EL SIGLO DE TORREÓN
FRANCISCO I. MADERO, COAH.- El ferrocarril se acerca a la zona centro de Madero. El ruido de su maquinaria apresura a los peatones y conductores. Saben que el no cruzar al otro lado de las vías es perder hasta 15 minutos para poder hacerlo.
Comerciantes, locatarios, agentes de tránsito y los vecinos que habitan cerca de las vías, están hartos del paso del tren. A unos les afecta en su patrimonio, a otros en el tiempo que pierden esperando a que termine de obstaculizar las vías de comunicación de norte a sur y viceversa.
De dos a tres veces por día, los vagones que recorren Madero provocan serios problemas de tránsito. El crecimiento de la población y el aumento de automóviles, ocasiona que la fila de automóviles alcance hasta cinco cuadras cuando es muy grande el tren.
Por las mañanas se presenta el caos. Decenas de conductores pretenden ganarle el paso, cuando perciben que sus esfuerzos no podrán lograrlos, se detienen y la molestia en sus ojos y gestos se ve reflejada.
El número y la capacidad de los agentes de tránsito se ven rebasados. Los automovilistas prefieren apagar los motores de sus coches mientras esperan que termine. Se desesperan. Unos bajan de sus vehículos para hacer unas compras rápidas.
Otros charlan con algún conocido que transita por las banquetas. La mayoría se queda en sus carros soportando las inclemencias del tiempo, aguantando el sol, sus rayos y sus efectos. Atrás de los primeros autos, una fila que poco a poco se acumula.
Se obstruye la privada Ferrocarril, la Acuña y la Hidalgo. En ocasiones dos cuadras más al fondo. Los agentes de tránsito nada pueden hacer. Pocos son los que usan las vías alternas. “De cualquier manera no sirve de nada, porque si nos vamos para allá también está pasando el tren”, asegura Carlos López.
Los peatones buscan sobras que les proporcionen los árboles, las lonas de algún puesto ambulante. Miran con insistencia el reloj, incluso algunos toman el tiempo real que tarda en cruzar el tren. No hay puentes y rodear es más tardado.
El problema es el mismo todos los días que atraviesa el tren. Las camionetas o camiones que en doble fila se estacionan, desquician la paciencia de los conductores y de los comerciantes. Todos con el motor apagado, nadie puede salir. La única opción es esperar.