A Gilberto Borja,
por la construcción
de un México moderno
El mundo soportó igual al tirano Chieh y al bandolero Chih. Los peores días estarían por llegar. Es Chuang-Tzu el que habla. Octavio Paz por fortuna tradujo algo del poeta y filósofo. El imperio se dividiría entre los seguidores de Confucio y los de Ma-Tzu. La tristeza fue sólo el punto de partida, vendría después la degradación moral: “...el satisfecho con su suerte desconfió del descontento y a la inversa; el inteligente menospreció al tonto y éste a aquél; los buenos castigaron a los malos y los malos se vengaron de los buenos; los charlatanes y los hombres honrados intercambiaron injurias y amenazas. La decadencia se hizo universal”.
El taxista, atrapado en la locura urbana, mueve la cabeza y arroja el periódico al asiento vecino. Todos son la misma porquería. Las ocho columnas anunciaban la decisión del IFE de multar a Acción Nacional. Las sanciones se han vuelto lo común: del negocio familiar de la Sociedad Nacionalista a las cifras relevantes incluso en el nivel internacional, 100 millones de dólares al PRI y 50 al PAN y también al PVEM. La sencilla división entre buenos y malos ya no opera. Castigo-venganza, venganza-castigo, diría Chuang-Tzu. Todos son la misma porquería en voz del triste y enfurecido taxista. De la irresponsable euforia democrática a las tinieblas que nos ahogan. ¿Qué nos ocurre?
El diputado panista da un albazo para caerle al líder petrolero que está desde hace mucho tiempo en la mira. Sus correligionarios salen a su defensa por el rompimiento de formas y tienen razón. Lo justo todavía no se logra, hasta que el juzgador hable, mientras tanto el espectáculo sigue adelante. Quizá sea ese espectáculo el responsable del 60 por ciento de abstencionismo y del millón de mexicanos que se levantaron, en domingo, se vistieron, buscaron su credencial, localizaron su casilla, esperaron su turno y, llegado el momento, anularon su voto. ¿Qué quisieron decir, decirse, decirnos?
Los inteligentes despreciaron a los tontos nos dice Chuang- Tzu. Las marejadas de chistes y anécdotas sobre el Presidente, su señora y su equipo inundan las sobremesas y pueden llegar al hartazgo. Risas y carcajadas que de inmediato entran en una zona crepuscular: esto no va a terminar bien. Pero a la inversa ha sido igual. Así somos y vamos a seguir siendo, así que más vale que se vayan acostumbrando, contestó un secretario de estado ante las suaves observaciones sobre las consecuencias de la chabacanería. Aquí nadie se asume como tonto y todos se burlan de todos. Burla también las reapariciones sistemáticas de la primera dama que igual lanza a una mujer a la presidencia que redefine teóricamente a la democracia. Menosprecio dice el filósofo y poeta chino, menosprecio que conduce a la degradación.
Mientras el “círculo verde” apoye nada importa, también es menosprecio. Los del “círculo rojo” nunca están satisfechos: eso ya es desprecio, no sólo a los individuos, peor aún, a las ideas. De la euforia democrática del 2000 con encarnación gozosa en el líder potencial, Vicente Fox, al vacío. Hoy la gente sabe que el presidente no sabe. No sabe qué hacer con la economía, sólo por eso es capaz de regresar a los “changarros” como propuesta. No crecemos y el desempleo se dispara. Porque no sabe siguen con el tono triunfalista sin importar la salida de maquiladoras o la caída en la productividad. En el manejo de las relaciones con nuestros vecinos del norte ha habido errores terribles. No sabe negociar, por eso suelta información. Los presidentes no deben saber de todo y de seguro nos asombrarían algunas de sus lagunas, cuando no océanos. Pero entonces se cuidan y no se exponen un día sí y otro también. Todavía queda un largo trayecto y el desgaste es muy grave, lo consideran rebasado por los problemas, mandilón, allí están las cifras, desconfían de su palabra. Será peor ahora después de la condena al PAN, ¿cómo convencer de que él no estuvo enterado? ¿Puede reconstruirse ese liderazgo? Por lo pronto valdría la pena frenar la caída.
En quién creer, en el PRI que defiende a Romero Deschamps, en el PAN que ocultó con mustiedad profesional los vericuetos de sus dineros, en los “Verdes” que van y vienen entregándose al mejor postor, en Lino Korrodi, la nueva víctima. Un angustiante vacío se ha apoderado del territorio de las esperanzas. López Obrador queda todavía como un referente y en el vacío sube y sube. Dije todavía porque el desliz de su calidad de indestructible puede ser algo más que simplemente una anécdota. Además en los ires y venires de las administraciones de su partido hay muchas historias. Ojalá y sean falsas. La pregunta sigue allí: ¿qué le ocurre a un país que se queda sin líderes y sin liderazgos? ¿Es acaso deseable que ello ocurra? Todas las comunidades, y las naciones lo son, necesitan de liderazgos: de Clinton, al extravagante alcalde de Bogotá a Pujol. Virtud y benevolencia dice Confucio para esos hombres de excepción y su alumno pregunta, qué quiere eso decir. El maestro agrega: “Un corazón recto; un afecto general e imparcial a todos los hombres por igual”. Desde allí, ¡qué envenenado se mira nuestro México en este 2003! La criba de Confucio, un corazón recto y un afecto general e imparcial, no deberían ser calidades de excepción y sin embargo lo son. ¿Qué hemos hecho para llegar aquí? Los enconos, los rencores, las venganzas, lo acumulado y lo nuevo. De lo de atrás ni hablar, por eso se pidió el cambio, sobre lo nuevo más vale reflexionar. El vacío es responsabilidad de todos.
Cabellos de colores en forma de engranaje, botas negras, chamarras negras, collares y aretes, mucho metal, el objetivo visual es muy claro: agresividad. Montados en la tradicional marcha del dos de octubre nos dejaron ver una probada del odio acumulado. Abortar la marcha, dicen algunos, provocar represión dicen otros, nada sin embargo se ha probado, salvo la existencia de grupos de jóvenes que no parecieran haber encontrado un mejor motivo de vida. Crecidos en la crisis económica, en el caos urbano, en la desintegración familiar y en un mundo amenazado por todo tipo de sustancias para brindar locura instantánea, el edén en una pastilla, ellos son la nueva intriga que no debemos olvidar. ¿En qué creen, qué quieren? ¿Cómo pedirles respeto a lo ajeno y a los ajenos, orden al fin y al cabo, si en ellos ha muerto la semilla de la esperanza?, la que sea, esperanza que, como dijera Ernest Broch es el impulso esencial en la vida. ¿No serán acaso portadores de un aviso sobre lo que el vacío puede engendrar?