BURBUJITAS
Por Moisés Rodríguez Escobedo
Ayer llegó mi compadre Agapito en un autobús "pirata". A primera vista no lo reconocí, lo vi medio amolado de su fisonomía, llegó muy parecido a Osama bin Laden y pensar que en diciembre pasado cuando se fue para el norte llevaba su cara redonda como Saddam Hussein.
-Qué le pasó compadre, se hizo la liposucción, le pregunté intrigado.
-Cuál liposucción ni que ocho cuartos, me contestó sin disimular su enojo, así quedé por las hambreadas que me daba en Juárez, jamás logré cruzar el Río Bravo para trabajar en Albuquerque porque los gringos tienen sus fronteras con señal naranja y no dejan pasar ni el aire, y para medio comer tuve que vender chicles en los cruce-ros juarenses como cualquier niño de la calle.
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El titular del Departamento de Autotransporte Municipal debería hablar seriamente con los choferes de los auto-buses rojos y con los choferes de los autobuses azules de Congregación que cubren la ruta Matamoros-Torreón y explicarles que un autobús es un medio de transporte público y no su rockola particular.
Que sepan los "chafiretes" que no a todos los pasajeros les agrada la música que revienta bocinas y lástima los tímpanos.
Que generalmente el usuario de un autobús aborda el maquillado armastote no para oír cumbias y corridos de narcotráfico a todo volumen, sino para que lo trasladen al lugar donde le es necesario acudir.
Porque si quisiéramos oír música que nos ponga los nervios de punta, no abordamos un autobús suburbano sino que asistimos a cualquiera de los muchos centros sociales que padecemos.
Y si el funcionario de autotransporte no quiere perder mucho tiempo en su plática con los "chofis", sólo concrétese a ordenarles:
-“Bájenle al volumen, ca... maradas”.
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La patrulla de vialidad, marca Nissan y placas cuyo número no quiero ni acordarme, se estaciona en doble fila junto a un camión repartidor de refrescos. El uniformado que va de copiloto, saca la mano por la ventanilla y el re-partidor de refrescos le entrega dos botellas de agua purificada tamaño personal.
Al darme cuenta que los patrulleros no le pagaron nada por las botellas de agua, pregunto al repartidor, ¿las es-tás regalando, es una promoción?
El repartidor con la cara encorajinada, señala la patrulla que se pierde calle abajo y me dice:
-“Son unos abusones, y esto es cosa de todos los días”.
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El profesor X, toma el micrófono y lanza un breve chascarrillo que su pecho ya no pudo guardar más:
-“Es urgente que la presidencia municipal ingrese a un grupo de alcohólicos anónimos, ¡porque siempre está tomada!”.
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Uno de los ex empleados municipales que se mantiene en un plantón que ya se antoja eterno en las afueras de la presidencia municipal, expone su malestar en contra de las nuevas autoridades que lo despidieron, y su incon-formidad está concretizada, en un ahorro asombroso de saliva, en unas cuantas palabras expone su situación:
-“Nos quieren correr sin aceite”.