LLos sectores liberales de Estados Unidos siguen aturdidos y sin encontrar una explicación convincente sobre la derrota clara que recibió John Kerry por parte de George W. Bush.
Si bien es cierto que Bush no alcanzó una mayoría contundente logró al menos sacudirse del fantasma de 2000 cuando perdió el voto popular de manos de Al Gore.
La sorpresa en estas elecciones para muchos analistas fue el avance del voto de los latinos y de los afroamericanos a favor de Bush.
Una mujer de edad avanzada de San Diego fue muy sabia al señalar que para los hispanos “más vale malo conocido que bueno por conocer”. A ello agregaríamos que con todo y todo la imagen de John Kerry no fue lo suficientemente fuerte para la mayoría de los electores.
¿Pero qué fue a final de cuentas lo que hizo ganar a George W. Bush en una votación reñida y a la vez histórica por el número de votos?
En primer lugar hay que reconocer que Bush mostró consistencia en sus planteamientos a pesar de las críticas durísimas que recibió a lo largo de su campaña y de golpes tan severos como fue el documental 9/11 de Michael Moore.
La posición de Bush en la guerra contra Irak, la lucha contra el terrorismo y su empeño en convertirse en la primera fuerza del mundo, lo fortaleció en los sectores militar, empresarial y de derecha de los Estados Unidos.
Sus propuestas en contra del aborto y de la unión de homosexuales resultaron claves para atraer a los grupos religiosos en momentos cuando en Norteamérica se debaten día tras día tales dilemas morales.
Varias iglesias realizaron campañas abiertas en contra de John Kerry por sus simpatías a favor del aborto y de la unión legal entre personas del mismo sexo.
En las comunidades latinas, respetuosas por tradición al derecho a la vida y apegadas a la religión católica, la posición del candidato republicano levantó abiertas simpatías.
En tercer término vale destacar la buena imagen que goza la familia de Bush, desde su padre el ex Presidente del mismo nombre, su madre Bárbara, su esposa Laura y sus hijas gemelas.
Los Bush no están exentos de los escándalos como fue el alcoholismo del propio Presidente y de una de sus hijas, pero de una u otra manera han logrado superarlo y proyectarse como una familia estable, unida, tradicional y patriota.
Por último la victoria electoral de Bush no se explicaría sin la política del terror que con audacia y cinismo puso en marcha la actual administración a partir del 11 de septiembre de 2001.
Desde los atentados terroristas el presidente Bush y su equipo advirtieron que la mejor forma de elevar la popularidad era tomando acciones drásticas y firmes en contra del terrorismo y sus enemigos como Saddam Hussein.
De ahí la invasión de Afganistán, la guerra contra Irak y tantos operativos que sin muchas justificaciones se emprendieron en los últimos años. Usted recordará que las alertas naranja y roja iban y venían en ocasiones basadas en sospechas de hace dos o tres años.
Curiosamente los estados en donde fácilmente ganó la fórmula Bush-Chenney fueron los de mayor población rural, localizados al centro, al medio-este y al medio-oeste de Norteamérica.
En cambio los estados más avanzados y cultos como California, Nueva York, Illinois, Pennsylvania, entre otros, fueron para el demócrata John Kerry.
Para George W. Bush los siguientes cuatro años pueden significar una negra pesadilla si no restaña las heridas y diferencias tanto al interior de su país como en el extranjero.
Por el contrario si asume una posición conciliadora, tolerante y respetuosa ante sus críticos, podrá convertirse en el mejor presidente norteamericano en muchos años.
Nunca como ahora Estados Unidos requiere un Presidente “entrón” y decidido como Bush, pero a la vez que entienda y practique los valores de la democracia y la libertad.
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