Una burbuja en el acueducto
Por Moisés Rodríguez Escobedo
Las nuevos administradores de Simapa no se anduvieron con medias tintas, como los bravos fajadores, apenas sonó la campana y salieron de su esquina dispuestos a acabar con su contrincante. Decidieron aumentar el precio del servicio y sin decir “agua va”, le aplicaron un escalofriante 74.4 por ciento de aumento.
De $21.50 que se estaba cobrando hasta enero, en febrero lo aumentaron a $37.50.
Y para que no quedara duda de que la cosa iba en serio, están aplicando recargos a los usuarios morosos.
Si usted es una persona que no está incluida en la espeluznante cifra de los 40 millones de pobres de México, este aumento puede parecerle insignificante.
Y tiene razón, porque lo que está cobrando Simapa por un mes de servicio de agua potable, usted lo paga en dos garrafones de agua purificada.
Pero por desgracia, no a todos los usuarios de agua potable les ha hecho justicia la Revolución, somos miles de matamorenses que diariamente andamos con el Jesús en la boca, luchando desesperados porque la chimenea no deje de humear y para nosotros, este 74.4 por ciento de aumento en el servicio de agua potable, significa un garrotazo más en la vapuleada espalda proletaria.
En las ciudades que gobierna Acción Nacional generalmente los alcaldes son prominentes miembros de la clase patronal y ejercen el poder más como empresarios que como gobernantes de un pueblo mayoritariamente amolado. Para estos neopanistas los municipios deben funcionar como maquinitas donde todo se ciña a los sinónimos productividad, ganancia, lucro, utilidad, provecho, dividendo y usura, de tal suerte que los ciudadanos que cruzan el logotipo del PAN en las elecciones, no deben llamarse a engaño si su elegido les resulta un frío e insensible empresario que en busca de la productividad y la ganancia, eleva el costo de los servicios públicos sin importarle las angustias de las clases proletarias, como está sucediendo con el Alcalde del hermano municipio de Torreón.
Por fortuna, aquí en Matamoros, teóricamente, aún tenemos alcaldes que gobiernan con sentido humano, aunque en la práctica nuestras autoridades estén actuando al más puro estilo empresarial.
Y retomando el tema de los garrafones de agua purificada, renunció el anterior gerente del agua potable y jamás tuvo respuesta la insistente pregunta del profesor Solís: ¿Cuánto le darán de comisión a mi Chuy por la venta de cada garrafón de agua purificada?
Tal pregunta estaba dentro de la lógica porque antes de que nos trajeran el agua por tuberías de asbesto desde las norias del Cerro de las Noas, en Matamoros era incosteable la venta de agua purificada, ya que de nuestras norias salía agua de la buena, con las tres cualidades que debe tener toda agua que se precie de ser potable; insabora, incolora e insípida, además los constantes análisis mostraban contenidos de arsénico dentro de los niveles permitidos por los organismos mundiales de salud.
Pero clausuraron los pozos municipales y nos trajeron agua del cerro, agua pesada, agua con sabor a fierro, agua que al hervirla deja una capa blanca en las ollas del peltre. Y el consumo de agua purificada se disparó.
Por lo tanto, la pregunta del profesor Solís sigue vigente, sólo el destinatario ha cambiado.
Yo por mi parte, sigo el consejo de la sabiduría popular que dice: “Si no puedes vencer a tu enemigo, únetele”.
¡“Estoy vendiendo garrafones de agua purificada en mi changarro”!