La labor que hace México en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas para mantenerse al lado de la razón y la justicia no está siendo debidamente justipreciado por quienes piensan que deberíamos estar de parte de Estados Unidos de América por que, así nomás, nos conviene. El presidente de la Concanaco, organización empresarial, recomienda al Presidente de la República que reconsidere su rechazo a la postura belicista de Washington, porque USA “no solo es nuestro buen amigo y vecino ... también es ... nuestro mejor aliado” y añade “nos une nuestra gente, una frontera común, una fructífera sociedad comercial y un mismo plano hemisférico”. Sólo porque es nuestro amigo, haga lo que haga, de manera absurda, debemos apoyar la locura beligerante del coloso. No importa que parezca injusto que se trate de agredir a una nación que será abatida y hecha papilla en menos tiempo que Pedro Infante tardaba en cantar Amorcito Corazón. Lo importante es el negocio, el provecho que podamos sacar.
Es cierto, quizá como dicen algunos, nuestro voto no cuenta o cuenta muy poco. Somos un país débil, carente de importancia en el caso de que se rompan las hostilidades. Lo que digamos o hagamos no variará un ápice las decisiones guerreras de las grandes potencias. No se olvide que en la primera mitad del siglo XX ante la renuencia de México para participar en la segunda guerra mundial, hubieron de ocurrir dos incidentes, el hundimiento de los buques-tanque petroleros el Potrero del Llano y el faja de oro culpándose a submarinos teutones de haberlos torpedeado, logrando insuflar en los mexicanos un odio que sirvió para aceptar la declaración de guerra que se hizo a los países del eje. Había antes una simpatía, mal disimulada, hacia los germanos y un histórico sentimiento anti-yanqui propiciado, sin duda, por que fuimos víctimas de su expansionismo territorial.
Los principios de la razón hay que soterrarlos, lo que realmente es primordial son los billetes verdes. No es que estemos convencidos de que se está amenazando la integridad de los Estados Unidos, que corra un peligro inminente de ser devastado, que este a punto de ser invadido por el mundo islámico, debemos pensar con un sentido práctico que el american way of life es el modo ideal de vivir. Estamos contigo incondicionalmente, tengas razón o no. De ahora en adelante nuestro credo internacional deberá contener un agradecimiento por habernos dado la oportunidad de servirles con el trabajo de nuestros migrantes, de habernos dejado substituir a los Reyes Magos por su sonrosado Santa, de darle cabida al arbolito navideño abandonando el tradicional nacimiento del niño Jesús, de inducir a que nuestros niños salgan a pedir dulces durante las noches del jalogüin. Los letreros en las casas comerciales, a lo largo y ancho del país, detallan que nuestra lengua debe ser la anglosajona. Lo nuestro, lo que somos, lo que nos da identidad propia debemos desecharlo.
Antes eran los comunistas, actualmente son los terroristas. Duro con ellos. Hay que perseguirlos y acabarlos. No le hace que carezcas de una motivación válida para hacer lo que haces. Es cierto lo que dice el líder de los empresarios de que en la Unión Americana residen más de diez millones de mexicanos, eso ¿nos hace súbditos de la Casa Blanca?. Lo que debe preocuparnos es si lo que se pretende hacer es o no un descarado genocidio. ¿El engendro del mal merece ser exterminado? ¿Quién califica a quien? ¿Será que los escrúpulos de conciencia no son otra cosa que melindres tercermundistas?. Actuemos con astucia, manifestando nuestra adhesión ya que, con ella o sin ella, procederán como mejor les acomode. No procedamos por amistad porque como decía, el secretario de Estado, John Foster Dulles, los Estados Unidos de América no tiene amigos, tiene intereses. Así nosotros, con gran pragmatismo pensemos en los beneficios. Que la sangre de los inocentes no nos quite el sueño.