Si algo bueno le debemos reconocer al actual presidente del CEN del Partido Revolucionario Institucional es que, por encima de cualquier otra consideración, están sus afectos. Es un hombre talentoso, ni duda cabe, que sabe moverse con donosura en ese inframundo crapuloso en que se ha convertido la política en este país. Tiene los arrestos para capear los peores vendavales de los que hasta el momento ha salido airoso. Hubo un tiempo en que se vio asediado, por quienes pedían furiosos que renunciara a su liderazgo en el PRI, si acaso acariciaba la idea de convertirse en candidato de su partido a la Presidencia de la República, considerando que su permanencia como dirigente le daba ventaja frente a los demás pretendientes.
Lo estuvieron atosigando llegando sus opositores al grado de proponer la formación de una comisión encargada de fijar las bases bajo las cuales deberían competir quienes tuvieran intenciones de registrarse, en el cada ves más cercano año 2006. Desde luego, no había una intención de sanear la política en el país, dado que atrás de sus detractores habitaba el deseo de golpearlo, diciéndole: quítate tú para poner a uno de nosotros.
Decíamos que, teniendo un gran sentido de la amistad y de la gratitud, dejó que en la fronteriza Tijuana fuera promovido como candidato a presidente municipal a uno de los hijos de quien fuera en vida su protector político, pagando así, se supone, los favores recibidos. No le importó cargar con la mala fama que su ahijado político traía consigo. Logró llevarlo de la mano al palacio consistorial a quien, parafraseando a Carlos Hank González, no era un pobre político si no todo lo contrario.
En ese contexto, el próximo tres de julio de 2005 se renovará el Poder Ejecutivo en el Estado de México, por lo que la efervescencia política está siendo presa de los que “la quieren”, por lo que el martes de esta semana apareció en los periódicos la convocatoria firmada al calce únicamente por Roberto Madrazo Pintado, “L’etat cest moi”, frase atribuida a Luis XIV, Rey de Francia (1710-1774), que en traducción libre sería: “El PRI soy yo”, ignorando a la secretaria general del CEN del PRI, diputada federal, profesora Elba Esther Gordillo y a los militantes del partido que hoy por hoy encabeza. De ser así, la convocatoria podría ser invalidada, pues falta el refrendo de quien le da legalidad.
A pesar de que el pliego que convoca va dirigido a todos los miembros y simpatizantes del PRI, haciéndoles un llamado para que participen, la dura realidad apunta a que se está preparando la cena para un solo comensal. Ese no es otro que uno de los Hank quien se apresta a tomar la estafeta de su progenitor. –Hay quien da gracias porque “El Profe” no tuvo 32 hijos pues no darían chance a políticos, que carecen de tan eximio padre, a lograr una candidatura estatal-. Lo cual, en cierto modo, carecería de importancia. Es un derecho legítimo que el hijo pretenda emular la carrera de su padre y de ser posible, superarla. Lo que me parece asaz reprobable es que, para allanarle el camino se llegue al extremo de viciar, desde la misma convocatoria, el proceso interno.
El artículo primero transitorio, después de un blá blá blá casi interminable, abre el candado que se estableció como requisito, entre otros, que el aspirante haya ocupado un cargo de elección popular.
Para eso la concertación de coalición o candidatura común le permitiría a cualquiera que no cumpliera con los requisitos que pide el PRI, registrarse en otro partido político ¿el Verde Ecologista? a la que podrá ¿sin rubor? adherirse el tricolor. Esto no es serio. Da la impresión de que es una chicana pensada por un abogado rábula. El motivo de los candados aún está vigente: impedir que se cuelen políticos hechos al vapor; lo que no se desvirtúa con redactar el mentado transitorio excluyendo la convocatoria en caso de coaligarse con otro partido. La asamblea de priistas que los acordó ¿se quedarán callados? Si así sucede, lo que todavía está por verse, se puede decir que este PRI no aprendió la lección de 2000.