Entre elbazos y madrazos pasamos una semana que como era de esperarse, acabó en el basurero. El tiempo que los mexicanos pagamos sacrificando rubros como la educación, la cultura o la salud; lo gastan los Diputados, Senadores y Gobernadores Priístas, en jugar vencidas mientras repiten ante cualquier micrófono que les pongan por delante que es por el bien del país. Por ahora, ni chichi ni limonada, el ganón del encontronazo fue Chuayffet, el más gris, el más tibio, el que hasta Dios vomitará, ya lo veremos.
Por ahora, seguirán los madrazos en sesiones extraordinarias, total, de cualquier modo nosotros pagamos. Y conste querido señor Ríos Alvarado -cibercorresponsal que me hace notar que la democracia se trata de diferir y no de estar de acuerdo- que sí creo que lo saludable es que cada cual vote según su leal saber y entender; pero siempre en función de los intereses del país; aunque las propuestas provengan del Gobierno. Las riñas internas de un partido que tiene la fama pública que todos conocemos, serían un show para desternillarse de risa sino fuera por el retraso que causa al país el hecho de no contar todavía con un sistema fiscal moderno que asegure el desarrollo económico que a México le urge.
No puedo negar que nos dolió el atorón, aunque la cohetería, los mariachis y el fervor de los millones de peregrinos que llegaron a felicitar a la Guadalupana, sofocaron de algún modo el ruido de la indignación. Veamos si ahora que pasen sus festividades, la Virgencita nos echa una mano para abrir el contrahecho entendimiento de los senadipugobers y nos hace el milagrote de que comprendan de una vez por todas que su compromiso es con México y no con sus facciones.
Pero para qué seguimos haciendo bilis ustedes y yo; mejor les platico que para olvidar la depresión; empaqué suéteres, bufandas y chamarras y me largué con mi Querubín a Valle de Bravo donde nos esperaba la amistad, la gastronomía y la buena vida que comenzó desde la carretera, donde las mariposas monarca, esos serecillos inquietantes que llegan por millones a aposentarse en el bosque y que cuando deciden volar, forman espesas nubes amarillas y negras que le dan a la carretera una dimensión desconocida. Algo así como navegar en medio de una tormenta de mariposas que nos obliga a detenernos para disfrutar del prodigio y para no dañarlas. Ni modo, hace una eternidad que ellas eligieron ese bosque para vacacionar. Llegaron antes que nosotros y ahí volverán después de que todos los que estamos aquí, hayamos desaparecido. ¡Así sea!
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