Adivino usted, el titulo de este artículo describe a la mayoría de nuestros legisladores.
El pasado martes se dio a conocer el Dictamen de la Comisión de Hacienda que entre otras cosas no contribuye a la simplificación administrativa al pretender incluir un impuesto al valor agregado denominado impuesto a la enajenación y la importación, este impuesto se ubicaría dentro de la Ley del Impuesto al Valor Agregado, pero a diferencia del IVA, este nuevo impuesto no se trasladaría como IVA al consumidor sino como un incremento al precio final, esto es, se estaría tratando de engañar a la población diciéndole que no se autorizo el IVA en alimentos y medicinas y que el nuevo impuesto a la enajenación lo absorberían los empresarios, lo que es totalmente falso.
Adicionalmente a lo anterior, la mayoría de los legisladores carecen del mas mínimo conocimiento en materia fiscal y de sentido común, destacando entre ellos los perredistas que a todo dicen que no por sistema o realizan ?propuestas? solo por hablar, para ejemplo basta un botón, el día de ayer estos seudolegisladores señalaron que no aceptarían en definitiva el nuevo impuesto a la enajenación e importación y en cambio proponen pasar de tasa cero por ciento a exentos a los alimentos para evitar cuantiosas devoluciones de impuestos, esto ultimo es peor que la propuesta del PRI adoptada por el PAN, ya que este cambio de régimen, del cero por ciento a exentos, implicaría un aumento directo a los costos de los productos mexicanos, que los dejaría en mayor desventaja con los productos de importación dándoles la puntilla definitiva, y finalmente se aumentaría el precio al consumidor, otro IVA disfrazado.
De lo anterior podemos concluir que tanto el impuesto a la enajenación como el pasar los alimentos al régimen de exentos se trata finalmente de trasladar al ultimo consumidor un IVA OCULTO, lo que demuestra el convencimiento del PRI-PAN-PRD de la necesidad de aplicar un IVA generalizado, aun cuando esto sea gradual, por lo tanto debemos exigir que a las cosas se les llame por su nombre, al IVA, IVA y al IVA, IVA.
Como señalamos, pese a las apariencias, el rechazo a ultranza a los cambios NO es una estrategia inteligente para los políticos en la oposición.
Como se sabe los murciélagos vampiros son animales que se alimentan de la sangre que extraen de otros animales. Lo que es menos conocido es que los vampiros premian o castigan a sus compañeros, transfiriéndoles o no sangre, según esos compañeros se hayan mostrado cooperativos o renuentes en el pasado.
Se trata de una conducta ?racional?, la de los vampiros, que contiene importantes enseñanzas para la teoría económica y para la ciencia política.
En la teoría de juegos el caso clásico, que todos los estudiantes conocen, es el llamado dilema del prisionero: Dos jugadores que tienen la opción de elegir entre dos estrategias (cooperar o renegar) y que, en la hipótesis racional del juego, optan por no cooperar, aun cuando eso genere un beneficio menor que el que se habría obtenido de la estrategia de cooperación.
¿Por qué? Porque racionalmente cada uno de los jugadores percibe que renegar es una opción menos riesgosa que la cooperación (debido a que existe la posibilidad de que el otro no coopere) y porque, en fin, los jugadores actúan buscando su propio beneficio, egoístamente.
Sin embargo, si el juego del prisionero se juega repetidas veces el resultado es el inverso: Los jugadores optan por cooperar y lo hacen no por motivos altruistas, sino por razones egoístas. Es decir, juegan igual que los vampiros que cooperan, transfiriendo sangre a sus compañeros (los murciélagos vampiros no sobreviven mas de 60 horas si no reciben sangre), siempre y cuando esos compañeros hayan cooperado de forma similar en el pasado (hay mecanismos biológicos que permiten detectar al vampiro de forma infalible si esta frente a otro vampiro que ha sido cooperador o renuente).
Lo que ha hecho cambiar el comportamiento, convirtiendo a la cooperación en la mejor estrategia deseable, es la memoria, entendida esta como el registro del comportamiento pasado.
Los teóricos explican que el dilema del prisionero funciona en el sentido de la no cooperación, solo si el experimento es finito o único en el tiempo.
Dicho de otra manera, los seres humanos tendemos a cooperar a no ser tramposos, a portarnos bien, porque sabemos que el juego no termina con este episodio aislado, que mañana habrá otros juegos y los otros participantes nos castigaran o nos premiaran según nos hayamos comportado hoy.
Se dice, por ejemplo, que no toda la vida se puede ser martillo, que llegara un momento en que nos tocara ser clavos y recibiremos de los demás el mismo trato que les dimos en el pasado.
Por eso, una estrategia poco inteligente es la del rechazo a ultranza, aun cuando parezca que ese es el papel que le corresponde a un político en la oposición. Decir, por ejemplo, que la oposición nunca debe cooperar con el gobierno, porque eso es hacerle el trabajo al adversario, es una soberana estupidez. No cooperar es condenarse al aislamiento.