“Lo que es de todos no es de nadie”. Anónimo
Este pasado lunes visité Xelhá, en la riviera maya de Quintana Roo, el parque turístico que rodea una laguna de extraordinaria belleza en la que se unen las aguas saladas del mar Caribe con aguas salobres que surgen de la tierra calcárea del lugar. Como en Xcaret, que he conocido en viajes anteriores, me percaté una vez más de la eficacia con la que un desarrollo turístico bien hecho puede ayudar a preservar la ecología de un lugar.
Esto le parecerá paradójico a mucha gente e inaceptable a los ecologistas radicales que plantean que la única manera de cuidar el ambiente es impedir cualquier tipo de desarrollo. Pero los hechos demuestran contundentemente lo contrario.
Xelhá e Xcaret son proyectos que han permitido la preservación durante años de lugares con ecosistemas muy delicados y complejos. Al mismo tiempo generan un gran número de empleos para la población local y atraen visitantes de muchos lugares del mundo. El éxito de estos dos centros ha sido tal que han empezado a surgir un amplio número de imitadores en otros lugares. Y, de hecho, los propios impulsores de Xcaret y Xelhá han generado otros proyectos de ecoturismo, como el de Garrafón, en isla Mujeres, que se encuentra en una zona dotada de un arrecife de impresionante belleza que había decaído notablemente antes de la realización del proyecto y el cañón del Sumidero en Chiapas.
La filosofía que se encuentra detrás de estos desarrollos es muy sencilla y muy sensata. Para preservar la ecología de un lugar, éste debe tener un uso y un valor concretos. Y para que esto ocurra, debe haber un propietario o un concesionario que esté interesado en generar un flujo de ingresos que permita tener recursos para conservar el ambiente. La tierra que es de todos termina por ser de nadie y al final tiene un deterioro que afecta a todos.
Ésta es una filosofía contraria a la de los grupos ecologistas tradicionales, los cuales piensan que la mejor manera de preservar el medio es impedir cualquier desarrollo y abandonar los lugares a su suerte. La experiencia nos dice, sin embargo, que la falta de desarrollo afecta negativamente a la ecología. Antes de que Xelhá se convirtiera en un parque administrado de manera profesional para generar ingresos y empleos, su ecología estaba ya en franca decadencia.
Un ejemplo reciente en la riviera maya de lo que ocurre con un predio abandonado a su suerte lo da Xcacel-Xcacelito. En este lugar la cadena española de hoteles Meliá había preparado un proyecto de desarrollo turístico que dedicaba una gran cantidad de recursos a la preservación del ambiente. A pesar de que la empresa ya contaba con todas las autorizaciones necesarias por ley para llevar a cabo el proyecto, un grupo de organizaciones radicales ecologistas llevó a cabo una campaña política que finalmente obligó a la cancelación. Esto fue tomado como un gran triunfo por los radicales de la ecología, pero hoy en día Xcacel-Xcacelito está convertido en un lamentable basurero: nadie se interesa por cuidarlo ya que nadie tiene los recursos para hacerlo.
Xelhá e Xcaret contrastan de manera dramática no sólo con Xcacel-Xcacelito sino con muchos lugares de gran belleza natural o de enorme riqueza arqueológica que languidecen en manos del INAH o del gobierno en general. Estos lugares podrían beneficiarse del esquema de explotación privada que tanto éxito ha tenido en Xelhá e Xcaret, excepto que siempre hay radicales que se oponen a cualquier explotación de zonas ecológicas o arqueológicas que implique una administración profesional para generar ingresos y empleos. Antes de que pueda haber ese lucro que consideran obsceno, prefieren que los lugares se deterioren y que la gente de las localidades se quede sin posibilidad de empleo y se convierta en depredadora de su propio ambiente.
Si lo que verdaderamente quiere uno es proteger el medio y reclutar a la población local en defensora de la ecología, porque es la que permite las actividades que les dan empleo, lo lógico es promover empresas que desarrollen los lugares de belleza natural e histórica en lugar de abandonarlos a la voluntad de Dios o de la burocracia. El desarrollo puede ayudar a preservar el ambiente. La posibilidad de lograr un ingreso de un proyecto turístico puede ser la mejor motivación para ello. Xelhá e Xcaret nos demuestran claramente que esto es posible.
Amazonas
Mi hijo Ángel Julián, tras leer mi artículo, me recuerda que en Brasil ha surgido un movimiento de activistas ecológicos que compran tierras del Amazonas y promueven su desarrollo para ecoturismo. El resultado es que estas tierras privadas están quedando a salvo de la depredación ecológica de los agricultores.
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