Los seres humanos estamos programados para pensar en ciclos, en el principio y el fin que irremediablemente se presenta, como el nacimiento y la muerte, el amanecer y la llegada de la noche, el inicio de una relación humana y la finalización de la misma, todos los casos inevitables.
Este manejo del sentido del tiempo ha sido el origen de mitos y tradiciones, como los construidos con el cambio de años, centurias y hasta milenios, cuando las sociedades se someten a sus propias creencias, algunas de ellas mágicas, dejándose envolver por la imaginación para dar respuestas a las preguntas, construyendo historias, haciendo premoniciones y planeando la vida futura.
Esto no es nada nuevo en el Cronos, que mide el tiempo de los hombres y que muchas veces confundimos y mezclamos con el Kairos, el tiempo de Dios, haciendo una verdadera revolución con las ideas y formándonos tabúes que no superamos fácilmente.
Algunos ejemplos: el rito ceremonial de los indios sudamericanos es un encuentro con los mitos de su cultura, relacionado con los tres mundos del universo andino. Al respecto se dice: “una de las fechas más importantes del año es el Marat’aqa (este es su nombre en el idioma hablado por la nación aymara), o wata p’iti (en runa simi, idioma hablado por la nación quechua), día que en el mundo occidental es conocido como solsticio de invierno (el 21 de junio), fecha de la verdadera fiesta del INTI RAYMI, o Año Nuevo Incaico. Los españoles desvirtuaron este día trasladándolo al 24 de junio, para hacerlo coincidir con la fiesta religiosa occidental de la fiesta de San Juan.
En Cuba y otros países del Caribe y América Latina existe la tradición conocida como “Las Cabañuelas”, que está relacionada con el Año Nuevo y las perspectivas individuales para el mismo. Esta creencia popular asevera que los doce primeros días de enero son la representación, a pequeña escala, de los doce meses del año, premonición de lo que ha de acontecer en el lapso.
La noche vieja para los japoneses se llama “o-misoka” y durante los primeros días del año procuran pasar el mínimo tiempo cocinando, en parte para disfrutar de las fiestas y en parte para atender a las varias obligaciones de estas fechas, como hacer una limpieza general en el hogar. El día 31, las tiendas y comercios cierran para que las personas puedan prepararse y reciban al nuevo año.
La última noche la pasan en casa, esperando la llegada de la medianoche, comiendo “toshi-koshi-soba”, los fideos largos que son una comida tradicional y a las veinticuatro horas, los templos budistas hacen sonar sus campanas 108 veces, el mismo número de pecados que afligen a los humanos.
Aunque los chinos adoptaron el calendario gregoriano en 1912, todavía celebran su año nuevo según el calendario lunar. Las festividades duran de una semana a un mes en que se alegran con una popular fiesta callejera con fuegos artificiales, dragones y comidas de celebración.
El Año Nuevo se celebra en Estados Unidos siguiendo la tradición de los españoles, portugueses y franceses que empezaron a hacerlo después de 1582, cuando adoptaron el calendario gregoriano. En las colonias británicas hasta 1752 se continuó conmemorando el Año Nuevo el primero de marzo, aunque los puritanos consideraban esta costumbre pagana por hacerle reverencia al dios Jano. En las colonias holandesas el primero de enero era un gran día de fiesta para hacer visitas y regalos y cuando los ingleses se apoderaron de Nueva Holanda y la nombraron Nueva York en 1664, adoptaron sus costumbres. Actualmente los norteamericanos dedican la festividad a ver partidos de futbol, aunque algunos festejan en fiestas ruidosas el principio de un nuevo ciclo de tiempo.
Para nosotros los mexicanos, el año nuevo representa una nueva oportunidad de cambio y cumplimiento de buenos propósitos, su llegada la festejamos con fiestas familiares o la asistencia a reuniones sociales, donde en punto de las doce de la noche felicitamos a los seres queridos por un ciclo terminado y otro que empieza cargado de esperanzas y de promesas (no fumar, ponerse a dieta y otras más de fondo como trabajar más y ser más considerado con la esposa e hijos).
Seguramente Usted ya habrá planeado su festejo de año nuevo y si es una damita creyente de las cábalas habrá preparado las doce uvas y hasta la ropa interior de color rojo, que dará suerte por trescientos sesenta y cinco días más. De todos, algunos pocos, irán a un oficio religioso para dar gracias a Dios.
El año nuevo es el tiempo de reflexionar sobre los propósitos personales, en relación a la familia y a los amigos; al medio laboral y/o al escolar. ¿Usted ya definió los suyos?
Yo, por mi parte, ya pensé en los míos y de ellos les comparto sólo algunos, que nos conciernen a todos: deseo que alcancemos la madurez democrática para tener alternativas reales de trabajo conjunto en favor del desarrollo nacional; que dejemos de imaginar “países maravillosos” y nos pongamos a trabajar con los pies en la tierra y diciendo la verdad; que logremos quitarnos de encima a todos los parásitos políticos, sociales y hasta religiosos que buscan su beneficio y olvidan el compromiso adquirido con los demás; en fin, que nos liberemos de todos esos seres perversos que se han apoderado de los puestos de poder en nuestra patria.
Le deseo, de verdad un nuevo año 2004 pletórico de oportunidades, para Usted y sus seres queridos.
ydarwich@ual.mx