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Visión seductora para un tema polémico/Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Poco antes de tomar las riendas de la administración municipal en el año 2000, el alcalde Óscar Pimentel González comentó a este columnista su propósito de crear un museo en el ejido La Angostura que conmemorara la batalla que allí tuvo lugar el 24 de febrero de 1847.

Un museo en Angostura...pensé...¿Acaso para celebrar el inexplicable abandono santanista de un sitio militar que, de haber mantenido, hubiera asegurado la victoria de las fuerzas mexicanas contra el Ejército de Estados Unidos?...¿Para llorar los miles de muertos, heridos y baldados que dejara el enfrentamiento del día 23 de febrero de 1847 y anteriores? ¿Para recordar amargamente las desastrosas consecuencias de la aquella retirada que permitió prolongar la invasión estadounidense e incrementar los concomitantes gastos en la defensa del país, la pérdida de la mitad de su territorio y el deshonor de la rendición en la capital de la República?

Levantar un monumento a la Batalla de la Angostura equivaldría a imitar al Museo de la Batalla del Álamo, en el pleno centro urbano de San Antonio, Texas, el cual parece querer eternizar el alegato anti-mexicano, por hechos allí ocurridos, en las nuevas generaciones estadounidenses.; una percepción injustificada, pues nuestro Ejército fue a Texas con el fin de reivindicar el dominio de aquella superficie territorial que pertenecía a México, y era codiciada por los separatistas tejanos y los agentes del gobierno de Washington.

Pero conmemorar significa rememorar y no implica celebrar, lo cual es parecido aunque resulta conceptualmente distinto. Bajo esta premisa, con lo terrible, dramática y costosa que la citada Batalla de la Angostura resultó para México, ésta constituye un episodio que podremos evocar, no por sus tristes consecuencias, sino para no reincidir en un conflicto semejante. Lo que sucedió entre México y Estados Unidos en el trienio entre 1836 y 1848, no puede imputarse solamente a la codicia de los filibusteros yanquis o a la desesperación de los coahuiltejanos ante los gobiernos de Coahuila y de México, que literalmente los mantenían abandonados a su suerte en aquellas dilatadas extensiones. México era un país demasiado grande, con una sociedad sumamente desorganizada, que usaba el tiempo en dirimir disputas internas sin sentido. Por tal desinterés se había perdido Texas en 1836: Esteban Austin, Samuel Houston y otros filibusteros pensaban en este territorio independiente como una nueva entidad federativa en la Unión Americana y acicateaban a los residentes para solicitar su separación de México. Luego ellos mismos cabildearon en la Casa Blanca, en el Congreso de los Estados Unidos y entre los políticos mexicanos a favor de la anexión. “La pera estaba en el árbol” Los dueños del huertillo entretuvieron sus largos ocios viéndola sazonar, y los yanquis simplemente estiraron la mano y la engulleron..

El jueves de la semana pasada se presentó en Saltillo un libro que resulta esencial para entender la historia del episodio que nosotros llamamos Invasión Americana..Es una concienzuda y original investigación de Carlos Recio Dávila, un joven periodista coahuilense que actualmente se doctora en Comunicación Social en Lyon, Francia, y por elllo no estuvo presente en el evento. La obra tiene por título “Saltillo durante la guerra México y Estados Unidos: 1846-1848”

 El trabajo de Carlos Recio no pondera exclusivamente el episodio bélico. Él quiso ver además, según confiesa en su Introducción, de qué manera habían reaccionado los saltillenses ante la estancia de los norteamericanos en Saltillo durante los diecinueve meses que duró la ocupación, y viceversa. Carlos descubre en archivos, recortes de prensa, memorias escritas por ex-soldados de las fuerzas invasoras, en los registros memoriosos y en las acuarelas sobre hechos de armas y escenas cotidianas realizadas por Samuel Chamberlain, en los artículos médicos del doctor Love, y en las cartas de amor a la novia que lo espera en Estados Unidos, o en las que igualmente escribieron otros soldados yanquis.

 Pero también recurre a la amplia bibliografía mexicana y norteamericana sobre el tema. No deja libro alguno sobre el tema sin leer, para consignar lo más valioso escrito en sus renglones o entre estos. Cómo vieron la guerra los científicos, los comerciantes, los periodístas y los artistas y cuales de sus impresiones sobrevivieron al tiempo y al olvido. Lo considero un libro excepcional, ya que cada una de sus 250 páginas nos ofrece una distinta gama de hallazgos que motivan a la reflexión y, de varias maneras, explican la erección de un monumento conmemorativo de la Batalla de la Angostura, en el preciso sitio donde tuvo lugar, al Sur de la ciudad de Saltillo.

Los directivos del Patronato del Museo de La Angostura, Gabriel Arrillaga y Alberto Covarrubias, abundaron sobre la intención central de su proyecto en la misma noche de la presentación del libro. Su autor, Carlos Recio Dávila, cedió los productos de su venta para el fondo de construcción del referido Museo, que también cuenta con el apoyo expreso del Gobernador del Estado, Enrique Martínez y del actual Alcalde saltillense, Humberto Moreira.

Recomiendo ampliamente la obra a quienes se interesen por el tema. Encontrarán, les aseguro, una visión seductora para un tema naturalmente polémico.

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