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2006/Nuestro concepto

La labor de contención resultó ineficaz. El último resquicio de respeto institucional hacia un sexenio que se agotó a la mitad del camino, exhaló en el autodestape de Felipe Calderón, su último suspiro: PRI, PAN y PRD se encuentran ya en franca carrera por la sucesión presidencial.

Anticipar los tiempos presupone, en forma lineal, que lo que resta de la administración de Vicente Fox no es más que un lapso en el que hay que preparar estrategias, afinar la mercadotecnia y fortalecer puntos débiles y así lo entienden ya, los propios panistas.

No obstante los reiterados llamados a concretar cambios estructurales, los principales actores de la escena política nacional anticipan que el país no logrará avances sustanciales; no se lograrán consensos ni mucho menos las Reformas. Entonces, sólo queda apostar todo por el futuro.

En el PRI, Roberto Madrazo reconoce que su candidatura debe superar aún la presión de algunos gobernadores y del grupo que permanece afín a Elba Esther Gordillo. Pero realmente no le preocupa, ya que tiene el tiempo necesario para realizar los amarres que requiera. En el ínter, buscar el diálogo con Fox, sólo tiene sentido si logra ganar puntos como un hombre conciliador y que pondera los grandes intereses de la nación sobre los propios. Está en campaña.

Por el PRD, Andrés Manuel López Obrador, espera que el costo político de su actual enfrentamiento con el Gobierno Federal, derivado de los videoescándalos por corrupción, no deje mayor mella. El escenario al interior del partido del Sol Azteca, según revelan las últimas encuestas, no permite perfilar a ningún otro candidato, así lo entiende y actúa en consecuencia.

Y ahora el PAN, con Felipe Calderón, hace lo propio. La estrategia parece simple: marcar distancia del presente foxista, para establecer una campaña con viabilidad en las urnas.

En términos políticos se vive entonces, el fin anticipado de un sexenio. Si Vicente Fox no impone un cambio sustancial en la actual agenda política de la nación; si no logra avances significativos en su relación con el Legislativo y un cambio realista, en forma y fondo, respecto a cómo se vincula la Presiencia de la República con los grandes problemas del país, sólo resta empezar el juego de escenarios y responder la gran pregunta: ¿Quién le haría menos daño a México, Madrazo, López Obrador o Calderón?

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