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Verdades y Rumores

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En la faena publica del arte de gobernar, finalmente el alcalde Guillermo Anaya, después de cien días de mantenerse detrás de la barrera del “redondel”, decidió, tirarse al ruedo. Su primer “capotazo” un tanto desgarbado lo dio al presentar su Plan Municipal de Desarrollo, el que carece de propuestas concretas y no está ligado al presupuesto, pero cuando menos ya dio señales de que quiere “torear”. El segundo “pase” al “torito” lo dio sin titubeos y resultó lucidor, al ordenar la demolición de la barda del bosque Venustiano Carranza; y todo parecía ir bien, pero lamentablemente sufrió un feo tropezón al olvidárse tomar en cuenta a los integrantes del Patronato del Bosque, comentándose que su presidente, Carlos Delgado, se llevó menuda sorpresa el pasado lunes, cuando al llegar puntual a la cita con el Alcalde en el referido bosque, se percató que desde la madrugada habían empezado a tumbar la barda, y que además tendrían que aportar un millón de pesos (cincuenta por ciento de la obra) al proyecto que ni siquiera conocían. Se dice que los integrantes del patronato se molestaron, al grado que fueron a ponerse frente a un espejo para saber si se habían vuelto invisibles, e inclusive se hablaba que renunciarían, pero el miércoles les dieron oportuno “shampoo” de cariño pidiéndoles disculpas y las cosas se calmaron. Fuera del tropezón comentado, el capotazo del Alcalde fue bien visto por la comunidad; inclusive numerosas personas opinan que el Bosque se debería dejar abierto, tal vez respetando la pequeña barda que dejaron y a la cual se le podría sembrar en toda su extensión un seto de bugambilias o cualquier otro arbusto. Cabe recordar que la gran mayoría de los parques públicos, tanto en México como en otros países, funcionan sin bardas, lo que obviamente en este caso requeriría de una mejor iluminación y vigilancia, porque como dijo el ranchero: “el amor es que ni las golondrinas”, pero es propuesta que algunas voces dejan correr y que bien podría ser tomada en cuenta por el cabildo y el patronato (si le avisan). El tercer “pase” al astado lo dio el Alcalde con una vistosa “manoletina”, al anunciar el posible rescate del edificio del Banco de México dentro del proyecto para mejorar el Centro Histórico; esto mereció la aceptación y aplauso de los torreonenses, pero se vio opacado al anunciar don Memo sus intenciones de trasladar a ese lugar las oficinas de la Presidencia Municipal, lo que muchos torreonenses consideran que sería marchar como los cangrejos, es decir para atrás, porque ciertamente ni el lugar, ni el edificio son apropiados para esa función. Basta dicen, imaginarse las manifestaciones, plantones y bloqueos obstruyendo las arterias y la plaza principal que actualmente constituye un lugar de esparcimiento de numerosos paseantes. Pensar con visión de futuro sería proyectar una macroplaza por el rumbo de crecimiento de la ciudad, con la planeación de un edificio moderno acorde a las necesidades de las dependencias municipales, porque eso de “remendar” un edificio antiguo y además en el lugar inadecuado, sería un costoso gasto que no se justificaría. En fin, cosa de opiniones y es de esperarse que don Memo, bien asesorado, tome la decisión correcta.

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Al que le ha llovido en su milpita y con fuerte ventarrón es al jefazo de la cultura municipal, Alberto González Domene, del que dicen es hombre de buenas intenciones, pero no aterriza planes por ser soñador al que le gana la nostalgia de los tiempos idos de la “Perla de la Laguna”. Los enterados de estas cosas comentan que los integrantes de la comunidad artística están molestos con don Alberto porque ni siquiera ha presentado un proyecto cultural, y lo poco que se hace surge día a día sin ninguna dirección ni planeación, quejándose de que las actividades de la Dirección se han limitado a la presentación de coros, rondallas y grupos de baile de escuelas de educación media, pues desde que inició su gestión se ha pretendido que los artistas laguneros trabajen “de gorra” para el ayuntamiento. Además, los museos y centros culturales carecen de materiales y equipos básicos de oficina, así como de limpieza e higiene, a pesar de que el personal lo aumentó de doce a dieciocho personas, entre ellas las llamadas “conchitas”. Otro punto que ha despertado la inconformidad en el medio fue la creación del Consejo de Desarrollo Cultural, no por su existencia en sí, sino porque su integración se realizó sin llevar a cabo una convocatoria pública ni tomar en cuenta a las personas que forman parte del desarrollo cultural regional. Dicen que en las reuniones don Alberto se la pasa hablando del aniversario numero cien de la ciudad, y con este pretexto esboza proyectos poco viables, como el hacer que el río Nazas lleve agua los trescientos sesenta y cinco días del año para cambiar el clima de la ciudad, o el de pintar de blanco todas las casas del cerro de la Cruz y las de las Noas para formar una réplica de “isla griega en tolvanera” ( esas allá no las conocen). En fin cosas de sueños que además, nada tienen que ver con la cultura. Sería conveniente que el jefazo municipal se bajara de las nubes y se pusiera a trabajar, en cosas concretas, porque en estos tres meses es poco lo que se ha visto. Al menos esto es lo que piensan numerosas personas ligadas con el medio cultural. Debe reconocerse también que don Alberto “navega” entre “divos” (y “divas” añadiría Fox,) y eso no es nada fácil; hay quienes acaban “haciendo sombra.”

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