MATAMOROS, COAH.- Eran casi las 4:30 de la madrugada del domingo cuando unos ruidos extraños la despertaron. Saltó de la cama para inspeccionar de dónde provenían. Registró la calle por la ventana principal, pero no encontró nada. Desconcertada, regresó a su recámara donde dormía su niña, pero recordó que había dejado cociendo menudo para almorzar y festejar junto con su esposo, el Día del Padre. Cuando entró a la cocina alguien por detrás le tapó el rostro con un trapo, gritó hasta el cansancio, pero en vano: el sujeto la violó ante la presencia de su hija.
En casi todas las familias se cuentan historias, sucesos, acontecimientos... pero la tragedia a la que se enfrentaron hace un año estos jóvenes esposos, no la olvidarán jamás. Desde hace cuatro años viven en la colonia Jesús Aguilera Luna que se localiza al costado norte del Periférico.
Es una vivienda en la que se aprecia al frente, una gran variedad de plantas. Una cochera amplia permite estacionar a dos automóviles: una camioneta vieja y un carro con el emblema de una vaquita, informa que se trata de un taxi.
Con 32 años de edad, la joven señora enfrenta los efectos de aquel terrible ataque. La diabetes juvenil que desde hace tiempo padece, desde aquel día, se ha acentuado: “no puedo dormir, continuamente tengo pesadillas”.
Los ojos de esta mujer –a quien por razones obvias se omite su nombre- de cutis moreno, cabello castaño y de un largo mediano, oscilan entre la tristeza, el rencor y el miedo cuando recuerda aquella madrugada.
Casi sin darse cuenta, “después de mucho tiempo”, volvió a relatar su amarga experiencia. Su esposo, un joven alto de sonrisa pronta, contempla con cariño a su esposa, mientras ella habla, una de sus manos, continuamente acaricia su cabello.
-Yo al principio casi creí que era él, -dice mientras mira a su esposa-, el trabaja muy duro y viene llegando de madrugada. Pero el ruido provenía de la cocina, el malhechor había forzado la puerta de tela.
Ahora su cutis es blanquecino y sus cejas se juntan cuando comenta que lo que más le dolió, fue que su niña de casi tres años despertó ante sus gritos.
-Ella no sabía que hacer, yo escuchaba que lloraba y gritaba. Ella se asustó ante mis gritos y ante la escena que veían sus ojos.
El agresor la tumbó al suelo, su rostro en dirección del suelo ya había sido tapado con una trapo de la cocina. Sus manos fueron amarradas con un lienzo.
-No podía moverme -dice mientras aprieta sus manos-. Él era más fuerte que yo, me decía constantemente que no gritara, que de lo contrario, él repetía: “me echo a tu hija”.
Los ojos de la mujer reflejan la tragedia que vivió cuando el tipo por fin pudo consumar su fechoría.
-Todo acabó, me pareció que el mundo se me venía encima... no podía moverme, solamente acaté decir a mi pequeña: “no llores, todo está bien, ven, ven con mami”. Su voz fue interrumpida por el llanto...
Cuando llegó a su casa luego de una larga jornada, fue el cuadro que encontró el joven taxista. Su esposa amagada y su niña a un lado.
La impotencia y el coraje, se hicieron presentes. Inmediatamente habló a los familiares de la señora, para que vinieran a acompañarla. Luego llamó a la Policía Estatal donde no le hicieron caso.
-Fue después de que llegó la familia de mi esposa, cuando puede dirigirme a la Dirección de Seguridad Pública Municipal, quienes sí vinieron y donde me recomendaron presentar cargos al Ministerio Público, con Guillermo Olivas Jurado, lugar donde declaró y la revisó el médico.
Pero el dolor y la impotencia de la joven pareja no tuvieron alivio. Para empezar, primero porque tajantemente le comentaron que sería difícil ayudarle, ya que no tenía pruebas y que incluso, no había visto al agresor. Desesperanzados regresaron a su casa.
-No es posible que estos casos, los traten con tan poca sensibilidad, -manifiesta el taxista-. Ella y todas las víctimas de casos similares, son un objeto, una muñeca... esto causa dolor, amargura, impotencia, rabia... todos los sentimientos se juntan, para que alguien venga y diga: mejor olvídenlo. Que se sepa que aquí en esta ciudad, la Ley no existe... que hay impunidad.
Ellos no tienen pruebas, pero casi pueden asegurar que el enemigo está cerca. Un “chivero” y vendedor de plantas es quizá el responsable.
-La niña lo conoce, pues mi esposa le compraba plantas y venía ha sembrarlas, -comenta con cierta cautela-. Empezamos a sospechar cuando la niña hacía comentarios en torno a la agresión. En varias ocasiones, decía cosas como: “Mami, ya no llores, si no viene fulanito y te va a volver a tumbar”.
Pudieran ser hipótesis, pero ellos piensan que no están alejados de la verdad, algunos vecinos lo vieron salir, pero no quieren meterse en problemas. Además dicha persona ha sido acusada –más no demandado- por dos mujeres más por violación, una de ellas, una vecina también...