El grado de morbosidad que mostraron las fotos de prisioneros iraquíes recluidos en una cárcel en Bagdad, está ilustrando la descomposición social de un sector de los pueblos norteamericano e inglés que traspasa sus fronteras hasta llegar a las filas de los jóvenes soldados estacionados en aquellos remotos lugares. No era posible creerlo, si no se hubieran hecho las tomas, que se haya arribado a esa humillación que ofende a todos los pueblos del orbe. Es sorprendente, en primer lugar, que las escenas se hayan sacado en gráficas y en segundo, que se haya distribuido el material de tal manera que hubieran llegado a las páginas de los periódicos. Por encima de cientos sobresalen dos fotos en las que se observa a un par de sonrientes reclutas, de ambos sexos, que posan desinhibidos, atrás primero y adelante después, de una pirámide humana de cuerpos desnudos, montados unos encima de los otros.
A lo anterior cabe agregar la gráfica en que se ve a un militar patear a un recluso en una demostración del maltrato que reciben los prisioneros por parte de las fuerzas de ocupación. El secretario de Estado Colin Powell dijo que las fotos dejaron atónitos a los estadounidenses. No se refirió o no le preguntaron sobre las imágenes en que un helicóptero acribilla a sangre fría a tres personas inermes que no representaban una amenaza para las tropas.
Tampoco hizo referencia a la demanda de un paquistaní y un egipcio, detenidos en territorio de EU tras el atentado del 11 de septiembre de 2001, quienes acusan al Gobierno de ese país de palizas, amenazas, degradaciones y acusaciones de ser terroristas por el solo hecho de ser musulmanes. A uno de ellos le introdujeron una linterna en su cuerpo causándole grave hemorragia. La pregunta que todo esto trae a colación es ¿qué pasa con la humanidad? En estos casos se respira podredumbre en las costumbres morales de individuos pubescentes a los que sus respectivos gobiernos les ha puesto un uniforme, les ha dado una arma y sin mayor preparación psicológica los ha enviado al frente de batalla.
¿Quién resulta culpable de estos ultrajes a la dignidad de seres humanos? Hay informe de la investigación interna que efectuaron órganos especializados del ejército, en 56 cuartillas del que se desprende la tajante declaración de que la tortura fue resultado de una política deliberada de la inteligencia militar estadounidense y de la CIA para ablandar a los prisioneros y lograr su mayor cooperación. ¡Es una práctica autorizada por los mandos militares! Válgame Dios. Se habla de crímenes de guerra. Hay en esas escenas un repugnante sadismo y un repulsivo vouyerismo. Los varones cautivos eran obligados a masturbarse, se ejercía sodomía con palos de escoba y los vestían con prendas íntimas femeninas. Las mujeres resultaban violadas. ¿Qué es esto?. Creímos que los tiempos en que los nazis asolaban Europa habían terminado. Aquí hay algo más que una falla en el adoctrinamiento castrense. ¿Y las reglas de la convención de Ginebra relativas al tratamiento de prisioneros de guerra? No he visto o leído que alguna nación, de las que se precian de civilizadas, haya emitido una protesta, expresando su repudio a esos hechos en el seno de la Organización de las Naciones Unidas.
Estas torturas y vejaciones están dando vueltas y vueltas, como zopilotes oliendo la carroña, revoloteando por encima del jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, quien debió presentar su renuncia hace buen rato, pues se ha convertido en un dolor de cabeza para su patrón. Altos mandos militares en EU pretendieron impedir que los medios se enteraran y, si acaso estaban al tanto, que no publicaran las asquerosas tomas fotográficas, con el sambenito de que llevaría a empeorar las tensiones en Irak. Un general del Ejército estadounidense hizo el intento, con ese mismo pretexto, de convencer a una prestigiosa estación de televisión que no diera cuenta a la opinión pública. Era, sin duda, una argucia para evitarle un desdoro a la imagen del presidente George W. Bush, que se encuentra en plena campaña electoral buscando ser reelecto. Una vez conocidos por el publico, los actos atroces y las violaciones al derecho internacional, los funcionarios del Pentágono insisten en que sólo proyectan el fracaso de conductas individuales, en incidentes aislados, puntualizando que no representan un fracaso institucional. ¿Usted lo cree? Yo tampoco. Lo único que aseguro es, todo lo indica, que la procacidad, el atrevimiento y la impudicia se están apoderando de la juventud en los pueblos de habla inglesa. En fin, lo que me queda claro es que los soldados, que cometieron estos actos de barbarie, actuaron a imagen y semejanza del tablajero que ocupa la sala oval de la Casa Blanca.