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“Nuestros” paisanos

Patricio de la Fuente González-Karg

El neoliberalismo es el conjunto de fórmulas y postulados económicos que -la mayoría de las veces- funcionan como reloj suizo ya que están fundamentados en una serie de preceptos matemáticos infalibles. Buen sistema, su aplicación en los países desarrollados ha probado ser tremendamente exitoso, sin embargo, la historia nos enseñó también que en las naciones del tercer mundo las consecuencias de dicha política no siempre son benéficas.

Una economía responsable es aquella que más allá de índices macroeconómicos, apela a las necesidades primarias de la población. El actual Gobierno de México muestra una tendencia de apego a diversos indicadores como ejemplificación de que “todo marcha de maravilla”, a pesar de ello, el ciudadano común generalmente no ve reflejado tal optimismo en un impacto real y tangible a sus bolsillos.

Las distintas administraciones federales pocas veces han mostrado una política económica basada en postulados de responsabilidad social y un cariz más humano. Ello ha traído como consecuencia un entorno donde las desigualdades son profundas, por ende, un paraíso de oportunidad, posibilidad de escalar, se torna francamente remoto.

Estados Unidos, en cambio, es una sociedad donde los sueños y esperanzas de millones pueden ser alcanzados con mayor éxito. País de inmigrantes, el denominado “american dream” apela a la idea de que el trabajo limpio generará, como consecuencia última, una nación donde la mayoría pueda aspirar a servicios básicos, además de una amplia gama de ofertas. Lo anterior puede ser quimérico, el “sueño” un disfrazado método para castrar la conciencia y delimitar parámetros parciales sobre lo que el éxito debe ser, pero, nos guste o no, todo país debería buscar una clase media sólida.

El cine yanqui sirve como industria magnificadora de la idea anteriormente plasmada. Pocas veces nos enseña el otro lado de la moneda: la existencia de un racismo silencioso, desapego hacia fenómenos ocurridos en otras latitudes, pérdida latente de valores morales, desintegración del núcleo familiar, un Gobierno altanero que como práctica normativa sigue abusando del débil y desprotegido, hipocresía, y tristemente, una incultura enorme.

Para desgracia de muchos, los “flaws” o puntos débiles del sistema no son apreciados de manera integral por los migrantes mexicanos. Cuando te estás muriendo de hambre, literalmente tu país te ha dado la espalda y tienes hijos que sacar adelante, por lo general lo último que haces es ponerte a pensar sobre las fallas del “establishment”. Además, dicho sea de paso, también en México la población es tremendamente inculta, compra con enorme facilidad la idea que Televisa propagó durante muchos años: la empleada doméstica casada con el príncipe azul.

No hay que darle demasiadas vueltas al asunto, creo todos nosotros tenemos una idea bastante aterrizada sobre lo que enfrentan nuestros paisanos al norte del río Bravo, de ello habla la prensa prácticamente todos los días. Hoy quisiera enfocarme en otro grupo, en los hijos de mexicanos nacidos en Estados Unidos.

Ellos son consecuencia de individuos que con enorme estoicismo y dignidad han buscado espacios en una sociedad muy difícil, como tradicionalmente lo ha sido la gringa. Hoy por hoy viven con cierta holganza y despreocupación, pueden educarse y acceder a nuevos espacios, pero manifiestan una pérdida de identidad cultural muy lamentable.

Por lo general habitan ciudades fronterizas. No hablan bien el español pues utilizan términos o mejor dicho, un “slang” incomprensible para nosotros. Buscan con ímpetu emular a los norteamericanos, sin embargo sus características raciales, nombre y apellido dificultan su aceptación dentro de comunidades que siempre verán con recelo la invasión de los “aliens”. En muchas ocasiones he tenido la oportunidad de tratarlos y por lo general acabo concibiéndolos como una minoría que actúa de manera patológica, no son ciudadanos de ninguno de los dos países y, por ende, manifiestan una serie de complejos. Para acabarla de amolar, también son racistas.

George W. Bush pretende reelegirse, no escatimará recursos ni esfuerzos para hacerlo. Si pretende ganar debe enfocarse en las minorías, sí, aquellas que a la hora de emitir el voto bien pueden ser determinantes para inclinar la balanza a favor o en contra. Las campañas se ganan apelando a los sentimientos y necesidades de los distintos actores sociales; Bush lo sabe y por ello el oportunismo del acuerdo migratorio.

Seamos francos, a nada nos lleva evadir la realidad. Para Estados Unidos los “greasers”, “beaners”, “wet backs”, “aliens” e hijos de mexicanos nacidos en su territorio siempre serán personajes de segunda categoría. Por más que consigan el éxito económico, ser aceptados, respetados y admirados es una tarea titánica que únicamente una milésima parte de ellos logra.

Es triste la situación, ofende la dignidad básica del hombre. El fenómeno está ahí, cierto, los procesos pueden ser perfectibles en fondo y forma pero cambiar la ideología de una nación es un proceso que puede tomar generaciones enteras y casi nunca sucede. Si queremos otro mundo hay que tomar una serie de pasos de prevención.

Debemos reenfocar nuestra lista de prioridades. El país clama por regresar a lo básico, aquello verdaderamente importante y esencial, salir de la demagogia para lograr otro México. La actual lucha por el poder está totalmente desvirtuada, debemos encontrar aspirantes serios que propongan soluciones reales para un país con una cultura milenaria, pero también con problemas que datan desde hace miles de años y que bajo las condiciones actuales parecen imposibles de resolver.

Correo electrónico:

pato1919@hotmail.com

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