El actual proceso para elegir diputados federales ha confirmado que los partidos políticos no están a la altura de la confianza y modernidad democrática que exigen los mexicanos. En el desarrollo de las campañas políticas, tanto a nivel nacional como local, lo importante y más destacado no han sido las propuestas, ni los objetivos y compromisos, sino el desacreditar al partido contrincante. Aquí en Coahuila, el espectáculo desagradable lo han dado con mayor insistencia el PRI y el PAN, revelando su estrechez democrática con denuncias penales que son el elemento básico de su estrategia electoral. Ambos partidos vienen jugando a ver cual le saca más “trapitos sucios” al otro; el descrédito es lo que vale, sin importar que la ola de trapacerías, supuestas o reales, los arrastre a todos. Con estas actitudes de los dirigentes políticos, consentidas también por los candidatos, lo único que han logrado es fomentar la desconfianza ciudadana en las elecciones y los partidos. Es obvio pensar que con estas cosas, tanto a nivel nacional como local, el próximo domingo seis de julio imperará el abstencionismo, porque los electores ya se cansaron de tanto escándalo de corrupción anunciado y ya no saben ni para donde voltear. Un espectáculo de pobreza política, pobre México.
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El PRI de Coahuila se “rasga las vestiduras” y cual “blanca palomita”, olvidado su negro pasado de fraudes electorales, se lanza a promover su imagen de “pureza” mediante desplegados en los medios de comunicación, en los que ofrece una recompensa de cincuenta mil pesos “a la persona que presente pruebas suficientes que permitan denunciar y consignar ante las autoridades competentes, por la compra o renta de credenciales de elector o el soborno a dirigentes para coaccionar el voto”. El citado desplegado ha despertado diversos comentarios de incredulidad y suspicacia, pues siendo el PRI el creador del “acarreo”, “mapachismo”, “alquimia” y “cibernética electoral”, entre otras monerías, resulta difícil creer que de la noche a la mañana se convierta en “casto y honesto”, promoviendo recompensas para cazar a los hacedores de triquiñuelas. Hay quienes piensan que lo más seguro es que los pesotes ofrecidos se los tengan que pagar a uno de los suyos, con lo cual la lana quedaría en el mismo cajón.
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Ya se pasaron los primeros seis meses de la administración de Guillermo Anaya y todavía no da color en asuntos tan importantes como la modernización del trasporte público. Continúan circulando numerosos autobuses obsoletos y los tortuosos recorridos de las rutas permanecen como feudos intocables de los señores concesionarios. Se hace necesario que el Alcalde de a conocer su proyecto sobre el trasporte, porque Torreón sigue creciendo y no es posible que las autoridades continúen atadas a viejos compromisos con concesionarios que a través de los años no han dado muestras de capacidad para organizarse y ofrecer a los usuarios el servicio moderno que requiere la ciudad. Es tiempo señor Alcalde de fajarse los pantalones y abrir las puertas a verdaderos empresarios del trasporte, como dicen se está dando en otras entidades del país, acabando así con una de las vergüenzas de Torreón.
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La presencia en esta ciudad del líder nacional del PRI, Roberto Madrazo, pasó sin pena ni gloria. Aprovechó la tribuna para echarle tierrita al Instituto Federal Electoral (IFE), acusándolo de ser cómplice del gobierno y proteger a los “amigos de Fox”, señalando que el IFE tiene dos varas para medir: una para diez partidos políticos y otra de color azul con la que protege al PAN. Con relación al golpeteo que desde hace días le lanzó el priista Federico Berrueto, dijo que, “para que haya pelea tiene que haber por lo menos dos”. Como quien dice cabeceó y se hizo a un lado, pero la denuncia que en su contra puso Berrueto, sigue su curso. El mismo día de ayer el jefazo del tricolor se fue para Saltillo, donde se reuniría con el Gobernador, que es el “manager” de Federico Berrueto, suponiéndose que todo concluirá en el retiro de la mencionada denuncia.