderazgo trataran de sumarse al Nazareno, buscando unir fuerzas para acabar con la dominación Romana y las injusticias de quienes ostentaban el poder. Algunos autores hablan de un Barrabás guerrillero y de un Judas Iscariote que a pesar de proceder de las clases privilegiadas tenía ideas revolucionarias y violentas.
En ese entorno se imponía que, a ese hombre, había que eliminarlo y además aplicarle un castigo ejemplar que sometiera en base al miedo a los insurrectos, o a quienes guardaban en su mente ideas de una justicia que alterara el orden social.
El medio elegido fue la crucifixión, método bárbaro de ajusticiamiento que fue tomado de los antiguos pueblos Persas y que estaba dedicado a todos los grandes criminales, despiadados y seres humanos que merecían un castigo extremo en la ejecución para dar un ejemplo a los demás.
Los condenados debían cargar un madero que variaba de medidas y llegaba hasta los dos metros de longitud que era conocido como “stipes”, que a su vez era izado por medio de cuerdas y poleas hasta colocarlo formando una cruz con otro madero, o un árbol podado, bien fijos en la tierra, que se conocían como “patíbulum”, formando la cruz que todos conocemos.
Por si fuera poco, al crucificado se le negaba agua y se le clavaba de manos y pies; luego se le fracturaban las piernas para evitar que descansara el cuerpo en caderas, rodillas y tobillos, alterando la fisiología de la respiración al evitar que la caja toráxica se expandiera adecuadamente y provocando un estado mórbido conocido por los médicos de hoy como acidosis respiratoria. Muchas veces complicaban intencionalmente el proceso respiratorio punzando un costado del tórax para provocar una mayor insuficiencia y acelerar la agonía.
Sin embargo, aún así, los crucificados llegaban a tardarse hasta dos y tres días en morir, siendo mordidos por alimañas que se acercaban a los pies de la cruz por las noches. Eso motivó que se aumentara la altura de las cruces.
Y eso no fue suficiente para el caso de Jesús; además, con anterioridad buscaron debilitarlo negándole el alimento y el agua para favorecer la deshidratación y restarle energía física; también lo azotaron sangrándolo y lo vejaron de diferentes formas, siendo la más conocida la colocación de una corona de espinas.
También lo desnudaron y ofendieron públicamente para debilitar su espíritu y utilizarlo como medio de advertencia para cualquier otro sedicioso, muchos de los cuales se mantenían atentos a los acontecimientos.
Así terminó la más famosa ejecución hecha por humanos, dando la oportunidad a que naciera una de las más bellas y fuertes creencias religiosas, dejándonos un ejemplo de conspiración de amor.
Lo invito a que en estos días de descanso encuentre un tiempo para recordarlo y reflexionar en el mensaje, además de desearle un descanso reparador que le anime a seguir adelante, ahora con su propia cruz.