EL SIGLO DE TORREÓN
GÓMEZ PALACIO, DGO.- “Ya no hay nada que picar”, claman los pepenadores del relleno sanitario, ya que los camiones llegan vacíos del material vendible porque los trabajadores del departamento de Limpieza lo comercializaron previamente.
A Concepción Adame y Francisca Delgado a pesar de la diferencia de edad –la primera 36 años, la segunda 70-, las une una historia similar. Las dos se convirtieron en recolectoras de basura para sacar adelante sus familias.
Francisca, con un gancho que sostiene entre sus manos, baja y sube diariamente entre los cerros de basura. La entereza de su cuerpo no corresponde a su edad. No le duele nada, ese día solamente un dolor clavado en su cintura le molesta. “Es que me agaché mal, pero aquí estamos”.
Concepción fue abandonada por su esposo cuando estaba muy joven. Francisca en su plena juventud enviudó. La primera con dos hijos –que ahorita ya tienen 19 y 14 años-, y la segunda con un hijo de 50 años que le dio cinco nietos, han desarrollado su vida en medio de la basura comunal.
Como todos sus compañeros pepenadores, trabajan de sol a sombra sin importar el frío y lluvia. De las ocho a las seis que es cuando cierran el relleno sanitario permanecen ahí, donde luego de una jornada agotadora se retiran con 50 ó 60 pesos, a veces 80 si es que les va bien.
“Ya no es igual este trabajo, mejor dicho la labor es la misma, el dinero que ganamos no es lo mismo”, se queja Francisca, quien continuamente se acomoda la pañoleta que cubre su cabeza. Son los trabajadores del departamento de Limpieza quienes ahora se llevan el recurso.
Ambas explican que a un lado del rastro municipal está “la compra”. El dueño de este negocio se llama “Don Nacho”, que adquiere cartón, lámina, fierro viejo, botellas, papel y todo aquel material vendible que bajan de los camiones de limpieza los trabajadores municipales.
Por esa razón esas unidades motrices llegan con todo tipo de basura, menos la reciclable, la que debería ser para los pepenadores. “Con la que todos aquí vendemos para comer”, platica Concepción, quien dice ama su trabajo, aunque la demás gente no lo entienda.
La molestia de ellas la explican con claridad: Los trabajadores municipales tienen un sueldo fijo, prestaciones, aguinaldo, Seguro Social, no deberían entonces hacer eso, ya que es como quitarles el pan que llevan a su boca estas personas.
Ellas dicen que el proceder de los empleados de Limpieza es injusto. Así lo estiman estas dos mujeres que diariamente se enfrentan a las víboras que bajan del cerro, a los pinchazos provocados por los vidrios, clavos y jeringas que van entre la basura y a los fétidos olores que como dice Francisca, “ya no nos causan mayor problema”.