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Una megamarcha en proceso

Gilberto Serna

Habrá una marcha contra la privatización del sector eléctrico. Eso, si las cosas siguen su curso normal, tendrá lugar el próximo jueves 27 de este mes de noviembre. A unos cuantos días de que se cumplan tres años de que asumió el cargo de presidente, el guanajuatense Vicente Fox Quesada. Se trata de una manifestación de protesta organizada por dos figuras relevantes, una del PRI, el senador Manuel Bartlett y otro del PRD el ex candidato presidencial, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. En tiempos pasados, un poco más de tres lustros, ambos protagonizaron posiciones contrarias, Cuauhtémoc era por primera ocasión candidato y Manuel fungía como secretario de Gobernación. Hay la idea de que aquél fue despojado de su triunfo y Carlos Salinas De Gortari se hizo de la silla presidencial con la ayuda de Manuel al que se le agradeció su participación designándolo secretario de Educación. El ahora legislador fue señalado como uno de los artífices de la derrota de Cuauhtémoc. Se diría que hubo diferencias irreconciliables entre dos políticos que ahora unen fuerzas para enfrentar medidas del gobierno actual. No hay tal, hace rato ambos, actores en un oscuro episodio de nuestra historia patria, han zanjado sus desavenencias avanzando como si el acontecimiento no hubiera existido. Piensan que como la mujer de Lot, en política, el que mira hacia atrás se convierte en estatua de sal.

Habrá quien los tilde de poco serios pero la realidad es que están dando un ejemplo de civilidad si se toma en cuenta que unen sus fuerzas para emprender una lucha contra lo que ellos consideran un despropósito del Gobierno Federal, consistente en privatizar el sector eléctrico. Desde que los estudiantes salieron a las calles en una marcha presidida por el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, reprobando la actitud represora del gobierno, 1968, no se ha vuelto a ver una manifestación de reproche contra una medida gubernamental que cuente con la simpatía generalizada de la ciudadanía.

Los que conocen de estos asuntos, que saben cómo tomarle el pulso a la nación, se están dando cuenta de que la gente está en evidente desacuerdo con lo que ha venido haciendo el gobierno, percatándose que el termómetro, que mide la temperatura del descontento social, asciende peligrosamente. Hay que pensar en que a nadie conviene que los asuntos públicos se desboquen provocando un estallido en el que todos sufriríamos las consecuencias.

La caminata, de seguirse adelante con los planes, tendrá, desde antes de iniciarse, una consecuencia indeseable para el gobierno. Desde ahora se anuncia que será un espacio para dar cauce a muchas otras disconformidades. Se habla de que participarán quienes no están acordes con que se cobre el Impuesto al Valor Agregado en alimentos y medicinas, así mismo los que se oponen al proyecto oficial de suprimir organismos como el Instituto Mexicano de Cinematografía y los Estudios Churubusco, igual los campesinos mexiquenses de San Salvador Atenco que apoyan el movimiento con sus machetes y también los estudiantes cegacheros del Consejo General de Huelga de la Universidad Nacional Autónoma de México, más las organizaciones que en estos días se apunten, por lo que se antoja se unirán los contrarios a que se graven los libros. La presencia del Sindicato Mexicano de Electricistas le da un especial énfasis a la protesta. Hbrá, entre los que se oponen a la privatización, miembros priistas y perredistas que conforman el Congreso de la Unión.

Esta, a la que se ha dado en llamar megamarcha, pondrá al Gobierno Federal en un dilema: o con gran espíritu democrático deja que libremente se desplacen los manifestantes por las calles de la capital, abriendo la posibilidad de que cunda el ejemplo en la provincia, o busca negociar retirando sus propuestas, quedando mal con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Nunca como ahora el dicho popular de entre la espada y la pared se había presentado con tan aguda pertinencia. A pesar de su evidente carisma personal, Fox se halla en una encrucijada. Esto se veía venir. Era cuestión de tiempo.

No puede gobernarse un país ignorando las necesidades básicas de una población a la que se le prometió un cambio. Dicen los que saben, que el Presidente está sentado en un polvorín, sometido al duro e implacable juicio comunitario. A tres años de distancia de su toma de posesión, Fox no sabe cómo salir del atolladero. Está en un verdadero predicamento. La manifestación de las fuerzas políticas contrarias a la privatización de industrias en manos del Estado, puede transmutarse en una virtual consulta popular, de cuyo resultado depende el futuro del actual régimen.

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