Aprovecho esta tarde lluviosa para preguntarme muchas cosas que no entiendo. Pero, ¿cómo podría responderme si yo misma no conozco las respuestas? Por eso quiero compartirlas con ustedes, con mis lectoras y lectores. Tal vez ustedes entiendan mejor lo que tanto me hace dudar. Claro..., dudo, luego existo. Pero ¿existir dudando las 24 horas del día? Además de fatigoso, hay días en que resulta verdaderamente abrumador. Hoy es uno de ellos.
¿Saben qué? No entiendo a mi país. Más bien, no me entiendo en este país tan incomprensible. Por un lado el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática asegura, después de una encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2002, que el ingreso de los más pobres de México ha aumentado a pesar de que la economía mexicana ha venido atravesando por una situación difícil. Quiero creer pero no puedo. Dudo, luego existo. Pero, ¿no me sentiría un poquito más tranquila si lo creyera? ¿Por qué insiste el gobierno en decirnos que hay menos de 3.4 millones de mexicanos que ya no viven en la pobreza extrema. Ahora resulta, que en un lapso muy pequeño, se convirtieron en ¡clase media! Es decir, que se pueden valer por sí mismos. Si es así, ¿quiere decir que ahora tenemos una clase media pobrisísima? No entiendo. Es cierto que el gobierno no ha dicho que ya no existe la pobreza, ni que esta nueva clase media, sea rica. Según lo que dice la INEGI es que el promedio de los ingresos de los hogares más pobres de México ha aumentado, a pesar de que el ingreso de los sectores más ricos ha disminuido. Entonces, ¿los pobres están más ricos y los ricos más pobres? No entiendo.
Por otro lado he de reconocer que sí le creo a Josefina Vázquez Mota. Le creo porque la conozco. La titular de la Secretaría de Desarrollo Social fue muy clara en asegurar que sí hay manera de ubicar a las 700 mil personas que abandonaron la pobreza en los dos últimos años. ¿Dónde están? Las quiero conocer. Las quiero felicitar. Les quiero entrevistar, para que me digan cómo le hicieron. ¿Serán realmente mexicanos? Seamos sinceras y admitamos que en realidad, lo que nos gustaría es entrevistar personalmente y en persona, a los ricos, pero al parecer de ellos no se tienen datos. Desafortunadamente no se encuentran en la encuesta del INEGI, los Slim, los Servitje... La persona más rica contemplada en este ejercicio percibe 30 mil dólares al mes”, apuntó Josefina Vázquez Mota.
Sin embargo el representante del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Thierry Lemaresquier, advirtió también el martes, que los avances en educación, salud e ingreso per cápita en México han sido lentos y la desigualdad entre entidades de la región norte y sur es aún latente. No obstante asegura que el Distrito Federal es similar al de países como Hong Kong o España, Chiapas alcanza niveles similares a los de El Salvador.
Afortunadamente, Vicente Fox admitió en Cancún que respecto a estos resultados, es totalmente normal que exista incredulidad. Entonces, ¿nuestro problema ya no es tanto de pobreza como de incredulidad? ¿Qué somos más incrédulos o desconfiados? El Diccionario de los Sentimientos dice que desconfianza es “temor, recelo que excluye casi toda esperanza; pero no llega a total desesperación”. Líneas abajo, sus autores, José Antonio Marina y Marisa López Penas, nos recuerdan que confianza es un sentimiento por el que creemos que va a suceder aquello que deseamos que ocurra. También significa seguridad en cuanto al comportamiento favorable de una persona hacia nosotros, sin temor a cambios.
Confieso que en relación a las declaraciones tan entusiastas por parte del gobierno alrededor de la pobreza, no puedo dejar de sentirme desconfiada. Existo, luego des-con-fío. Pero lo peor de todo es que también des-con-fío de mi criterio. En estos temas y en otros tan complejos no me tengo la menor con-fian-za. Confieso no contar con las herramientas suficientes para entenderlos, ni ésos ni otros. Es más, no debería estar hablando de ellos en estos momentos. Tampoco los debería estar abordando el PAN en plena campaña electoral. He allí otro hecho más que nos hace desconfiar, que nos hace no creer y que nos hace ser in-cré-du-los acerca de los resultados de la encuesta realizada por INEGI.
Hoy por hoy en lo único que creo es en mi in-cre-du-li-dad. ¿Por qué será? ¿Por las lluvias? ¿Por los spots de los partidos políticos? ¿Por algunas caras que veo en la propaganda política que se encuentra colocada en las calles? Me temo que ante mi estado de ánimo actual y mi avanzada edad, en el único en que realmente creo es en Tomás. En Tomás mi nieto que apenas tiene ocho meses. Él nunca ha mentido; nunca ha votado, nunca ha grillado, nunca ha engañado a nadie y nunca ha dudado. He allí un ejemplo de absoluta verticalidad y equilibrio emocional. ¿Cómo no creer en él? Claro, que Tomás no sabe de la profunda pobreza de su país, ni tampoco de la pobreza del discurso de sus gobernantes. Así qué fácil, pensarán, tal vez, muchos de ustedes. Tienen razón. Creo que la mención de mi queridísimo nieto no venía al caso. Si osó hacerlo esta abuela irresponsable y frívola, se debió, exclusivamente, al estado de ánimo que le provoca la lluvia que la acompaña y que de alguna manera la ha puesto melancólica. ¡Pobres abuelas que ya no entendemos nada!.. ¿Cómo explicarles a nuestros nietos o nietas el mundo en que les tocó vivir? ¿Cómo explicarles que su Presidente no sabe hacer cuentas al insistir en decir que el ingreso per cápita se incrementó a seis mil 250 dólares? ¿Cómo hacerlos entender que a pesar de que los mexicanos, por fin, vivimos en la transición democrática, las cosas no han cambiado? No, me niego a poner a Tomás al tanto de tanta mentira. ¿Para qué? Para que se vuelva igual de incrédulo que su abuela. ¡Jamás! ¡Que siga pensando que vive en un mundo en el que se puede creer y confiar! ¡Que continúe creyendo en los adultos, en los políticos, en la policía, en las declaraciones del obispo de Ecatepec Onésimo Cepeda, en la propaganda del Partido Verde Ecologista, en la amistad entre Elba Esther Gordillo y Madrazo y en la más reciente encuesta del INEGI. A la edad que tiene Tomás, no tengo derecho de contaminarlo con mis desconfianzas e incredulidades. Sería un crimen hablarle con la verdad. ¡Vivan las mentiras, los engaños, los mensajes de doble sentido, los abusos y las manipulaciones!
Afuera sigue lloviendo y yo continúo dudando. Solamente me queda un consuelo, las citas que tengo martes, jueves y domingos con mis lectoras y lectores. A pesar de que muchas y muchos de ellos, a veces me insultan, me mandan cartas terribles, me mal interpretan y hasta me sugieren que deje de escribir, creo en ellas y en ellos. ¿Por qué? Porque entre ellas y ellos, tal vez existan algunas o algunos que creen todavía en mí. No, no dije que todos creían en mí. No soy tan ilusa ni tan vanidosa. Que quede bien claro. Lo que dije fue al-gu-nas y al-gu-nos. Pues bien es a ellas y a ellos a los que me dirigí, incluyendo a Tomás, en esta tarde tan lluviosa. Gracias a ellas y a ellos, incluyendo a Tomás, dudé menos en esta tarde tan lluviosa.