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Voto diferenciado

Guadalupe Loaeza

Estoy ansiosa porque sea domingo. Sin embargo mi entusiasmo ciudadano no me ciega al grado de no reconocer que el próximo seis de julio seguramente será un día en el que muchos votantes, brillarán por su ausencia. Si así sucediera, créanme que lo lamento. Tanto trabajo que costó conquistar la alternancia, para que ahora, las y los mismos ciudadanos que salieron a votar hace tres años, se sientan, supuestamente, desencantados, saturados, hartos, pero sobre todo, decepcionados de todo aquello que tiene que ver con la política. Pre-ci-sa-mente por que se siente embargada o embargado por ese estado de ánimo es por lo que hay que salir a votar el próximo domingo.

Son pre-ci-sa-mente estos sentimientos los que hay que expresar votando. Pero, es que el abstencionismo, también es, pre-ci-sa-mente, una postura política. Es una forma de decir me encuentro desencantado, saturado, harto, pero sobre todo, decepcionado de todos los partidos políticos. De acuerdo. Pero por otro lado, hay que evaluar si ese abstencionismo no hará más que fortalecer, precisamente, a los partidos que lo han desencantado. He allí el dilema ser o no ser un abstencionista más. Pongamos que no le cree ni un ápice al PRI y que por ningún motivo quiere que sus candidatos lleguen al poder. En ese caso, habría que votar por otro partido, el que sea, pero ciertamente no por el Revolucionario Institucional. Supongamos que está usted muy enojado contra los panistas, porque después de tres años de gobierno, no le han cumplido, ni ha visto el cambio y por si fuera poco cada vez que se acuerda de su voto útil, se le revuelve el estómago.

Es evidente que el próximo domingo, ni de chiste, votaría por ellos. Pero en lugar de quedarse en casa rumiando su coraje, ¿acaso no es mejor aprovechar su derecho como ciudadano y decírselo votando por otro partido? Pero es que los otros partidos también están para llorar, tal vez piensa. Okey. Usted es de las víctimas de un escepticismo sumamente agudo. ¿Qué se hace en esos casos? ¿Votar por el menos peor! Pero, ¿votar! No abstenerse. No quedarse en su casa con cara de todos son iguales, mediocres, ¿bola de corruptos!, improvisados, tercermundistas, etc. Etc.

Esta actitud, aparte de ser estéril, chiquita, mezquina, absurda e infantil, es el germen perfecto que hará de usted una o un ciudadano de segunda. Sí, de segunda categoría. Al no votar, en realidad, tampoco lo está haciendo por usted.

En otras palabras, temo que se tiene a sí mismo en muy bajo concepto. Es decir, así como no le cree a ninguno de los partidos, así mismo no cree en usted, no cree en su país, no cree en la sociedad civil y no cree en su capacidad de discernir. Es que para estas elecciones de legisladores y de gobernadores de algunos estados, no me interesa votar. Mejor me espero para el 2006, tal vez se diga. Muy bien.

Pero al hacerlo el próximo domingo, ¿no es una forma inteligente de prepararse para la grande? ¿No cree usted que el hecho de haber votado para estas elecciones lo sensibilizará aún más como elector para las del 2006? ¿No cree usted que el Órgano Legislativo tiene cada vez más importancia en lo que se refiere al Ejecutivo? Éste ya no puede gobernar, sin la anuencia de las Cámaras. Imagínese que el partido en el que, precisamente, cree menos, es el que obtiene mayoría. ¿Qué horror! Entonces sí no habría nada qué hacer. ¿Cómo evitarlo? ¿Votando!

Permítanme hacerles una confesión. Una confesión bastante vergonzosa, por cierto. La primera vez que voté en mi vida, fue hasta los 38 años. ¿Se dan cuenta? No obstante ya estaba mayorcita, no existía como ciudadana. La realidad de mi país, me valía por completo. A partir del momento en que yo vivía en condiciones sumamente privilegiadas, como viviera el resto de la población me tenía sin cuidado. Para qué votar, si siempre gana el PRI, afirmaba en la más absoluta irresponsabilidad. Hay que reconocer que en esos años, efec-ti-va-mente, siempre, siempre ganaba el tricolor. Incluso para las elecciones presidenciales de 1976, no había candidatos de oposición.

Entonces, ¿para qué habría que votar? ¿Por quién? ¿Por el ganón del PRI? Pero a partir de los primeros 80, comencé, afortunadamente, a plantearme muchas preguntas: ¿Por qué siempre gana el PRI? ¿Por qué dejaremos que roben tanto? ¿Por qué si en otros países tienen tantos partidos, en México la oposición casi ni existen? Recuerdo cómo sufría, cuando intentaba explicar el sistema político mexicano a amigos extranjeros. ¿Cómo dices que se llama el partido mayoritario? ¿Revolucionario Institucional? Ja-ja-ja Pero, ¿cómo pueden los mexicanos institucionalizar la Revolución? Ja-ja-ja. ¿De veras es el presidente saliente el que elige a su sucesor? ¿Cómo dices que se llama esta fórmula? ¿Deeeee-daaaaaaa-zooooo? Ja-ja-ja. ¿Aseguras que “la moridad” es lo más democrático que tienes en tu país porque va desde el presidente hasta al policía de la esquina? Ja-ja-ja. Explícame otra vez, ¿cómo puede un hermano del presidente mexicano enriquecerse en la forma en que dices que se enriqueció el de Salinas? ¿Y dices que Carlos Salinas no sabía nada de estos abusos? Ja-ja-ja.

Era horrible. Porque entre más trataba de describirles cómo funcionaba la política mexicana, más me hacía bolas. Invariablemente terminaba con un nudo en la garganta, diciéndoles que en todos los países se cocían habas y que no había una democracia perfecta.

Pero, hoy por hoy, gracias a los cambios que se han dado en mi país y a los míos propios, puedo sentirme como una ciudadana más participativa y responsable. Esta certidumbre me ha cambiado completamente la perspectiva de las cosas. Estar consciente de mis derechos como ciudadana, me hace sentir viva, me hace sentir importante y me hace sentir más orgullosa como mexicana. Por eso me gusta tanto participar en las elecciones. Por eso cuido mi credencial de elector como la niña de mis ojos. Por eso ahora cuando discuto sobre política con mis amigos extranjeros, les cuento orgullosa de los inicios del PRD, de los comunicados de Marcos, de la venida a la ciudad de México de los Zapatistas, del triunfo como primer gobernador de la oposición del D.F. con Cuauhtémoc Cárdenas, de la participación de mujeres como Rosario Robles; de la transición, después de 73 años, lograda por Vicente Fox; de lo consolidado que está la sociedad civil, de la libertad de expresión en los medios de comunicación y del surgimiento de nuevos partidos como México Posible.

Por todo esto y más el próximo domingo, voy aprovechar de estas nuevas opciones y muy tempranito voy a hacer un voto razonado, es decir, di-fe-ren-cia-do. Por el delegado de la Miguel Hidalgo votaré por el PRD, representado por Agustín Barrios Gómez. Y por el diputado federal, Sergio Aguayo, pondré una crucezota sobre el maguey. Porque como me escribiera tan sabiamente en un correo electrónico nuestro embajador en Dinamarca, Héctor Vasconcelos: “México Posible es un partido de gente joven, fresca, dispuesta a plantear los problemas nacionales con inteligencia, con lógica y sin telarañas mentales. Es una ventana abierta al futuro y una invitación a dejar atrás los lastres del pasado”.

A usted, querida lectora y querido lector, le sugiero, con todo respeto, que por favor no vaya dejar de votar el próximo domingo. Ya verá cómo se sentirá de bien, cuando por la noche, siga con atención, ya sea por el Monitor de Radio Red o por la tele, los primeros resultados de las elecciones del seis de julio del 2003.

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